El stand up, estar de pie, es la verdadera vida del comediante, literalmente. Cuentan sus peores vivencias para hacer reír y demostrar que no hay mejor forma de olvidar sus pesadillas que riéndose de ellas.
Este género internacional de la comedia le da la libertad a su autor para que exprese cualquier tema con el que ella o él se identifique, y pueda hablarlo con la gente desde un escenario para generar una conexión, una gran comunicación con el público.
La discriminación por una característica física como la obesidad y el color de piel, o hasta la religión y la orientación sexual, son temas empleados por los comediantes que, con un micrófono en mano, comparten su punto de vista o experiencia para generar conciencia y, por supuesto, risa.
“La comedia como cualquier otra herramienta de comunicación se puede usar para el mal o para el bien. Si un comediante en su día a día es racista, homofóbico o es discriminador, eso se va a reflejar en su comedia. Pero si no lo es y de hecho le nace vivir en contra de eso, el humor es muy buena herramienta porque le permite meterse en temas delicados.
“Yo me puedo meter en un tema que usualmente la gente no me dejaría tratar, pero como lo estoy haciendo a través de un chiste, me lo permite más fácilmente. El humor ayuda demasiado a hacerle ver a la gente que en verdad no hay temas delicados si usted los trata adecuadamente, simplemente hay formas y momentos para hacerlo”, comenta a Reporte Índigo Víctor Medina, comediante venezolano de stand up, quien radica en México desde hace seis meses.
Juan Carlos Saavedra, director artístico del St@ndop en el Foro— un evento organizado por el Centro Nacional de las Artes (Cenart) en el que 20 comediantes comparten su manera de percibir el mundo a través del stand up— asegura que la comedia es burlarse de ciertas situaciones para generar conciencia en el público.
“El stand up trata de ser muy lúdico aunque a veces sea muy fuerte lo que los comediantes dicen, y que al final uno se pregunta ‘¿cómo es que me reí de eso?’”, admite Juan Carlos.
La comediante mexicana Ana Julia asegura que más allá de burlarse de la condición de las personas con discapacidad o con cualquier conflicto social, el que ellos hagan comedia hace evidente que hay un problema.
“Es como un ‘no nos ignoren, estamos aquí’. Y así con muchos temas, como el LGBTTI, la obesidad, las razas o la adolescencia. Yo creo que hay una delgada línea entre burlarse de la víctima y burlarse del agresor”, explica Ana Julia.
En el siglo V la comedia sólo se presentaba a través de bufones durante el descanso de sus reyes para equilibrar las tensiones de guerra y conflictos de poder.
En la actualidad pasa lo mismo. Cuando sucedió el terremoto del pasado 19 de septiembre, un hecho que conmocionó a los mexicanos por las pérdidas tanto humanas como materiales, un grupo de comediantes recaudaron fondos a través de shows.
Ana Julia aseguró que cada comediante hacía su rutina personal, pero al final le preguntaban al público “¿están listos para escuchar chistes acerca del temblor?, y la gente aceptaba, pero eran chistes negros sobre una situación fea, y la gente se reía porque la risa es una catarsis, es una manera de afrontar un duelo, es una explosión que necesita tu cuerpo para liberar todo ese estrés que estás acumulando”, afirma la comediante a Reporte Índigo.
Apuntes personales
Para subirse a un escenario, los comediantes deben respetar su propia historia y contarla de manera honesta. Cada standupero escribe sus ideas y vivencias personales para poder armar una rutina de comedia. Pero el chiste no es sólo contarla sino saber cómo hacerlo.
Cada comediante tiene una estrategia personal para justificar a sus jueces— el público— porqué lo cotidiano genera risa y cómo aprender a reírse de eso.
Probando material
Para probar sus rutinas, regularmente los standuperos deben presentarse en escenarios algunas veces casi vacíos para comprobar si sus chistes causan risa o no, pues el “risómetro” es la clave de todo.
Personas con alta dosis de alcohol o aquellas que sólo gritan en los lugares públicos, que habitualmente están presentes en bares, ponen a prueba la máxima ley del standupero: no tomar nada personal.
Ana Julia, quien asegura que el stand up era un hobby en su vida, pero que ahora forma parte de ella, explica que hay dos tipos de shows, aquellos con público dispuesto a reír y aquellos que no están enterados de su presencia.
“(Los buenos shows son) cuando los comediantes dicen que el público está lindísimo. Es decir, cuando todos están poniendo atención y están dispuestos a reír. Porque fueron a eso, a ver un show de comedia. Pero hay otros escenarios en los que la gente no está poniendo atención, nadie pidió verme, nadie sabe que va a ver una persona hablando de su vida en el escenario. Regularmente son esos shows en los que se dice que el público estuvo muy difícil”, comenta Ana Julia.
El silencio incómodo
Víctor Medina, también guionista para El Deforma y para el Chigüire Bipolar, en Venezuela, asegura que aunque el silencio del público como respuesta a sus chistes es horrible, mientras más profesional se vuelve un comediante, más aprende a lidiar con ello.
“(El silencio) es horrible, pero se transforma en un vicio. Lo que más me gusta del stand up es que la gratificación es inmediata. Yo digo un chiste y la gente se ríe o no. Pero cuando uno escribe algo que siempre da risa, y en un momento usted lo suelta y no tiene respuesta, uno siente como un vacío en el estómago y empieza a analizar ‘¿pero qué hice mal?’, ‘¿será que hice algo y no me di cuenta?’, y se empieza a transformar en algo que uno no quiere vivir, pero que con el tiempo tiene que aprender a trabajar”, comenta Víctor.
Alejandro Ortiz Bullé, en Teatralidad y Ritualidad en la Comedia, explica que si el espectador no recibe con claridad los signos de la comedia ni tiene el contexto con el que el standupero guía al público, entonces simple y sencillamente la comedia no surte efecto.