Si no es seguido, no pasó

Si alguna vez has tenido un recién nacido en casa, seguramente estás familiarizado con las noches de sueño intermitente, y probablemente te has consolado pensando que la suma de las horas es igual que si durmieras todas en una sola “sesión”.

Según un estudio de la Universidad de Tel Aviv, este no es el caso.

Ana Paulina Valencia Ana Paulina Valencia Publicado el
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Si alguna vez has tenido un recién nacido en casa, seguramente estás familiarizado con las noches de sueño intermitente, y probablemente te has consolado pensando que la suma de las horas es igual que si durmieras todas en una sola “sesión”.

Según un estudio de la Universidad de Tel Aviv, este no es el caso.

Los resultados de la investigación, publicada en Sleep Medicine, sugieren que el sueño interrumpido es tan malo para la salud como no haber dormido nada, y ligaron este patrón de sueño irregular con una menor capacidad de atención, malos humores y bajas respuestas cognitivas.

“El sueño de muchos padres suele ser obstaculizado por fuentes externas, como el llanto de un bebé que pide atención durante la noche. Los doctores de guardia, que reciben varias llamadas también tienen este problema” dice a Science Daily Avi Sadeh, director de la clínica del sueño de la universidad.

Según dice, despertarse aún por periodos de solo unos minutos, altera el ritmo natural del sueño, y “el estudio es el primero en demostrar los serios efectos cognitivos y emocionales”, como “atención disminuida y malos humores”.

Para el análisis, se monitorearon los patrones de sueño de estudiantes voluntarios, usando pulseras que detectan si la persona está despierto o dormido.

Primero, los estudiantes pasaron una noche dormidos ocho horas, y en la siguiente se les despertó con una llamada telefónica cuatro veces. A la mañana siguiente, se les pidió que hicieran pruebas de alerta y atención, y cuestionarios sobre su humor.

Aún después de solo una noche de interrupciones al sueño, se encontró una relación entre la falta de descanso y problemas emocionales y cognitivos.

“Sabemos que estos efectos se acumulan, y por lo tanto el precio funcional que los nuevos padres –que se despiertan entre tres y diez veces cada noche por varios meses– pagan es enorme”, señala Sadeh. “Además de los efectos físicos, los padres suelen desarrollar sentimientos de enojo hacia los pequeños, y culpa por ello”.

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