Un sombrero, melena larga, gafas oscuras, un tótem indio al cuello y la guitarra fueron los fieles acompañantes de Sixto Rodriguez (1942- 2023) en el escenario, al menos las contadas veces que lo pisó.
El enigmático músico, cuyas letras, profundas y emotivas que reflexionaban sobre la existencia y la lucha, y que resonaron en lugares inesperados, particularmente en Sudáfrica durante tiempos de opresión y lucha contra el apartheid, falleció este martes 8 de agosto a los 81 años, según reportó una página web enfocada a difundir la obra del músico.
Apenas hace un mes, a pesar de sus problemas de salud, el cantante había asistido a un tributo por sus 81 años que organizó un grupo de músicos locales en un café de Detroit. Un evento para celebrar a ese “juglar local” que solía deambular por las calles de esa ciudad con una guitarra en la espalda.
Ignorado por décadas, su voz rasposa y melodiosa irrumpió masivamente a finales de 2012, después de que el realizador sueco Malik Bendjelloul lo reviviera en el oscarizado documental Searching for sugar man.
El mundo entero descubrió entonces la increíble voz e historia de este hombre que, según una de las tantas leyendas alrededor de él, se había suicidado un día en el escenario. En realidad, solo había decidido desaparecer de la escena musical ante la falta de reconocimiento de sus dos únicos discos (Cold Fact, de 1970 y Coming from Reality, de 1971) y se había refugiado en su natal Detroit.
Reconocimiento tardío
Nacido de las esperanzas de un emigrante de San Luis Potosí, Sixto Rodriguez, vio la luz en Detroit, Michigan, en 1942, en una tierra que pronto acogería sus sueños y los haría resonar como melodías eternas.
Encontró su voz en la poesía y el rocanrol, escalando las cimas de la emoción a la altura de leyendas como Bob Dylan. La fama, tan esquiva y escurridiza, finalmente abrazó su talento, aunque, quizá, un poco más tarde de lo merecido.
Rodriguez, un espíritu libre, nunca se pavoneó como una estrella del rock en el escenario. En cambio, su música cruzó océanos y fronteras, resonando primero en las tierras lejanas de Australia y Nueva Zelanda. Sus canciones marcaron a toda una generación en Sudáfrica, donde, sin que él mismo lo supiera e imaginara, llegó a ser una figura de culto y alcanzó a ser disco de platino.
Ese éxito no lo conoció hasta que en 1998 su hija mayor encontró un sitio web dedicado a su obra. Gracias a eso, realizó en ese año su primera gira sudafricana.
El cantante, que adquirió su nombre del número que ocupó entre los seis hermanos, fue redescubierto por el documentalista sueco cuando ya tenía 70 años y vivía casi al borde de la miseria. Habitaba una humilde casa que se había comprado en 1970 por 50 dólares. Ahí se había refugiado desde que, decepcionado por la industria musical, decidió abandonar los sueños de gloria y ser un obrero de la construcción.
“En aquella época había mucha competencia, Carole King publicaba sus primeros discos, Fleetwood Mac también. Yo estaba en un sello pequeño que fracasó rápidamente. Así que no tuve mi oportunidad, pero no importa, mi vida ha sido feliz a pesar de todo”, comentó en una entrevista con el periodico francés Libération, tras su redescubrimiento hace una década.
Siempre tímido frente a las cámaras y reflectores, Rodriguez jamás dio señales de remordimiento de la vida que llevó tras su fracaso musical. “La mía es solo una historia típica de la pobreza a la riqueza, pero mejor así que de la riqueza a la pobreza”, declaró en algún momento al periodico The Guardian.
Fue la voz de los desprotegidos
En entrevista con Reporte Índigo, Alejandro Gónzalez Castillo, músico, investigador y autor del libro 200 discos chingones del rocanrol mexicano, lo define como el gran representante de la voz de los desprotegidos, porque justo de ese mundo provenía.
“En diversos sentidos la historia de Rodriguez es ejemplo de resistencia y congruencia, pero también subraya la importancia del periodismo en una época donde parece relegarse dicha labor. Porque Sixto pasó de pobre a millonario en más de un nivel gracias a un documentalista; ahí el periodismo se puso al servicio de la verdad y, en este caso, operó como una especie de ente justiciero”, comparte.
Searching for Sugar Man (2012) fue una aclamada obra de Malik Bendjelloul, quien un par de años después de alzarse con el Oscar al Mejor Documental Largo se suicidó. A través de la lente de esta obra, las notas y los versos de Sixto Rodriguez encontraron un hogar en los corazones de innumerables almas sedientas de autenticidad y emoción.
Desde entonces, temas como “Sugar man” y “I wonder” se han convertido en el soundtrack de una generación que lo vio resurgir de las ruinas de Detroit.
Después del efecto bola de nieve que causó el trabajo de Bendjelloul, ese trovador moderno atrajo nuevamente los reflectores y a partir de 2013 ofreció varios conciertos en diversas partes del mundo. Sus presentaciones, llenas de expectativas y euforia de millones de nuevos seguidores, llegaron a ser conmovedores, pero también dolorosos, pues para entonces ya era una sombra de sí mismo y parecía físicamente agotado.
A sus 81 años, estaba casi ciego, acababa de ser sometido a una cirugía después de un accidente cerebrovascular y vivía modestamente en su casa en Detroit, una ciudad donde solo quedan los fantasmas de una gran época industrial y a los que ahora se suma el alma ambulante de este Sugar man.
Su discografía
- Cold Fact fue su primer álbum. Editado en marzo de 1970 por el sello Sussex Records. Incluye sus éxitos “Sugar Man”, “I Wonder”, “Crucify Your mind”
- Coming from Reality. Es su segundo y último álbum de estudio. De 1971. Entre los temas están “I Think of You” y “Cause”
- Alive. En 1979 hizo una gira en Australia y en 1981 circuló un disco sobre esos conciertos