Sin empatía, no hay cura
El placebo, esa sustancia inerte –como las pastillas de azúcar, por ejemplo– que es capaz de producir un curioso efecto curativo en el paciente, arrastra una serie de variables o elementos que entran en juego a la hora de contribuir a su buen funcionamiento.
Elementos que invitan a replantear el significado del “cuidado” o “tratamiento” médico, y a considerar la importancia de que en el entorno clínico se fomente una relación médico-paciente marcada por la empatía, con énfasis en el individuo.
Eugenia RodríguezEl placebo, esa sustancia inerte –como las pastillas de azúcar, por ejemplo– que es capaz de producir un curioso efecto curativo en el paciente, arrastra una serie de variables o elementos que entran en juego a la hora de contribuir a su buen funcionamiento.
Elementos que invitan a replantear el significado del “cuidado” o “tratamiento” médico, y a considerar la importancia de que en el entorno clínico se fomente una relación médico-paciente marcada por la empatía, con énfasis en el individuo.
Y es que el verdadero valor del placebo no reside necesariamente en sus propiedades médicas, sino en sus mecanismos tanto subjetivos (el poder de la sugestión mental de un individuo) como biológicos (existe evidencia científica de que esta forma de tratamiento inocuo estimula procesos fisiológicos, como cambios en el ritmo cardiaco, presión arterial y hasta la liberación de neurotransmisores en el cerebro).
Un elemento crucial que condiciona el éxito del fenómeno tiene que ver con el ritual terapéutico que acompaña la terapia, es decir, “las palabras, los gestos, el contacto visual, la calidez, empatía y compasión que un médico intercambia con su paciente; (…) el placebo consiste en símbolos médicos, batas blancas, diplomas, pastillas recetadas”, dijo a NPR Ted Kaptchuk, especialista en medicina china y Profesor Asociado de Medicina de la Escuela Médica de Harvard.
Kaptchuk se ha dedicado los últimos 15 años a desmenuzar los elementos que juegan un papel fundamental en la respuesta al placebo, a través de diversos ensayos clínicos donde pacientes se someten a tratamientos ficticios.
Precisamente a raíz de estas investigaciones clínicas con placebo se ha hecho evidente la importancia del ritual terapéutico, que incluye la manera en la que se administra la sustancia inerte y el entorno hospitalario donde se lleva a cabo el procedimiento, toda esa parafernalia de la que habla Kaptchuk, al igual que una interacción positiva entre médico y paciente para la eficacia del tratamiento.
Ese fue el caso de un ensayo clínico de 2008 encabezado por Kaptchuk en colaboración con gastroenterólogos, realizado con 262 pacientes con síndrome de intestino irritable.
Los 262 pacientes fueron divididos en tres grupos distintos: un grupo control que no recibió tratamiento, para comparar los resultados; un segundo grupo sometido a una terapia de acupuntura placebo –agujas aplicadas sin perforar la piel– en manos de un profesional de la salud, atento y simpático, con quien establecieron contacto físico; y un tercer grupo que recibió el mismo tratamiento, pero bajo una circunstancia distinta, donde la interacción con el profesional era mínima.
Tal como se había esperado, se demostró que la atención personalizada recibida por parte del profesional cálido y compasivo, aunado al factor tacto, contribuyeron a la eficacia de la acupuntura placebo, pues los pacientes en este grupo respondieron mejor que quienes no gozaron de este ritual terapéutico.
Otro detalle: se ha demostrado que el placebo (cirugías simuladas, pastillas de azúcar, acupuntura, etcétera), al igual que un medicamento activo, alivia síntomas reales como el dolor, asma, náuseas o un estado depresivo.
Así lo mencionó el neurocientífico de la Escuela Médica de la Universidad de Turín, Fabrizio Benedetti, en una entrevista vía correo electrónico para la Harvard Magazine:
“(…) lo que los ‘neurocientíficos placebo’ hemos aprendido [es] que los rituales terapéuticos mueven una gran cantidad de moléculas en el cerebro de los pacientes, las mismas activadas por las drogas que prescribimos en la práctica clínica de rutina; en otras palabras, los rituales y los fármacos utilizan las mismas vías bioquímicas para influir en el cerebro del paciente.”
Cuestión de empatía
Es numerosa la evidencia científica que da cuenta del poder curativo de la empatía del médico –que implica comprender la perspectiva del paciente– en el ámbito terapéutico.
En un estudio publicado en Academic Medicine en 2012, investigadores invitaron a un grupo de 242 médicos de sanidad pública en Parma, Italia, para valorar, mediante una escala validada, la asociación entre su empatía y la tasa de complicaciones metabólicas agudas en sus pacientes diabéticos (en una muestra de más de 20 mil pacientes estudiados).
Los resultados demostraron que los pacientes de aquellos médicos que reportaron un mayor puntaje en la escala de empatía, presentaron una menor tasa de complicaciones de salud: 29 pacientes de los 7 mil 224 del grupo de médicos empáticos, por ejemplo, fueron a dar al hospital, a diferencia de 42 pacientes de los 6 mil 434 atendidos por especialistas que obtuvieron una calificación menor en la escala de empatía; un aumento del 30 por ciento.
Otro hallazgo es el arrojado del estudio liderado por el Dr. David Rakel, de la Escuela de Medicina y Salud Pública de Wisconsin, en el que investigadores encontraron que aquellos participantes que evaluaron de forma impecable a sus médicos en términos de empatía y atención, no solo se recuperaron del resfriado, en promedio, alrededor de un día antes, sino que mostraban síntomas de menor severidad y un aumento del doble de actividad en un marcador del sistema inmunológico.
También se ha demostrado que la empatía del médico en su relación con el paciente está asociada a un menor número de errores en la práctica clínica y demandas por negligencia, y que indicadores de esta capacidad como la comunicación, charla positiva, el contacto visual, tacto, gestos y hasta el periodo de tiempo del encuentro puede contribuir a una mayor satisfacción del paciente.
Placebo a la inversa
La neurociencia ha podido comprobar que cuando el médico realmente se ponen en nuestros zapatos, se activan las mismas áreas de la corteza cerebral que en aquellos pacientes que experimentan el efecto placebo y demuestran una mejora.
Una muestra de empatía traducida en satisfacción al ver cumplidas sus expectativas de alivio y sentimientos de recompensa; o algo así como el efecto placebo a la “inversa”.
Así lo demostró un estudio reciente realizado por el Hospital General de Massachussets y el PiPS de la Escuela Médica de Harvard, en el Centro Médico Diaconisa Beth Israel en el que participó Kaptchuk, publicado a fines de enero pasado en Molecular Psychiatry.
Los hallazgos en este estudio incitan a la adopción de nuevos esquemas del protocolo terapéutico.
“Ya sabemos que la relación médico-paciente proporciona consuelo e incluso puede aliviar muchos síntomas. Ahora, por primera vez, hemos demostrado que el cuidado de los pacientes engloba una neurobiología única en los médicos”, dijo Kaptchuk en un comunicado.
Y agrega: “Nuestra objetivo último es transformar el ‘arte de la medicina’ en la ‘ciencia del cuidado’ y esta investigación es un primer paso importante en el proceso a medida que continuamos las investigaciones para descubrir cómo las interacciones médico-paciente puede llevar a resultados clínicos cuantificables en los pacientes”.
La ‘ciencia del cuidado’
Estudio más reciente de Kaptchuk (restringido)
El poder del tacto
Involucrado en el alivio de síntomas