Seducción involuntaria
¿Recuerdas alguna comedia romántica en la que un hombre queda totalmente paralizado cuando ve pasar a una mujer? Yo sí, miles, y estoy segura que tú también. La ficción está basada en la realidad y esta no es la excepción.
La clásica imagen de un hombre que reacciona un poco aletargado –casi como en estado de shock– por “culpa” de una mujer no es exclusivo de las películas “palomeras”, ni de las galardonadas, mucho menos es exclusivo de la adolescencia.
María Alesandra Pámanes
¿Recuerdas alguna comedia romántica en la que un hombre queda totalmente paralizado cuando ve pasar a una mujer? Yo sí, miles, y estoy segura que tú también. La ficción está basada en la realidad y esta no es la excepción.
La clásica imagen de un hombre que reacciona un poco aletargado –casi como en estado de shock– por “culpa” de una mujer no es exclusivo de las películas “palomeras”, ni de las galardonadas, mucho menos es exclusivo de la adolescencia.
Si eres hombre, te costará admitirlo y si eres mujer, una sonrisa se formará mientras lees lo siguiente: todos y cada uno de los hombres de este planeta se han sentido “tontos” ante una mujer (o varias).
No es exageración, es algo mucho más allá que una simple sensación. Un estudio reciente comprueba que los hombres realmente se ven afectados a nivel cognitivo cuando entran en contacto con una mujer.
Si decían que las mujeres nos “entorpecíamos” por anteponer los sentimientos o ser “víctimas” de un desbalance hormonal, el tartamudeo de un hombre cuando está nervioso en una cita de amor realmente refleja que está atravesando por un proceso en el que se ve afectada su mente.
Y no solo eso, el estudio demostró que incluso desde la anticipación al encuentro y/o interacción con una mujer que le parezca atractiva, el hombre se ve afectado cognitiva y mentalmente.
El estudio fue encabezado en 2009 por Sanne Nauts y sus colegas de la Universidad de Nijmegen en los Países Bajos y contó con la participación de universitarios holandeses.
Para la investigación se hizo la prueba Stroop, que midió la capacidad de hombres y mujeres. Después, los participantes realizaron un ejercicio en el que les dictaban un nombre común de hombre y otro de mujer; en esta prueba fueron grabados por una cámara y fueron avisados previamente de que no podían tener contacto con la persona del nombre que les dictaron.
Al terminar esta fase del estudio, volvieron a realizar una prueba de Stroop. Los resultados arrojaron que el desempeño de las mujeres no se alteró, a pesar de que se sintieron observadas por la cámara (ya sea por otra mujer o por un hombre), mientras que los hombres (a quienes supuestamente los observaba una mujer), tuvieron un desempeño destacable durante la segunda prueba de Stroop.
De hecho, con tan solo “mencionar un nombre femenino en lugar de uno masculino era suficiente para perjudicar el rendimiento cognitivo del hombre”, dice el equipo liderado por Nauts y por el psicólogo Johan Karremans.
Aunque no lo creas, no era necesario que se tratara de una mujer atractiva o sensual a criterio común, pues “estos efectos se producen incluso si los hombres no reciben información sobre el atractivo de la mujer”, según científicos del estudio.
Los expertos apuntan a que un hombre –de la población del estudio todos eran heterosexuales y jóvenes– con el mero conocimiento de que será observado (por una mujer), aumenta su presión social y mejora su desempeño intelectual para “atraer” o causar le mejor impresión posible al sexo opuesto.
Esto va aún más allá, a los participantes se les dijo que una mujer o un hombre le enviaría un mensaje instantáneo y aunque éstos no se mandaron, el hombre de todos modos se ruborizó y falló nuevamente en pruebas que analizaban su desempeño cognitivo.
Irónicamente, entre más trata un hombre de mejorar la impresión que quiere proyectar, más se ve afectado su cerebro.
La hipótesis que los expertos señalan es que esto se puede deber a que el hombre intenta predecir o saber con anticipación qué interpretarán con las acciones que lleve a cabo, lo que requiere energía mental.
Cuando queremos dar nuestra mejor impresión ante alguien a quien consideramos importante o especial, o bien, ante un público masivo, “se nos entorpece el pensamiento claro”.
Lo anterior de acuerdo a Daisy Greewal, autora del artículo relacionado a este estudio publicado en Scientific American.
Además, en el caso específico de los hombres, “pensar en interactuar con una mujer es suficiente para desordenarles un poco el cerebro”, enfatiza Greewal, quien también es psicóloga social de la Universidad de Yale e investigadora de la Escuela de Medicina de Stanford.
Pareciera que en el instinto de todo hombre heterosexual, la tarea automática de atraer al sexo opuesto está intrínsecamente ligada a su desempeño psicológico y cognitivo.
Nauts explica que esto puede ser consecuencia de que los hombres tienden a interpretar una situación relativamente neutra con connotación sexual, mucho más que las mujeres.
Los hombres tienden a interpretar una situación relativamente neutra con connotación sexual, mucho más que las mujeres.