¿Qué se necesita para llegar a ser uno de los músicos más influyentes de la historia? En el caso de Ray Charles Robinson, también conocido como el “Hermano Ray”, implicó una serie de tragedias y la constante lucha por sobresalir en una sociedad segregacionista como la de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX.
Aretha, la madre de Ray, trabajaba como lavandera en Greenville, Florida, una comunidad negra marcada por la pobreza extrema y la falta de oportunidades, aunque siempre con una canción de fondo; ya sea de alguna vieja radio, de los labios de algún hermano o del pequeño piano del vecino Wylie Pitman.
Sin embargo, la infancia de Ray se vería rápidamente trastocada; principalmente, por la muerte de su hermano menor George, quien accidentalmente cayó en un contendedor de agua y murió lentamente frente a la mirada atónita del pequeño Charles, el cual, a sus cuatro años, fue incapaz de reaccionar.
Escena de la cinta Ray, por la que Jamie Foxx ganó el Oscar a mejor actor.
Las complicaciones para Ray apenas comenzaban, pues nueve meses después del incidente empezó a perder la vista a consecuencia del glaucoma. Su madre era incapaz de pagar el tratamiento, por lo que comenzó a educarlo para ser autosuficiente. A la edad de siete años, el futuro genio de la música había quedado totalmente ciego.
Aquellas crueles experiencias para un pequeño que apenas entendía cómo funciona el mundo, afinaron el oído y las emociones de Ray al máximo. La vida para un niño negro al sur de los Estados Unidos era muy complicada, mucho más si carecía de la vista, por lo que Aretha lo envió a una escuela especial para sordos y ciegos en San Agustín.
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Charles leía la música con la mano izquierda y tocaba las teclas con la mano derecha, luego debía repetir el proceso a la inversa, hasta que memorizaba la melodía y la tocaba con ambas manos sobre el blanco y negro del piano de la escuela. Así aprendió a tocar a los 10 años piezas de Beethoven y Bach, sin embargo, él quería tocar la música de sus ídolos del jazz y blues.
A los 14 años, Ray ya era autosuficiente, incluso algunos dudaban que realmente fuera ciego. Fue entonces que su madre falleció. Su padre prácticamente nunca vivió con ellos y su pequeño hermano había muerto una década atrás; Charles estaba completamente solo en el mundo. Sus posibilidades de sobresalir no eran muy alentadoras.
Aun así intentó hacerse de un nombre en la música, prefería fracasar en el intento que vivir con el “qué habría pasado si…” rondándole por la cabeza. Por aquel entonces, Ray ya poseía un oido total, un dominio inigualable del piano y la capacidad para escribir canciones y arreglos de orquesta.
Ray dejó Florida, sin embargo, las grandes ciudades como Nueva York o Chicago le causaban terror, por lo que decidió moverse a Seattle, Washington. Los músicos que lo conocían decían “¿cómo va a tocar el piano si está ciego?”, Charles se tragaba los comentarios y pedía que le indicaran dónde estaba el instrumento; una vez que comenzaba a tocar, todos se rendían ante su talento.
El Hermano Ray había logrado sobrevivir imitando el estilo de distintos artistas, principalmente a Nat King Cole, sin embargo, no había logrado encontrar del todo su propia personalidad. Atlantic lo impulsó a ser él mismo y no tardó mucho que para la música salvaje que llevaba por dentro saliera en una especie de erupción volcánica.
Charles es considerado como el pionero clave en la evolución del soul, pues combinó las letras cargadas de sexualidad del R&B y las combinó con los arrebatos y las melodías del música góspel; aquella que se toca y canta de manera fervientes en las iglesias negras de los Estados Unidos. Ray fue acusado de hereje, pero su talento estaba más allá de cualquier conciencia conservadora.
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Charles se ganó el mote de “El Genio” por piezas como What’d I Say, I Got a Woman, Hit the Road Jack y Hallelujah I Love Her So. Sin embargo, alcanzó el estatus de icono al crear su propia versión de Georgia on my Mind, una canción de los años 30 que transformó en una verdadera obra de arte, a tal grado que aquel estado de la Unión Americana la adoptó como su himno oficial.
Aunque la vida de Charles suele ser vista como el ejemplo clásico del sueño americano, donde el personaje logra lo que se propone más allá de las adversidades. La historia del “Hermano Ray” no es del todo un modelo ejemplar.
Durante varios años fue adicto a la heroína y otras drogas, lo que por poco destruye su carrera a mediados de la década de los 60. Ray decía “nadie me metió a las drogas, yo me metí solo y salgo solo de ellas”. En efecto, una vez que Charles dijo ya no más, nunca volvió a pincharse las venas con alguna jeringa salida del infierno.
En su biografía confesó haber mantenidos constantes relaciones con las cantantes de su banda, Las Raelettes, además que en cada pueblo que visitaba conseguía una nueva mujer. Obviamente su esposa nunca estuvo muy contenta con la vida que llevaba Ray. Charles decía “sí, tengo 12 hijos, pero los conozco a todos y me encargo de todos”.
Sin duda alguna, un genio de pies a cabeza, tanto fuera como dentro de los escenarios. Charles se fue de este mundo el 10 de junio de 2004, dejando un legado invaluable para la música negra y su posterior evolución al funk, rap y hip-hop. Todo gracias a la cruel receta del éxito.
Escena de la película The Blues Brothers, donde Ray tuvo un espectacular cameo.