Consejos de la abuela para ahorrar
Entre un puesto y otro, entre la papa de 13 pesos y la de 10, la zanahoria, la manzana y el jitomate, Alicia recorre con cautela cada rincón del “Mercado Escandón” buscando buen precio y calidad, y sabe que los mandamientos de la abuela para comprar no pueden fallar.
Azaneth Cruz
Entre un puesto y otro, entre la papa de 13 pesos y la de 10, la zanahoria, la manzana y el jitomate, Alicia recorre con cautela cada rincón del “Mercado Escandón” buscando buen precio y calidad, y sabe que los mandamientos de la abuela para comprar no pueden fallar.
Se detiene, su vista se dirige a comparar productos, luego los precios, elige el puesto de “Don Jorge”, ahí siempre la dejan escoger el limón, las ofertas no le sorprenden, compra lo que va a necesitar, busca alimentos versátiles para realizar diferentes platillos, compra jitomate y pollo, no quiere desperdiciar, guarda lo que ahorró en la comida, decide que congelará algunos productos y, por último, checa la fecha de caducidad de la gelatina que va a llevar.
Doña Alicia sabe cómo comprar, el resultado de su experiencia y los consejos que han pasado de generación en generación le han permitido que hasta el día de hoy, su familia tenga una buena alimentación.
Comer bien ha cambiado su significado, el constante incremento del precio de los alimentos ha dejado a muchos mexicanos consumiendo productos básicos y tortilla para engañar a un organismo que necesita nutrirse con más.
“Cuando sabes comprar eliges lo mejor, llevo 50 años viviendo aquí y también he generado mis machotes, además, necesitas ver dónde te dan bueno y barato”, comenta en entrevista para Reporte Indigo María de los Ángeles, abuela y ama de casa.
Ángeles sabe las reglas que debe aplicar al comprar y con 150 pesos debe alimentar a las personas que habitan en su hogar, por lo que siempre se encuentra en la búsqueda continua de soluciones para poder ahorrar. El panorama no es bueno, pero ella no pretende hacerlo peor.
Ángeles comparte que para completar y alcanzar a comprar todos los elementos de su lista, guarda lo que le sobra de su presupuesto para ahorrar una cantidad de dinero. De esa manera, en caso de que no complete la cantidad de gasto correspondiente, no eliminará ningún alimento.
La situación es tal que los ciudadanos han restringido su consumo de carne, pollo y pescado para suplirlo con vegetales que puedan ser preparados de diferentes formas.
Teresa Nava, la dueña de un pequeño puesto del tianguis, también sabe que en estos tiempos es vital ahorrar y por ello considera que las ofertas en ocasiones no son tan buenas como se cree, pues solemos comprar cosas que no vamos a necesitar.
Nava dice que las familias que no tienen la oportunidad de comer como antes deben aprovechar los alimentos al máximo y comer sano.
“Comer frijoles se ha convertido en un lujo, ya nada es tan fácil. Hay que buscarle”, explica Teresa Nava, quien es madre y vendedora ambulante.
Para Teresa, la clave está en buscar la variedad de los alimentos que se comprarán. Además, le resulta útil compartir con las amigas los lugares en los que se puede encontrar alimentos y productos de buena calidad.
Comprar lo que se necesita
Mientras unas van apresuradas otras deciden platicar, saludar y compartir uno que otro chiste con los amigos vendedores del lugar, por ello Guadalupe Ramos Valencia –de 84 años– no duda en detenerse un poquito más con su amigo “El Pollo”, quien le vende desde tiempo atrás y le proporciona sólo los mejores productos.
Ella asegura que la clave para ahorrar está en no desperdiciar, es decir, cocinar lo que sobra para comerlo el día siguiente o congelarlo para después, juntarlo con otros ingredientes que hayan quedado de la semana y hacer algo diferente.
De acuerdo con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), este 2017 aumentaron los precios de alrededor de 80 artículos de despensa y servicios de la canasta básica mexicana.
“Para poder ahorrar hoy en día hay que hacer una administración de cuánto gano y cuánto voy a destinar a cada cosa. En el tema de la alimentación, yo siempre hago una lista de lo que voy a necesitar, voy al refrigerador, reviso qué me hace falta de acuerdo con mi planeación y entonces mientras voy comprando, genero una lista nueva con los precios que me dan y guardo lo que sobra de ese gasto para alguna emergencia más. No agarro ese dinero hasta que sea realmente necesario”, comparte Gloria Pérez con gran concentración.
Las abuelitas de antes no se dejan apantallar por las ofertas e intentan combinar el precio con la calidad, generalmente prefieren ir al día y aprovechan cada alimento al máximo. No les gusta desperdiciar.
Ellas no creen todo lo que los supermercados parecen ofrecer, por ello muchas de las mujeres recurren al Mercado de Portales en la Ciudad de México, en donde es recurrente encontrar una gran variedad de alimentos que se pueden comparar, de acuerdo a las expertas del hogar.
Ante la situación económica, la señora Graciela Dorantes –que tiene más de 80 años de edad– no se da por vencida, recibe una tarjeta de despensa y aunque se tiene que ajustar a la cantidad siempre busca lo mejor.
Para ella es importante comprar en diferentes puestos y prefiere aquellos que permiten elegir los alimentos, ya que de esa forma se puede calcular un poco el tiempo de su caducidad.
“Compro poquito y voy variando las cantidades de acuerdo con lo que necesito para no regatear, me da miedo a que los vendedores me vayan a regañar. Eso sí, comparó y me voy con el que me da más y bueno”, cuenta Dorantes, marchante recurrente del Mercado de Portales.
Regatear es una palabra que viene del árabe regate y que consistía en una competencia para ganar una mejor posición sobre un rival, sin embargo, al ser adoptada por los españoles cobró lugar en el campo mercantil.
Diversos estudios indican que la palabra permaneció en algunos países de Latinoamérica, pero de acuerdo con las amas de casa y las abuelas mexicanas la práctica se ha visto devaluada.
El arte de vender se ha visto envuelto también en múltiples dificultades, los vendedores no pueden comprar una calidad superior que los clientes no puedan pagar, además no pueden incrementar de forma justa sus productos, pues eso les lleva a obtener una pérdida económica y de clientes.
“Yo no puedo comprar con altos precios, sé que mis clientes no lo van a llevar”, comenta Teresa Nava, vendedora del mercado sobre ruedas de la Colonia Escandón.
El incremento a los precios de productos –inclusive básicos– está afectando a familias completas, y son las abuelas quienes saben mejor cómo reaccionar ante una situación que no se detendrá.