Hace ya casi cuatro años que el ganador del Oscar, Philip Seymour Hoffman, fue hallado sin vida en su departamento en Nueva York, a consecuencia de su adicción a los medicamentos y la heroína. Desde entonces, su eterna pareja Mimi O’Donnell no había hablado sobre la muerte del actor… hasta ahora.
“Tan pronto como Seymour empezó a consumir heroína de nuevo, lo sentí aterrorizado (…) Le dije: ‘Vas a morir. Eso es lo que pasa con la heroína’. Cada día estaba lleno de preocupación. Cada noche, cuando él salía, me preguntaba: ¿Lo volveré a ver?”, declaró O’Donnell en entrevista para Vogue.
Quien fuera su pareja y la madre de sus tres hijos relató como el consumo del actor pasó de los medicamentos a la heroína, la droga que lo cobraría la vida el 2 de febrero de 2014. La pareja intentó ocultar la adicción de Seymour a su pequeños, pero cuando los síntomas empeoraron y el actor fue a parar al hospital tuvieron que hablar con ellos al respecto.
O’Donnell rememoró en la entrevista la manera en que conoció a Seymour en 1999, él siempre fue sincero sobre sus adicciones, por lo que desde un inició supo que el actor había comenzado a experimentar con la heroína a los 20 años y los 22 acudió a su primera terapia de rehabilitación y desintoxicación.
Seymour llevaba 20 años sobrio, por lo que O’Donnell supo que algo andaba mal cuando planteó volver a beber de manera ocasional. El consumo de medicamentos controlados comenzó tras terminar la obra de Broadway ‘Death of a Salesman’ en 2012.
“No te puedo monitorizar todo el tiempo. Te quiero, estoy aquí para ti, y siempre lo estaré. Pero no te puedo salvar”, le dijo O’Donell al actor tres meses antes que de su cuerpo sin vida fuera encontrado en un piso de Nueva York.
Las señales de que las cosas no terminarían bien iniciaron cuando Seymour regresó a Nueva York tras grabar la tercera película de ‘Los Juegos del Hambre’, el actor se comportaba de manera extraña, por lo que O’Donnell comenzó a llamar a algunos amigos para vigilarlo, sin embargo, fue demasiado tarde, pues Seymour moriría tres días después.
“Estuve esperando su muerte desde el día que volvió a las drogas, pero cuando finalmente pasó, golpeó con fuerza brutal. No estaba preparada (…) No hubo sensación de paz o alivio, sólo un dolor feroz y una pérdida sobrecogedora. Lo más difícil, lo imposible, era pensar en cómo decirles a mis hijos que su padre había muerto”, señaló.
Para O’Donell el pequeño progreso que ha tenido ella y sus hijos, a casi cuatro años de la muerte de Seymour, es que ahora logran recordarlo y hablar de él sin llorar.