Matilda y Charlie y la Fábrica de Chocolates están desde hace unos días en medio de un fuego cruzado entre los impulsores de la corrección política y los que defienden la libertad de expresión, una polémica provocada por el anuncio de la editorial Puffin Books en Reino Unido, que con aval de los albaceas, reeditó algunos libros del reconocido escritor de libros infantiles Roald Dahl con modificaciones pensadas para llegar a un público más moderno. Con ese fin, los editores británicos eliminaron lenguaje considerado ofensivo en razón de género, raza y salud mental, lo cual ha provocado una ola de indignación en el mundo literario y más allá, con voces como la de Salman Rushdie, quien calificó los cambios como una “censura absurda”.
En Latinoamérica y España, la editorial Santillana, que lleva 40 años publicando las obras del autor británico, ha dicho que no tiene planes de hacer ningún cambio a los textos. En medio de todo ese ruido, editoras y especialistas en literatura infantil en español cuestionan estas medidas porque consideran que se corre el riesgo de caer en los extremismos y en la censura de autores que, como Dahl, han abierto la imaginación de los niños por generaciones.
«Leer es como mandar de vacaciones a tu cabeza».
Matilda
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Riesgo de caer en los extremos
Desde Argentina, Carola Martínez Arroyo, editora y escritora de libros infantiles y juveniles, comenta que se ha llegado a un momento de extremismos, donde, por un lado, está la corrección política y, como respuesta a eso, la falta total de respeto al material que deberían leer niñas y niños.
“Soy coordinadora del plan de lectura en las escuelas de Buenos Aires y el año pasado trabajamos en una selección de materiales, como saben que estamos en contra de la corrección política, los libros que nos llegaron para niños de 12 a 18 años hablaban de pedofilia, había asesinatos, una cantidad infinita de sangre, violaciones. Entonces, como que no hay nada en el medio, quienes están escribiendo o son políticamente correctos o no consideran que el destinatario de estos materiales son pibes que están protegidos por ley; yo defiendo que el arte no necesita censura, pero sí necesitas tener en consideración y respetar a quien estás dirigiendo el material, es una línea súper delgadita”, dice a Reporte Índigo en entrevista.
Y si Roald Dahl ha llegado a ser apreciado por varias generaciones es precisamente porque respeta a los niños y los interpela, opina la editora y fundadora de la librería virtual Donde viven Libros, especializada en literatura infantil y juvenil. “Es muy respetuoso de los niños, nunca escatima recursos literarios, les habla muy directamente, no cambia palabras, no se guarda cosas, usa los recursos que usan en El Pequeño Nicolás Sempé y Goscinny; es un autor que considera que quienes están leyendo pueden soportar cualquier cosa”.
Entre los cambios más llamativos en los libros de Dahl están los de Charlie y la fábrica de chocolate, donde un personaje que antes era descrito como “gordo”, ahora es “enorme”, y los Oompa Loompas ya no son “hombres pequeños”, sino “personas pequeñas”; en Los cretinos, una señora ya no es “fea y bestial”, sino sólo “bestial”; en Las Brujas, una mujer que es cajera de supermercado o mecanógrafa de cartas para un hombre de negocios, ahora trabaja como científica jefe o como mujer emprendedora.
Se supo hace unos días que la editorial británica Puffin Books, que publica los libros de Roald Dahl, ha comenzado a publicar ediciones corregidas con un objetivo claro: eliminar cualquier tipo de lenguaje que pueda resultar ofensivo.📚
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— All City Canvas (@allcitycanvas) March 4, 2023
Añade que si bien esas nuevas ediciones se hicieron para un público anglosajón, con una mirada primermundista, no se está tomando en cuenta la realidad de las mujeres en el resto del mundo. “Excepto en cinco países donde las mujeres tienen muchos derechos y un PIB que les permite un excelente estándar de vida, en el resto seguimos optando por los mismos laburos de hace 50 años. Si seguimos en este hilo, todas las que no lleguen a ser científicas o emprendedoras van a ser unas fracasadas, como antes lo eran las que eran dueñas de casa, y las feministas trabajamos para decir que el trabajo doméstico es trabajo”, expresa.
La memoria y el contexto importan
¿Cómo alejarnos de los viejos estereotipos en la literatura infantil sin caer en lo normativo? En opinión de Martínez Arroyo, si bien hay cuestiones de racismo que hay que revisar, eso no debería pasar por censurar las obras señaladas. “No se puede reescribir La cabaña del tío Tom porque lo que está mostrando es que en un momento de la historia, los negros eran considerados como animales y eso no lo podemos olvidar, ¿por qué trabajamos tanto con la memoria de los crímenes de lesa humanidad? Para que no vuelvan a pasar, si olvidamos que hace 70 años había países con esclavos, no vamos a entender lo que le pasa en Norteamérica, y enseñarle a los chicos que todo esto tiene que ver con un montón de gente movilizándose por sus derechos”, plantea.
Mónica Bergna, quien desde hace 25 años se dedica a la investigación y la creación de literatura infantil y juvenil y ha trabajado en editoriales mexicanas como Ediciones Tecolote y Alboroto ediciones, dice que “estamos cayendo en un pozo profundo de lo que es políticamente correcto o incorrecto”.
La también ilustradora que ha trabajado en escuelas con niños con discapacidad motora y física, así como con infancias migrantes, señala que hasta ahora no ha experimentado que los lectores a quienes se dirige se molesten o cuestionen que los contenidos no sean políticamente correctos o contengan el lenguaje inclusivo.
“Eso no hace que los niños sean más o menos lectores, y no veo a los niños hablando con “elle”, no hablan así. Entre más ruido hacemos, estamos poniendo más frenos para no leer, para no integrar. Si alguien se siente incómodo nos adaptamos, sino seguimos”.
“Lo que queremos es crear lectores, pero también ciudadanos, entonces, al igual que nosotros somos tolerantes, ellos también tienen que aprender a serlo”, añade.
La fundadora de Alboroto ediciones, que publica libros con temas como el exilio, integración y discapacidad, subraya que “lo más importante es que los niños se sientan cómodos cuando están leyendo algo”.
Correcciones a Roald Dahl
- Charlie y la fábrica de chocolate. Antes, un personaje descrito como “gordo”, ahora es “enorme”; los Oompa Loompas ya no son “hombres pequeños”, sino “personas pequeñas”
- Las Brujas. Una mujer que es cajera de supermercado o mecanógrafa de cartas para un hombre de negocios, ahora trabaja como científica jefe o como mujer emprendedora
- James y el melocotón gigante. Una canción fue modificada para sustituir palabras como “gorda” y “flácida”
- Los cretinos. Una señora ya no es “fea y bestial”, sólo “bestial”