Todos contra la obesidad
En México, la obesidad causa casi 200 mil muertes al año, pues esta condición aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes e hipertensión.
Para el año 2030, en América Latina se estima que habrá 191 millones de personas obesas, comparadas con las 60 millones en 2005, según reportes del Banco Mundial.
María Alesandra Pámanes
En México, la obesidad causa casi 200 mil muertes al año, pues esta condición aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes e hipertensión.
Para el año 2030, en América Latina se estima que habrá 191 millones de personas obesas, comparadas con las 60 millones en 2005, según reportes del Banco Mundial.
Más allá de las frases “deja de comer” o “haz ejercicio”, hay alternativas que pueden ser la solución para combatir esta condición que afecta particularmente a Estados Unidos, China, México, Brasil y Turquía, países que concentran a la mitad de las personas obesas del planeta.
Los avances incluyen desde la detección de propensión de este padecimiento desde el nacimiento, y hasta el desarrollo de un polémico microchip que “le dice al cerebro ‘ya no comas, el intestino está lleno de comida y no tienes que comer más'”, dijo Sir Stephen Bloom del Imperial College London.
Pero también se puede controlar y combatir esta condición sin necesidad de implantar un microchip o someterse a una cirugía. Un ejemplo es el control del apetito en las células cerebrales descubiertas recientemente, así como un bypass gástrico “natural”; y en el caso de la obesidad infantil, poner atención al tamaño del plato y de la porción de comida que se sirve –o le sirven– a un niño.
El cerebro y control del apetito
Controlar el hambre puede ser un acto de voluntad, pero controlar las células nerviosas que “dictan” el apetito en el hipotálamo también puede serlo.
Según una publicación en la BBC, científicos de la University of East Anglia, en el Reino Unido, identificaron un grupo de células, tanycytes (en inglés) que pueden controlar el apetito.
Los experimentos de esta investigación publicada en el Journal of Neuroscience, se realizaron con ratones y en los resultados resaltó que las tanycytes producen neuronas que regulan el apetito.
Y es que contrario a lo que se pensaba, los científicos ingleses encontraron que las células nerviosas del cerebro asociadas con la regulación del apetito “se generaron en su totalidad durante el desarrollo del embrión en el útero y no podía ser alterado”, explica la BBC.
Los hallazgos demostraron que “el circuito neuronal que controla el apetito no se establece en número y, posiblemente, podría ser manipulado numéricamente para hacer frente a los trastornos alimentarios”, añadió el Dr. Mohammad Hajihosseini, quien lideró la investigación.
Es decir, que las tanycytes actuaron como células madre en el cerebro de ratones jóvenes y adultos, por lo que se demostró que el apetito se puede modificar y no como se pensaba que se generaba en su totalidad en el útero materno, sin poderse alterar o modificar.
Mediante la técnica denominada “mapeo de destino celular” se analizaron las células nerviosas que regulan el apetito y se encontró que algunas células agregaron neuronas al circuito que regula el apetito en el cerebro del ratón después del nacimiento y hasta la adultez.
Ahora, “el siguiente paso es definir el grupo de genes y procesos celulares que regulan el comportamiento y la actividad de las tanycytes”, dice Hajihosseini.
Menos plato, ¿menos obesidad?
Si eres padre, reflexiona: la obesidad infantil también tiene consecuencias tales como asma, falta de sueño –lo que afecta su desempeño escolar, su comportamiento y su desarrollo cognitivo–, presión alta, problemas en los músculos y hasta infecciones en la piel.
Sin contar el bullying del que podría sufrir en la escuela.
En cuanto un niño pasa del biberón a los vasos entrenadores, el siguiente paso es un vaso “de adulto”, al igual que un plato.
Por lo que se les sirve porciones y raciones de comida de adulto, en cantidades que les proporcionan una cantidad de calorías que sobrepasan las que su cuerpo necesita.
Las bebidas azucaradas y los alimentos altos en calorías abundan en el mercado y en las últimas décadas, el tamaño de las porciones se ha incrementado según indicó la revista TIME esta semana.
Y es que “parece que al ofrecer a los niños platos más pequeños, puede ayudar a que éstos coman la porción de comida adecuada y hasta cuidar el apetito”, señaló Jennifer Orlet Fisher, del Temple’s Center for Obesity Research and Education y autora principal de un estudio publicado recientemente en Pediatrics.
Para la investigación encabezada por Fisher se analizaron 42 niños de 7 años a los que se les ofreció, durante ocho días, un buffet del que podían tomar lo que quisieran.
Los primeros cuatro días los niños tuvieron platos de 7 1/4 pulgadas de diámetro (el plato para ensalada), mientras que el resto de los días utilizaron un plato de comida normal, es decir, de 10 1/4 pulgadas de diámetro.
Los expertos pesaron a los pequeños voluntarios antes y después de comer y encontraron que los niños se sirvieron 90 calorías más por día cuando tomaron los platos grandes y como era de esperarse, solo consumieron la mitad de las calorías, desperdiciando el resto de comida, que era más de lo que comían en los días que tomaron platos chicos.
Los resultados de este análisis indican que cuando los niños se sirven comida en platos “para adultos” tienden a consumir 50 por ciento más en calorías no necesitadas.
“Estudios demuestran que cuando un niño se sirve de más, va a comer más”, dice Jennifer Orlet Fisher.
No es tan simple como cambiar solamente el tamaño del plato, el control de la alimentación de un niño requiere de hábitos de comida, la ventaja para Fisher es que es más fácil formarle el hábito a un pequeño, que a un adulto.
Esto debido a que un niño va a comer cuando tiene hambre, por el contrario, un adulto se ve influenciado por factores externos tales como el precio del alimento y/o las emociones (o por gula).
Plato chico y poca tele
La comida no es el único enemigo del que un padre debe estar atento, las horas que pasan frente a la televisión también son un factor que contribuye a la obesidad.
De acuerdo a análisis científicos, hay una relación directa entre las largas horas que pasa una persona frente a la televisión y un alto índice de masa corporal.
En este espacio hemos aludido a que, según el International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, por cada hora adicional que pasa un niño de entre los dos y cuatro años frente al televisor, su cintura aumenta medio milímetro de circunferencia.
Y no solo eso, de acuerdo a la revista Pediatrics, cuando los niños pasan largas horas frente a la TV, aumenta la propensión a que experimenten emociones negativas, desarrollen rasgos de personalidad agresiva, comportamiento antisocial e incluso crece el riesgo a que padezcan Trastorno Antisocial de la Personalidad o sociopatía.
Una vez más, que un menor pase largos lapsos de tiempo frente a la TV trae consigo más problemas que beneficios y uno de ellos es la contribución a desarrollar obesidad desde una edad temprana.
Los dulces en la infancia son muy populares y si un niño no tiene actividad física y en cambio pasa largas horas frente a la televisión –en la mayoría de los casos con algún snack y no precisamente fruta o verdura– viendo comerciales de comida, es muy probable que desarrolle obesidad.
Otro factor crucial que mencionaron los expertos del estudio es el hábito de sueño, un niño debe dormir de preferencia 10 horas diarias, por muy increíble que parezca, reduce el índice de su masa corporal.
Un bypass ‘natural’
La cirugía del bypass gástrico no solo es un procedimiento delicado sino que también es caro. Pero sus resultados son muy buenos, razón por la que muchas personas se han sometido a esta alternativa.
Pero, un nuevo estudio a cargo de investigadores de la Universidad de Harvard, publicado en la revista Science Translational Medicine, señala que crear los efectos del bypass gástrico en la flora microbiana intestinal –sin la cirugía– podría ser la solución para tratar la obesidad.
El estudio fue realizado con ratones y al colonizar su intestino con “la flora intestinal de otros ratones alterada por un bypass gástrico, estos animales perdieron hasta el 20 por ciento de su peso, exactamente como si también hubieran sido sometidos a la intervención quirúrgica”, apuntó Peter Turnbaugh, uno de los investigadores.
Y es que la flora microbiana intestinal tiene un rol trascendental en la pérdida de peso de una persona que se ha sometido a una cirugía de reducción de estómago, según Lee Kaplan, director del Instituto sobre la Obesidad, el Metabolismo y la Nutrición del Hospital General de Massachusetts.