¿Te imaginas encontrarte con tu propio rostro –aunque imperfecto– reproducido en un modelo de 3D en el aparador de una galería de arte? La experiencia suena aterradora, pero también sería una fortuita coincidencia que combina tecnología, ciencia forense y arte.
Ese es el trabajo que realiza la forense estadounidense Heather Dewey-Hagborg, quien se ha dedicado a recolectar basura en las calles que contenga ADN, desde una colilla de cigarro, muestras de cabello y hasta un chicle masticado.
Al extraer el ADN, Dewey-Hagborg crea máscaras “reales” con los rostros de esa persona –o lo que la información genética provee de la persona– tal como el color y la forma de los ojos, el tono de la piel, así como el tamaño de la nariz y la forma de los labios. Esto gracias al uso de impresoras 3D.
Aunque el proceso logra generar una cara tal como lo hace la naturaleza humana, ésta no es 100 por ciento fiel a las personas de las que obtiene su ADN.
Las máscaras, por lo general, van colgadas en la pared y acompañadas de una caja de madera de estilo victoriano, que contiene la muestra original (el chicle, cabello o cualquiera que haya sido el objeto del que recolectó el ADN) y una fotografía del lugar en el que fue encontrado.
No solo es arte y tecnología en 3D, también es una oportunidad de mejorar la identificación de personas por su ADN, así como la investigación forense que resuelve crímenes.
Heather dijo a Smithsonian Magazine que se rehúsa a utilizar muestras de saliva o condones usados, pues le ha ido muy bien con los “traseros” de los cigarros, “tiende a haber más cosas ahí (en el filtro del cigarrillo) que retirar el ADN en realidad”.
La serie titulada “Visiones Extrañas” se exhibe en el Rensselaer Polytechnic Institute y también estará a la luz del público en otras galerías de Nueva York.