Pasión, entrega, talento, voluntad… y un violín. Son los recursos de los que el violinista indio-americano Robert Vijay Gupta se valió para iniciar Street Symphony, una organización sin fines de lucro comprometida a “llevar el enorme poder terapéutico de la música clásica a las personas con enfermedades mentales que viven en comunidades marginadas y de extrema pobreza en Los Ángeles”, se lee en su sitio Web.
Pero su fuente de inspiración, dice en su reciente plática de TEDMED, fue el norteamericano Nathaniel Ayers (retratado por el actor Jaime Foxx en la película “El Solista”), un violinista prodigio cuyo cuadro de esquizofrenia lo llevó a abandonar sus estudios en el prestigioso conservatorio de música Juilliard School, para terminar de indigente en las calles de Nueva York.
“Fui testigo de cómo la música era capaz de traerlo (a Ayers) de vuelta de sus momentos más oscuros, de lo que me parecía (…) era el comienzo de un episodio esquizofrénico”, narra Gupta, quien tuvo oportunidad de trabajar con Ayers.
Ayers fue el músico que “me ayudó profundamente a encontrar mi voz y a dar forma a mi identidad como músico”, expresa Gupta, quien ha dado a conocer su talento como solista en conciertos con la Filarmónica de Nueva York y la Orquesta Sinfónica de Bombay, entre otros.
Pero las pasiones de Gupta que residen en la fusión de la música y la salud mental tienen historia.
El violinista comenzó a transitar el largo camino de la medicina durante sus estudios universitarios, donde tuvo oportunidad de conocer al neurólogo Gottfried Schlaug, actual director del Music and Neuroimaging Laboratory, de la Harvard Medical School, en Boston, quien lo introdujo a la ciencia detrás del poder de la música en el cerebro.
“Me demostró cómo los músicos tienen estructuras cerebrales fundamentalmente distintas que quienes no son músicos; cómo el escuchar música podría iluminar todo el cerebro, (abarcando) de la corteza prefrontal y de regreso al cerebelo”, expresa Gupta al auditorio.
Y cómo la música, además, tiene el poder de lograr que personas recuperen la capacidad de producción del habla que han perdido o que ha sido deteriorada a causa de lesiones cerebrales en áreas que controlan el lenguaje, producto de un accidente cerebrovascular o un tumor cerebral, por ejemplo.
Un resultado propio de una técnica que Gupta menciona como “muy popular en la musicoterapia”, que se conoce como “terapia de entonación melódica”.
Esta terapia se vale del ritmo y la melodía para incitar a los pacientes que han sido “privados” del habla a expresar, cantando, las palabras que sin el estímulo de la música no hubieran podido pronunciar.
“Me había enamorado de la neurociencia (…)”, dice Gupta al narrar su experiencia con el doctor Schlaug. También de la música, que para el violinista, dice, era “más que una pasión, era obsesión, oxígeno”.
¿Música o medicina? Gran disyuntiva. Pero quizá el hecho de que Gupta tenía una larga trayectoria con el mundo de la música –al que se introdujo desde los cuatro años de edad– y eso fue suficiente para tomar la decisión de abandonar la carrera de medicina.
Aunque no por completo. La creación de Street Symphony, finalmente, responde a lo que la experiencia de tocar el violín con Nathaniel Ayers produjo en Gupta.
“(…) adquirió un significado más profundo, porque ahora (la música) se trataba de la comunicación donde las palabras fallan”, describe Gupta.
De ahí que la misión de Gupta y los músicos activistas en Street Symphony sea el recordar a las personas que sufren de una enfermedad mental “(…) que aún tienen la capacidad de experimentar algo hermoso y que la humanidad no los ha olvidado”.