Si una persona labora 11 horas al día es dos veces más propensa a padecer depresión, y si lo hace durante 55 horas a la semana, su riesgo de sufrir un infarto es 33 por ciento mayor, señaló el académico de la Facultad de Medicina (FM), Rodolfo Nava Hernández.
Dijo que esos datos son preocupantes si se considera que México, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), es el país miembro en el que se trabaja más al año, dos mil 246 horas, y en el que las personas se retiran a la edad más avanzada, 73 años, cuando el promedio de vida es de 75 años.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), indicó que parte de este problema se debe a que quienes organizan los esquemas laborales son los patrones y lo hacen con pocos acotamientos de la autoridad.
Ellos establecen los horarios de entrada y de salida, los salarios, los niveles jerárquicos en las empresas y hasta las obligaciones de cada quien, y al mismo tiempo entorpecen y frenan cualquier intento de impulsar mejoras en ese ámbito.
Explicó que la mayoría de las legislaciones en el mundo establecen que una persona tendría que laborar 40 horas a la semana como máximo, pero la nuestra estipula 48 sin contar tiempos extras.
Lo anterior llega a generar afectaciones orgánicas, psicológicas, incluso sociales, pues el esfuerzo excesivo deteriora las relaciones familiares e interpersonales, expresó el coordinador de Salud en el Trabajo de la Facultad de Medicina.
Para el experto, uno de los aspectos más inquietantes derivados de esta sobrecarga es el estrés, pues aumenta el cortisol, hormona que incrementa los niveles de azúcar, favorece la diabetes y debilita el sistema inmunológico.
También causa problemas digestivos, estimula la secreción de ácido gástrico, eleva la presión arterial y ocasiona infertilidad, irritabilidad, palpitaciones, cansancio o dolores de cabeza permanentes, además de falta de apetito o gula, entre otros aspectos.
El experto señaló que los japoneses tienen una palabra, “karoshi”, que significa muerte por exceso de trabajo. Se calcula que dos mil 300 nipones fallecieron en 2015 por ese motivo.
Las leyes de ese país consideran que si alguien perece en dichas circunstancias, el gobierno aportará a su familia 20 mil dólares, mientras que la empresa contratante desembolsaría hasta un millón y medio de dólares si se demuestra que el deceso se debió a desmesura ejercida contra su empleado, señaló.
En comparación, México cuenta con una de las legislaciones más atrasadas en este punto, a tal grado, que nuestra nación no reconoce como enfermedades laborales a las derivadas del estrés, a pesar de toda la literatura médica al respecto y a sus notorios impactos en el bienestar de los individuos, puntualizó.