Donde debería haber rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta, hoy sólo existe un negro luctuoso a causa de la violencia que azota a la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero e intersexual (LGBTTI) en México.
Asesinatos impunes que quedan impregnados en el papel de algunos diarios, fungen como el registro, apenas visible de los grupos vulnerables que no encuentran la justicia en ningún lugar.
En México, de acuerdo con datos de algunas organizaciones como ‘Letra S’, mil 310 personas de la comunidad LGBTTI fueron asesinadas entre 1996 y 2016. Mil 21 eran hombres, 265 transexuales y 24 eran mujeres.
La falta de protocolos para determinar los asesinatos se inscriben como un crimen de odio y eso provoca que no exista un índice de plenamente confiable.
Alejandro Brito, director de la organización civil ‘Letra S’, presentó un informe en el que destaca que en el 63 por ciento de los casos de asesinatos a la comunidad LGBTTI hay impunidad. Esto se debe a que las autoridades conciben este tipo de homicidios en rubros que les impiden reaccionar acorde con las medidas establecidas.
De los casos contabilizados, el 44.4 por ciento son por robo o asalto, 18.5 por ciento se refiere a pasionales, 15.7 por ciento corresponde a crímenes de odio y 10. 2 por ciento está vinculado al crimen organizado. Por esta razón, Brito señala que es necesario que la comunidad denuncie para tener registros más claros.
De acuerdo con el informe, los más vulnerables de la comunidad LGBTTI tienen entre 18 y los 39 años, tres de cada 10 oscila de 19 a 29 años y un tercio de las víctimas se encuentra entre los 29 y 39 años de edad.
Los delitos suelen presentar la utilización de más de dos formas de ataque, entre las que destacan las armas blancas, golpes, armas de fuego, asfixia y la utilización de objetos contundentes como rocas, palas, entre otros.
Por otra parte, aunque México se ubica en el segundo lugar global de crímenes de odio, es el mundo entero el que está dando de qué hablar.
Uno de los más recientes ejemplos radica en el país vecino del norte, donde Donald Trump anuló a principios de año una norma que permitía a los niños transexuales elegir el baño y los vestidores en función del género con el que se identificarán.
Visibilización: la solución
Para algunas personas que pertenecen a la comunidad LGBTTI queda claro que la sociedad es más tolerante, sin embargo, están conscientes de que eso no significa un respeto hacia su orientación sexual.
“Es importante no aparecer como víctimas, sino como personas sujetas de derechos”, comenta Jaime Morales, activista de la comunidad LGBTTI.
Para Morales, también guionista, las personas LGBTTI gozan de las mismas garantías y derechos que cualquier persona, la diferencia radica en que las autoridades no las quieren respetar. Los cambios para el activista parecen notarse pero es el tema de la seguridad el que se sigue quedando atrás.
“Vivimos en una sociedad misógina que dice: si son mujeres las madreamos y si son putos, los matamos”, expresa.
La violencia generada al sector LGBTTI parece crecer a la par de las exigencias y del reconocimiento solicitado a las autoridades y a la población en general, es por ello que estas fechas sirven de recordatorio para mostrar que la condición oprimida, ignorante y temerosa del entorno es la que debe cambiar.
Reformar los códigos, las unidades o fiscalías especializadas para evaluar el funcionamiento de las mismas, conocer los protocolos de atención, las garantías en los procesos penales, apropiación del lenguaje, entre otras, permitirá un mejor ejercicio del derecho.
“Para lograr la equidad hay que lograr la visibilización. Hablando del sector empresarial, son aquellas empresas que estén dispuestas a contratar talento diverso las que logren hacer un cambio en una red importante del comercio a nivel mundial”, cuenta César Casas, Presidente de la Federación Mexicana de Empresarios LGBT (FME-LGBT).
Para Carlos López, activista y sociólogo de la Universidad Autónoma de México (UNAM), no sólo se trata de sancionar o castigar.
“Sino de cambiar las conductas en el entendido de que no nacemos homofóbicos, pues las conductas son aprendidas y también se pueden desaprender”.
Victimización: el otro lado
La preferencia sexual no representa un impedimento para todos los homosexuales que quieren desarrollarse y están dispuestos a mostrar “de cómo les toque” que todos somos iguales.
“Hubo una época en donde lo visible era la diferencia… Los logros de la comunidad están cada vez más encausados a la heteronorma, pues sus comportamientos están más condicionados a su comportamiento heterosexual en la sociedad”, dice Wenceslao Bruciaga, columnista y periodista.
Para Wenceslao, los logros homosexuales son aquellos que se apegan a conductas heteronormativas, considerando que eran las distinciones que tenían como comunidad, lo que para muchos forma ahora parte de una vergüenza.
“Parece que somos más vulnerables que los hombres heterosexuales y yo no me la compro. Si nos empoderáramos aunque sea un poco podríamos confrontar al homofóbico y decirle: ‘ya estoy hasta la madre, no te voy a permitir nada, me voy a defender… Sé que no es la solución, pero al menos así se lo pensarían dos veces antes de agredirnos o agredir a alguien más’”, comenta Bruciaga.
Para el periodista, defender su derecho a imponerse ante una sociedad que te asume heterosexual, es salir del clóset.
“El mundo no sabe que a veces ver perder a tu equipo es a peor que te digan ‘puto’”, cuenta entre risas.
Volver a iniciar desde lo que los hacía diferentes y salir de la zona de confort para demostrar el hartazgo es otra forma dejar de demostrar la capacidad de cuestionarse a sí mismo.