Salud enfermiza
“Come frutas y verduras", "Aliméntate sanamente", "Nada con exceso"... son frases y slogans publicitarios que se escuchan una y otra vez en la radio y la televisión. Incluso en Internet.
Actualmente está de moda comer sano, orgánico y sin conservadores, y la atención del mundo está centrada en combatir epidemias mortales como la obesidad y la diabetes.
Sin embargo, hay ocasiones en las que ser demasiado "sano" se vuelve una enfermedad, como es el caso de las personas que padecen ortorexia.
María Alesandra Pámaneshttps://www.youtube.com/watch?v=BH7QsDVWaiI
“Come frutas y verduras”, “Aliméntate sanamente”, “Nada con exceso”… son frases y slogans publicitarios que se escuchan una y otra vez en la radio y la televisión. Incluso en Internet.
Actualmente está de moda comer sano, orgánico y sin conservadores, y la atención del mundo está centrada en combatir epidemias mortales como la obesidad y la diabetes.
Sin embargo, hay ocasiones en las que ser demasiado “sano” se vuelve una enfermedad, como es el caso de las personas que padecen ortorexia.
Esta enfermedad se define como un desorden alimenticio que consiste en la obsesión por consumir alimentos sanos, rechazando todo lo que la persona considere como no saludable.
No, no se trata de atacar a quienes optan por una vida sana y llevan regímenes alimenticios balanceados, o que siguen las dietas de los nutriólogos.
Una persona ortoréxica desarrolla una obsesión tal que llega a recorrer kilómetros diariamente por consumir alimentos “lo más sano posible”, y se aísla de seres queridos porque ellos comen chatarra.
Y es que no solo se trata de comer para verse bien o para estar saludable, la ortorexia es una patología en la que la persona convierte a la comida en el centro de su vida, dejando a un lado el resto de prioridades.
Rubén Bravo, experto en alimentación y portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), señala que para considerarse un paciente de este trastorno alimenticio, las decisiones que se toman sobre la alimentación “comienzan a limitar su vida (…) y su alimentación es una religión”.
Los ortoréxicos excluyen de su alimentación nutrientes que son necesarios para el bienestar físico y mental del organismo, lo que puede traducirse en enfermedades y problemas de salud. Entre ellos están anemia, desnutrición, osteoporosis, infecciones por un deficiente funcionamiento del sistema inmune, así como déficit de vitaminas y minerales.
Bravo añade que “(…) entre el esfuerzo por comer sano y la obsesión por los alimentos dista solo un paso. Desde el punto de vista médico hablamos de un tipo de trastorno obsesivo que lleva al extremo la idea de una alimentación sana. La persona que padece ortorexia desarrolla un control exhaustivo y cada vez más estricto de los componentes de los alimentos, procura ingerir solo comida orgánica, vegetal, no tratada con fertilizantes, sin conservadores ni grasas saturadas”.
Alrededor del 28 por ciento de la población en los países desarrollados padece este trastorno alimenticio.
Según el sitio Web ortorexia.org, las personas con este mal a menudo “pueden estar aisladas socialmente, ya que planean su vida alrededor de la comida. Es posible que tengan poco espacio en la vida para otra cosa. Los ortoréxicos pierden la capacidad de comer intuitivamente – a saber cuando tienen hambre, la cantidad que necesitan, y cuando están llenos (…)”.
Todo con medida
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia a la ortorexia va en aumento y cada vez más personas –sobre todo jóvenes– caen en esta patología.
Rubén Bravo indica que “las alarmas se deben disparar cuando alguien dedica más de tres horas a organizar su menú, cuando busca cualquier excusa para no comer fuera hasta el punto de minimizar sus relaciones sociales e, incluso, cuando cuenta cuántas veces mastica cada bocado”.
¿Cómo comienza la ortorexia? Muy sencillo. La persona empieza por dejar alimentos con alto contenido calórico, abandona las grasas y elimina las carnes rojas de su menú.
Le sigue la exclusión de azúcares y lácteos.
La Dra. Cristina Bouza, quien es especialista en la Clínica Instimed, en Madrid, dice que si la persona no tiene la enfermedad celíaca o si no es intolerante, no tiene por qué eliminar alimentos que contengan gluten, que es “una de las principales proteínas del trigo. Aporta vitaminas del grupo B y minerales como el hierro, calcio o zinc, entre otros nutrientes, por lo que no hay motivo alguno para eliminarlo de una dieta equilibrada”.
Expertos en nutrición como Bouza recomiendan seguir dietas recetadas por nutriólogos, para lograr tener un régimen balanceado y que contenga lo que dicta la pirámide alimenticia.
> Propensos a la ortorexia
Las mujeres, los jóvenes y los deportistas son los más propensos a volverse ortoréxicos. También quienes se exigen más de la cuenta, así como personas que son obsesivas, compulsivas y aprensivas.
> ¿Cómo tratar la ortorexia?
Debido a que se esconde detrás de un estilo en el que se “vive y come sano”, esta patología es difícil de diagnosticar. Y como no está considerada un diagnóstico clínico e incluso médicos y psicólogos no lo consideran problema, se recomienda acudir con un nutriólogo, un terapeuta o un profesional en trastornos de alimentación para atenderse.
> Consecuencias de la ortorexia
En estado avanzado o grave, la ortorexia puede poner en riesgo la vida de la persona, pues aumenta el riesgo de padecer acidosis metabólica (incremento en la acidez del plasma sanguíneo), pancitopenia (pérdida de glóbulos rojos, glóbulos blancos y de plaquetas en la sangre) e hiponatremia (pérdida anormal de sodio en el cuerpo).
¿Es ortorexia o no?
El Dr. Steven Bratman fue quien acuñó este término en 1997. Para determinar un diagnóstico de este trastorno, Bratman utilizaba una serie de preguntas que incluían:
– ¿La persona se preocupa más por la virtud de lo que come que por el placer de consumirlo?
– ¿Pasa más de tres horas al día pensando en alimentos saludables?
– ¿Se siente superior respecto a sus conocidos que comen “de todo”?
– ¿Siente culpabilidad extrema por no haber cumplido con su régimen alimenticio?
– ¿Disminuye su calidad de vida a medida que aumenta la calidad de su dieta?