El rebozo da identidad a los mexicanos, pero no tiene su origen en este país. Su surgimiento está relacionado con una prenda árabe llamada almaizal.
Se piensa al rebozo como una indumentaria indígena, sin embargo, los pueblos originarios no la usaron sino hasta los años posteriores a la Revolución Mexicana. Antes fue portada por mujeres mestizas, mulatas y negras.
Estos son algunos mitos que busca derribar la exposición Rebozo, que estará de forma temporal hasta el 28 de marzo de 2021 en el Museo de Arte Popular (MAP). El recinto alberga 450 piezas de la exposición, 300 de las cuales son prendas y el resto pinturas, esculturas, grabados, fotografías, cerámicas, impresos y videos con escenas de la época de oro del cine nacional.
“El Museo de Arte Popular creo que era el sitio al que le correspondía la exposición y haberla curado yo, después de tanto tiempo de trabajar el tema, ver juntas una cantidad de piezas a las que yo me refiero en mis tesis y además otras nuevas y muchas prendas que nunca habían salido y que es posible que no lo vuelvan a hacer, me hace feliz”, menciona la historiadora del arte, Ana Paulina Gámez, en entrevista con Reporte Índigo.
La maestra y doctora por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) agradece al equipo de museografía y al director del MAP, Walther Boelsterly, por recibir en este recinto su investigación de más de 25 años.
“Estoy muy satisfecha de que la exposición se haga aquí porque la ofrecí en muchos lugares y solamente el director del museo, Walther Boelsterly, confió en el proyecto y me dio todo el apoyo que se requirió para que la sala esté preparada para recibir todo esto. Hay que ajustar las luces, las vitrinas, porque los textiles tienen problemas de conservación muy serios y, en ese sentido, yo también estoy muy satisfecha del trabajo que se hizo con el equipo de museografía, que en todo momento fue consciente de las necesidades de este material y que trabajó con absoluto cuidado y responsabilidad”, reconoce.
La exposición estaba programada para abrirse el 28 de marzo, 96 por ciento de las piezas ya estaban en el MAP. No obstante, tuvo que cerrar debido a la pandemia de COVID-19 y reabrió el 1 de septiembre para, en octubre, inaugurar en sus instalaciones la muestra.
“Muchas de las piezas estaban ya en el museo y los coleccionistas fueron lo suficientemente generosos y el equipo fue lo suficientemente eficiente como para que se quedaran en la bodega y nunca tuvieran problemas. Sí hubo mucha preocupación durante la pandemia, incluso tuvimos un temblor, pero en ningún momento desconfiaron de nosotros. Después de extender las pólizas de seguros, finalmente, se logró la exposición y estoy muy contenta”, cuenta Gámez.
Hay piezas prestadas por el Castillo de Chapultepec, del Señor del Rebozo de la Iglesia de Santo Domingo, de Tenancingo, uno de los centros de producción más importantes en México, y hasta de familias que desconocían el valor de su prenda.
“Tenemos otra pieza que nos hizo favor de prestarnos la familia López Mateos hecha para la señora Eva Sámano conmemorando el día de la toma de posesión de su marido, el presidente”, revela.
La investigación detrás del Rebozo
Aztecas, calimayas, encuartados, jaspeados o tricolores; con hilos de algodón o de oro y plata. Existen diferentes tipos de rebozos y múltiples aspectos de la prenda permiten conocer su origen, usos y evolución.
Este ha sido el tema de investigación de Ana Paulina Gámez. Su tesis de maestría es un estudio historiográfico mientras que la de doctorado se titula El rebozo: funciones prácticas y simbólicas, centros productores, técnicas de manufactura, evolución formal e iconografía (siglos XVI-XX).
“Cayeron en mis manos una piezas antiguas, me interesé mucho en tratar de buscar información para saber qué eran y me di cuenta de que los autores que habían escrito al respecto se repetían uno tras otro y prácticamente no se había escrito nada nuevo en 80 años. Entonces dije ‘tiene que haber algo que no sepamos’; en realidad fue empezar una búsqueda para contestarme a mí misma una serie de preguntas”, recuerda.
En 1996, la curaduría que realizó en la Sala de Textiles del Museo Franz Mayer despertó su interés para realizar investigación tanto documental (en los archivos generales de la Nación y de Notarías y bibliotecas nacionales e internacionales) como de campo.
“Empecé a hacer investigación de archivo, a analizar con un punto de vista de ciencias textiles, de cultura material, de teoría de la ornamentación, incluso también usando elementos de antropología del arte. Me di cuenta de que lo que yo había encontrado en algunas crónicas de la época colonial del siglo XIX y principios del XX no tenían nada que ver”, evidencia.
El ser becaria en dos ocasiones por el Ministerio de Educación y Cultura de España le permitió no quedarse sólo en la tradición mexicana del rebozo y abrirse a la europea, mediterránea y de la India.
“Con las ordenanzas antiguas, es decir, los documentos con los que se hacían los rebozos en la época colonial, al revisarlos y entenderlos porque me costó mucho trabajo por los términos ya que no son las mismas técnicas textiles, yo pude plantearle las preguntas a los artesanos”, expresa.
Los usos religiosos del rebozo, como cubrir la cabeza de las mujeres para que pudieran orar o salir a la calle, y prácticos, tales como cunero o para cargar y amamantar a sus hijos, se han ido perdiendo. La investigadora invita al público a acudir con esta prenda a la exposición para rescatarla e impedir que desaparezca.