Renovación y radicalismo: La travesía de Quiatora Monorriel llega al Cervantino

Quiatora Monorriel, liderado por Evoé Sotelo y Benito González, ha desafiado la esencia misma de la danza, buscando estimular una reflexión profunda en el espectador. El proyecto se presentará en el Festival Internacional Cervantino con ‘Danza de las cabezas’
Karina Corona Karina Corona Publicado el
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Hace más de 30 años, los bailarines Evoé Sotelo y Benito González, ambos con 21 años en ese momento, iniciaron su travesía en el mundo de la danza al dar vida al proyecto Quiatora Monorriel. Su premisa: desafiar la esencia misma de la danza y estimular una reflexión profunda en el espectador.

Con varios pasos recorridos, Benito González, director de Quiatora Monorriel, sostiene que los años han radicalizado aún más su postura, convencido de que el arte debe renovarse constantemente.

“Nuestra premisa sigue siendo la misma: cuestionar a la danza y al arte mismo. No nos interesa ahondar en las técnicas corporales ni en el virtuosismo técnico; queremos generar un estado de reflexión con el espectador. Ponernos en un lugar limítrofe, es decir, un espacio donde la danza deja de ser danza y uno crece como artista”, reafirma Benito González a Reporte Índigo.

“Para nosotros es esencial confrontar nuestras ideas con un público”
Benito GonzálezDirector y coreógrafo de Quiatora Monorriel

Desde su perspectiva, la danza enfrenta dificultades para evolucionar, a menudo limitándose a una fascinación generalizada por el movimiento como único recurso para un discurso coreográfico. Por lo que, a decir de González, el arte debe ser un terreno de confrontación de ideas, incluso si esto implica presentar algo incómodo al espectador.

“Nos hemos radicalizado, porque creemos que el arte debe de renovarse y  cambiar todo el tiempo; desde el lugar en el que partimos, sentimos que la danza le cuesta trabajo avanzar y sentimos que puede ir muchísimo más allá”, explica el director del proyecto dancístico.

Su apuesta en el Cervantino

Este año, el proyecto Quiatora Monorriel celebra tres décadas de vida y tiene el honor de presentar el 17 y 18 de octubre su propuesta en el Festival Internacional Cervantino, llevando su visión provocativa con el espectáculo “Danza de las cabezas”.

Para la creación de “Danza de las cabezas”, González se centró en la música industrial con la intención de desarrollar una danza primitiva e insistente.

La coreografía, que vio la luz en 2018 y recorrió diversos foros del país durante más de cinco años, se convierte ahora en el plato principal de la programación cervantina, después de ser temporalmente interrumpida por la pandemia.

“Estamos emocionados de pisar, por primera vez, el escenario del Cervantino y representar a Sonora. Después de poco más de tres años, retomamos la pieza en su versión original, para la cual estarán siete performers. Es una coreografía que podría definirla como la fusión entre la máquina y el rito, porque rescato a las máquinas industriales, su potencia y la insistencia del movimiento.

“Pero también me impacta que en algunas religiones se buscan estados alterados del cuerpo para poder trascender, es decir, llegar a un estado de éxtasis o de conexión con algo divino. Juntando esos dos elementos es que se obtiene la ‘Danza de las cabezas’”, explica Benito González.

La fusión de estos elementos da vida a una experiencia única que invita al espectador a unir piezas en un complejo rompecabezas de lo industrial, lo enajenante, lo repetitivo y el goce espiritual.

“Hay un cambio total de elenco, porque hice esta pieza en 2018, en la Ciudad de México, con performers de diferentes partes del país; ahora que estoy de vuelta en Sonora, estoy retomándola con performers sonorenses, hombres y mujeres. No es ni mejor ni peor, simplemente es algo diferente. Esto me da la oportunidad de conocer gente nueva en Sonora y me renueva las conexiones humanas”, detalla el director.

El tiempo para la creación

Con una perspectiva desafiante, Quiatora Monorriel ha forjado su camino en el mundo de la danza y el arte, desmarcándose de convencionalismos y explorando territorios poco transitados. Para este proyecto sonorense, abordar temáticas no significa hacerlo de manera literal, sino desde un planteamiento compositivo que despierte su interés.

Evoé Sotelo, también directora de Monorriel, ha explorado el tiempo lento como una postura casi política, contraponiéndolo a la vertiginosidad de la vida cotidiana.

En el caso de Benito González, la inspiración proviene de diversas áreas artísticas como el cine, la música y la historia del arte. Su objetivo es generar un discurso contemporáneo, reconociendo que la danza tiene mucho por explorar y expandirse, más allá de los límites convencionales.

'Evoé y yo somos una pareja sentimental desde antes de Quiatora. A lo largo de nuestra travesía, cada aprendizaje ha sido positivo, incluso las diferencias, que lejos de ser obstáculos, han enriquecido nuestra conexión. Con el tiempo descubrimos y celebramos nuestras voces individuales, complejizando nuestra relación”
Benito GonzálezDirector y coreógrafo de Quiatora Monorriel

“El arte ha tenido un camino recorrido muy grande en el siglo XX, muy amplio y diverso, pero la danza se ha quedado en un lugar muy pequeño, en relación con ese nivel de investigación. Yo creo que hay mucho de dónde tomar ahí y que podemos nosotros abordarlas desde lo coreográfico”, cuenta Benito.

Ejemplo de esto es su más reciente dueto titulado “Naturaleza Muerta en Casas Rodantes”, que enfrentó una pausa en su producción debido a la pandemia. Ahora, con el resurgimiento creativo, se embarcan en un proceso después de años, marcando un hito en su trayectoria.

“Va a ser interesante entrar otra vez en un proceso creativo después de años de no hacerlo, porque han pasado una infinidad de cosas en nuestro país, en nosotros como humanos. No se trata de producir sin sentido, la idea es conectar con alguien y despertar la intriga y la reflexión en las personas con quien compartimos nuestro discurso”, concluye.

La danza más allá de los premios

Para Quiatora Monorriel, el éxito no se mide por la exploración constante y la redefinición de su identidad artística. Lejos de asumirse como una compañía tradicional, se definen como un proyecto escénico en constante evolución.

“Entendimos que el arte ha sido nuestro discurso, pero la danza es nuestro medio; sus límites siempre nos estorbaron, nos dijeron que la danza tenía que ser de una manera y no necesariamente se tiene que bailar; sin embargo, siempre se está expandiendo.

“Hoy en día hay mucha más gente haciendo danza que hace 30 años; eso habla de un interés por expresarse, pero seguimos pensando que hay una limitante, en la que reducen la exploración corporal con el perfeccionamiento de una técnica corporal y nosotros pensamos que esa vía no nos interesa”, explica.

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