The Walkmen es uno de los grupos que sobrevivieron al hype del sonido que surgió en Nueva York en 2002, año en que escuchamos a Interpol, The Rapture y The Strokes.
Pero de esta generación de bandas, The Walkmen es la que ha mantenido una constancia casi matemática: han lanzado un álbum cada dos años.
Con “Heaven”, su séptimo disco, han encontrado un sonido “maduro”, dejando atrás los gritos y guitarrazos de “The Rat” (2004) o “This Job Is Killing Me” (2006).
En cambio, la banda ahora suena potente sin necesidad de gritarlo. Hamilton Leithauser, el vocalista, ahora suena más desgarrador entonando, que expulsando todos sus demonios a gritos.
Es curioso cómo los fans crecemos a la par de una banda. Yo he crecido escuchando a The Walkmen desde su debut. He visto tres veces en vivo cómo se les saltan las venas a todos los integrantes mientras tocan con furia sus éxitos.
Pero 12 años después, el ritmo –más no la calidad– comienza a llegar a un punto más pausado. Lo veo en mis gustos: el folk y el ambient comienzan a sustituir el punk y el hardcore.
En el caso de The Walkmen, les ha llegado el momento de tener una canción como “Southern Heart”, con una guitarra acústica como único acompañante.