Un casco contra la depresión

La depresión es un problema de salud pública global. Alrededor de 350 millones de personas en el mundo la padecen, según estima la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

De hecho, la OMS prevé que para el año 2020, el trastorno depresivo mayor –o depresión clínica–  será la segunda causa de discapacidad a nivel global.

Y no solo eso, entre el 20 y 30 por ciento de las personas que padecen depresión no responden al tratamiento farmacológico. E incluso hay personas que deben abandonar el tratamiento debido a los efectos adversos de algunos antidepresivos. 

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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La depresión es un problema de salud pública global. Alrededor de 350 millones de personas en el mundo la padecen, según estima la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

De hecho, la OMS prevé que para el año 2020, el trastorno depresivo mayor –o depresión clínica–  será la segunda causa de discapacidad a nivel global.

Y no solo eso, entre el 20 y 30 por ciento de las personas que padecen depresión no responden al tratamiento farmacológico. E incluso hay personas que deben abandonar el tratamiento debido a los efectos adversos de algunos antidepresivos. 

Una nuevo dispositivo desarrollado por Steen Dissing, profesor de la Facultad de Ciencias para la Salud de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca, podría convertirse en una alternativa a los antidepresivos: un casco que envía impulsos electromagnéticos directamente a los tejidos del cerebro. 

Se trata de la terapia de campo electromagnético pulsátil transcraneal (T-PEMF), similar a la llamada técnica de Estimulación Magnética Transcraneal (EMT) una forma no invasiva de estimulación eléctrica de la corteza cerebral. 

En las pruebas clínicas realizadas durante ocho semanas a 65 pacientes, y cuyos hallazgos fueron detallados recientemente en la revista científica Acta Neuropsychiatrica, dos tercios de los participantes reportaron que, tras una semana de terapia, los síntomas de su depresión desaparecieron, y su estado de ánimo mejoró considerablemente. 

La terapia, administrada a lo largo de 30 minutos, una a dos veces al día, incluso mejoró la tolerancia de los pacientes hacia los fármacos. El único efecto secundario reportado fue el de una náusea ligera, que desaparece una vez finalizado el tratamiento. 

“Creemos que la razón por la que funciona tan bien es porque imitamos los signos eléctricos que van al cerebro y descubrimos que estas señales se comunican con los vasos sanguíneos”, explicó Dissing a la BBC. 

“Y los vasos sanguíneos sí se comunican con el tejido sanguíneo. Y descubrimos esa vía de comunicación”, agregó Steen Dissing.

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