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‘Prohibido’ el consultorio

Hay personas que desearían tener los recursos económicos suficientes para realizarse cuantos exámenes médicos les sean posibles, independientemente de que sean o no necesarios. Para ellas, no hay peor cosa que vivir en la incertidumbre. Y no hay mejor cosa que vivir con la tranquilidad de que (aparentemente) “todo está bien”. 

El miedo a enfrentar la realidad también es conocido como el “efecto avestruz”
http://youtu.be/vp-KdTZYfmg

Hay personas que desearían tener los recursos económicos suficientes para realizarse cuantos exámenes médicos les sean posibles, independientemente de que sean o no necesarios. Para ellas, no hay peor cosa que vivir en la incertidumbre. Y no hay mejor cosa que vivir con la tranquilidad de que (aparentemente) “todo está bien”. 

Pero también están aquellos que se resisten a pisar alguna clínica médica para sacarse un par de muestras de sangre, incluso pese a que están conscientes, muy en el fondo, de que su estado de salud no está bien. Y siempre dicen lo mismo: “no tengo nada”. 

Evitar los chequeos médicos –o exponerse a cualquier otra clase de fuente de información– para ignorar las malas noticias es una conducta que ha sido bautizada por científicos sociales como “aversión a la información” o “efecto avestruz”, término que responde al antiguo mito de que ante el peligro, las avestruces entierran su cabeza en la arena. 

De hecho, en tiempos en los que hay brotes de virus, como el del ébola actualmente, o la psicosis vuelve hipocondríacos a todos, o se refuerza la “aversión a la información”.

Pero al tratarse de enfermedades potencialmente mortales que exigen un diagnóstico temprano, como el cáncer, optar por saltarse los estudios médicos que confirmen –o descarten– la presencia de un tumor maligno.

Además, hay enfermedades contagiosas que, al posponer su diagnóstico, no solo pone en riesgo la vida de aquel que la padece, sino también la de terceros, como el Virus Inmunodeficiencia Humana (VIH) que causa el sida, por ejemplo.

O está el herpes genital, una enfermedad de transmisión sexual (ETS) causada por el virus del herpes simple (VHS) que, si bien no tiene cura, requiere que una persona se someta a tratamiento médico para disminuir la duración y frecuencia con la que aparecen los brotes, así como el dolor de los mismos. 

Un estudio encabezado por Josh Tasoff, economista de la Universidad de Posgrado Claremont, y Anana Ganguly, profesora en la Escuela Mckenna de Claremont, puso en evidencia que el “estrés innecesario y la ansiedad” es la razón principal por la que un grupo de estudiantes universitarios optó por no participar en una prueba para detectar herpes. 

En el estudio, cuyos resultados fueron publicados en Social Science Research Network, se encontró que 5 por ciento de los estudiantes se negó a tomar una prueba del virus del herpes simple tipo 1 (VHS-1), que suele afectar la boca y los labios; y 15  por ciento se negó a realizar la prueba del virus del herpes simple tipo 2 (VHS-2), que causa llagas en la zona genital. 

Esto, pese a que a los estudiantes se les dijo que se les entregarían los resultados de forma confidencial, y pese a la advertencia de que quienes prefirieran ignorar si padecían una ETS debían pagar 10 dólares a fin de que no se les extrajera una muestra de sangre. 

“En el modelo tradicional de economía, las únicas razones por las cuales las personas quieren información es porque les puede ayudar a tomar mejores decisiones”, dijo Tasoff a The Atlantic. 

“Con el VHS, sí ayuda de cierto modo a las personas a tomar mejores decisiones. No puedes usar la información para curarte, ya que no existe cura, pero aún hay acciones que puedes tomar para mejorar tu vida, en caso de producirse un brote, saber cómo lidiar con éste y evitar que otros se contagien”. 

Menos es más

De algo puede estar segura la industria sanitaria: de nada sirve advertir o alimentar el miedo sobre las terribles consecuencias de salud que una persona puede sufrir si no se somete a los exámenes clínicos que requiere para que se le diagnostique o descarte la presencia de una enfermedad. 

Como dijo a NPR Anana Ganguly, una de las autoras del estudio: “asustar a las personas sobre las implicaciones las puede ahuyentar de hacerse las pruebas”. 

Por otro lado, Miriam Kuppermann, profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad de California, en San Francisco, encontró en un estudio que las mujeres embarazadas que estaban más informadas respecto a los pros y contras de los exámenes prenatales, eran menos propensas a someterse a estas pruebas de diagnóstico que identifican los riesgos de que el bebé nazca con trastornos genéticos, por mencionar otro ejemplo.

Los hallazgos del estudio fueron publicados en septiembre de este año en The Journal of the American Medical Association (JAMA).

¿Un punto medio?

La “aversión a la información” podría resultar contraproducente. A decir de expertos, “sacarle la vuelta” a los exámenes médicos para no escuchar una mala noticia no nos exenta de sufrir ansiedad, pues en realidad no sabemos qué está pasando con nuestra salud. 

“Cuando enfrentas la realidad reduces la ansiedad interna”, dijo a The Atlantic Ghadeer Okayli, psiquiatra de adultos con sede en Austin, Texas, especializada en ansiedad, depresión, trastorno bipolar y otras enfermedades mentales.

Y es que “es menos doloroso saber que tienes un padecimiento y lidiar con el mismo que negarlo o agonizar sobre las posibilidades”, señaló el psiquiatra en The Atlantic.

Pero esto no necesariamente aplica para los personas que están en riesgo de desarrollar la enfermedad de Huntington (EH), un trastorno neurodegenerativo y hereditario. 

Las personas que tienen un padre con este padecimiento tienen 50 por ciento de probabilidades de heredar la copia de un gen defectuoso. 

Pero “a pesar de que las pruebas genéticas son perfectamente predecibles y conllevan poco costo económico o de tiempo, menos del 10 por ciento de las personas que están en riesgo se realizan exámenes antes de la aparición de los síntomas”, indicó un estudio publicado en diciembre de 2011 por la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, en inglés).

De hecho, se encontró que las personas que desconocían si portaban o no el gen de la EH llevaban su vida igual que aquellas que estaban sanas, sin prisa. Por ejemplo, las personas que sí sabían que sufrían de este padecimiento eran dos veces más proclives a retirarse que aquellos que vivían bajo la incertidumbre. 

Este grupo de pacientes también era más propensos a casarse, a tener hijos, a reportar grandes cambios financieros y cambios en las actividades recreativas, subrayaron las conclusiones del estudio.

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