Un Piazzolla irreverente interpretado por Nico Sorín
El compositor y músico argentino Nico Sorín opina que para interpretar a Astor Piazzolla hay que perderle el respeto, por ello ofrecerá un concierto en el Teatro de la Ciudad como homenaje a un músico cuyos sonidos rebeldes continúan vigentes en la actualidad
Karina CoronaYa sea desde el calor de su estudio, acompañado por litros de café o, incluso, viajando al impasible y frío aire de la Antártida, el director, músico y compositor argentino Nico Sorín se siente atraído por la incomodidad que le provocan estas temperaturas abruptas, pues es ese punto en el que su alma creativa y artística sale a la exploración de nuevas sonoridades.
“En lo personal me gusta el eclecticismo, yo le digo como el licuado de frutas, donde hay varios tipos de músicas que te gustan o no, yo no le tengo miedo a los géneros, siempre y cuando ayuden a construir puentes”, expresa Sorín a Reporte Índigo.
Y es durante esta sinergia cuando ocurren las mezclas orgánicas que tanto le atraen, porque es en este punto en el que dos lenguajes distintos se unen y conectan con la gente.
Luego de haber homenajeado el concierto que Piazzola interpretó, en 1977, en el teatro Olympia, de París; ahora planea repetir la hazaña el próximo 2 de abril en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris con Piazzolla electrónico, y lograr crear ese momento en el que sólo la música es la protagonista de una conversación entre los músicos y el público.
“Piazzolla era algo a lo que me negaba, por una cosa de respeto hacia su música y, finalmente, accedí, hicimos el show en Buenos Aires y fue mágico, meterme a estudiar la música de Astor, reversionándolo; me imagino que a él le hubiese gustado, porque Astor es uno de los artistas más irreverentes de Argentina, ha roto barreras y universalizado el tango”, añade Nico.
A 45 años de aquella emblemática presentación, el compositor comenta que Astor era muy moderno para su época y, ahora, traerá su música a la contemporaneidad con sonidos electrónicos, sintetizadores, guitarras eléctricas y marimbas, con lo que espera hacerle justicia al bandoneonista.
Entre las piezas que interpretará, junto con músicos argentinos y mexicanos, quienes, dicho sea de paso, compartirán por primera vez escenario juntos, está parte del repertorio más conocido de Astor, como “Libertango”, “Meditango”, “Zita”, “Adiós Nonino” y “Violentango”.
Para él, esta es la manera en la que sale la magia en el escenario, compartir unos instantes con músicos que radiquen en cada país que visita. Y así, quizá y juntar a roqueros, jazzistas, o artistas dedicados al género electrónico.
“Hace 15 años toqué con su nieto, quien era muy allegado a él, y con su hijo, él tocaba en el octeto electrónico original. Llegó una vez al ensayo y me dijo ‘mi viejo estaría contento con esto que hiciste’, fue una especie de bendición hacia el trabajo.
“La verdad, la premisa era hacer un Piazzolla que no sea correcto, irreverente, porque no sé si tiene mucho sentido hacerlo correcto, yo creo que hay que perderle un poquito el respeto, al menos, perderle el miedo, porque creo de esa manera es donde uno puede tener un Piazzolla mucho más similar, al menos, en actitud que conocimos”, comparte.
El origen
La primera vez que Nico Sorín escuchó la canción “Libertango” su mente lo llevó por varios laberintos sonoros, los cuales compara como si fueran sonidos emitidos por una banda de rock, al estilo de Pink Floyd, o algo muy jazzero, de artistas provenientes de otros lugares, pero que juntos formaban algo mágico y único.
Desde ese momento, el argentino supo que tenía que hacer algo con la música de tango, un reto complejo, porque el nicho de este género puede ser celoso en cuanto a lo que “debe” de sonar como tango. El mismo Piazzolla fue recriminado porque se consideraba que su música no era tango.
“La música de Piazzolla siempre me atrajo, por una razón que no sé explicar, tiene tango, pero también algo como suburbano, es muy raro. Pero ahora que me metí a estudiarla y haberla tocado tanto fue muy loco”, abunda
De hecho, Sorín dice que en los primeros ensayos tenía miedo de fracasar y que su composición perdiera la esencia original; no obstante, a partir del segundo compás supo que su camino era el adecuado, pues mantenía el sabor del bandoneonista.
“La clave cuando me puse a estudiar las partituras y preparar mis arreglos fue pensar que para Piazzolla el tango es un medio. Él es un artista universal como lo son Debussy y Stravinsky, de esos artistas que pasan la barrera del tiempo y dentro de 200 años se va a seguir tocando Piazzolla”, opina.
Múltiples proyectos de Nico Sorín
La forma en la que Nico Sorín vive la música es de manera nómada, siempre viajando a otros lugares, perspectivas, posibilidades y filtros.
Incluso, confiesa que no se imagina haciendo otra cosa, porque componer lo compara con el trabajo de un atleta, quien siempre tiene que entrenar. De esta manera, la música es un músculo que se puede oxidar.
“Soy bastante curioso, en pandemia también armé mi orquesta de samplers, empecé un espectáculo que hago con un solo set, me aburro muy rápido, siempre estoy haciendo cosas muy diferentes, sino es música, es cine, electrónica, salsa o sinfónica, no puedo hacer otra cosa, si no hago música me deprimo”, revela.
Para el director argentino, este proceso de creación sin pausas es como un viaje íntimo de matices y colores, algo que tiene una especie de espiritualidad.
Las únicas veces que hace un alto es para repensarse y saber el por qué hace las cosas, o bien, para tomar direcciones, otras veces viaja en modo automático, hace un cambio y decide el camino de sus composiciones.
“Hace como 15 años que no escucho música, no tengo una intoxicación musical porque estoy tratando de escucharme y al silencio. Me parece importantísimo como un lienzo en blanco, también necesito silencio para conocerme”, concluye.
El arte en la comida
Para Nico Sorín la cocina y la música tienen mucho en común. Incluso, en algún momento de la pandemia, metió samplers y micrófonos cuando cocinó berenjenas, lo cual incluirá en un próximo proyecto.
“No me convertí en un chef, pero estuve jugando mucho en la cocina, veo mucha relación con la música, porque son dos artes perecederos, dos experiencias, tienen los mismos ingredientes, volúmenes, dinámicas. Así que si no estoy haciendo música hago comida”.
“Me gusta la comida agridulce, y me doy cuenta que también la música agridulce, por el hecho de la sorpresa, tener una idea y de repente ese sabor o sonido se con vierte en otra cosa”, expresa.