Ante el ritmo de vida acelerado y la necesidad de adaptarse casi de forma instantánea a las exigencias que impone un mundo competitivo, pareciera que resulta inevitable cuidar la salud bajo la ley del mínimo esfuerzo.
Y es que en un intento por ser más eficientes a nivel cognitivo, por mejorar la capacidad de atención, concentración y memoria, o incluso por levantar el estado de ánimo, el uso no médico de esos llamados fármacos inteligentes (o “smart drugs”, en inglés) para lograrlo puede llegar a ser tentador.
Un patrón similar sucede con los atletas de alto rendimiento, como fue el caso del exciclista Lance Armstrong, quien en enero de este año confesó en el programa de Oprah Winfrey su amplia relación con el dopaje –sustancias prohibidas–, que lo llevó a conseguir sus siete triunfos consecutivos en el Tour de Francia.
Pero el mismo sistema de salud también es responsable de fomentar esta cultura del “rápido arreglo”, del método sencillo que supone consumir un fármaco para saciar la necesidad de “alivio”, contribuyendo a la prescripción excesiva de medicamentos, o a lo que hoy recibe el término de “medicalización”.
Según cifras de 2010 publicadas en el sitio de la OMS, más del 50 por ciento de los medicamentos no se prescriben, dispensan o venden de forma adecuada; y más del 50 por ciento de los pacientes consume los fármacos de forma incorrecta.
Como dijo Francisco Hernansanz, investigador asociado del Centro de Investigación en Economía y Salud (CRES) de la Universidad Pompeu Fabra, a el diario El País: “Lo fácil es, ante un problema psíquico recetar un ansiolítico; ante un insomnio que puede tratarse con medidas higiénicas recetar un hipnótico; ante un colesterol que no precisaría nada más que una dieta y ejercicio físico varias veces a la semana, lo fácil es prescribir un fármaco”.
El uso no médico de píldoras inteligentes por adultos jóvenes sanos, particularmente el Adderall, anfetamina ampliamente utilizada para tratar el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), es un claro ejemplo de esta facilidad con la que profesionales de la salud hoy rompen con los protocolos de diagnóstico, prescribiendo fármacos como quien reparte volantes en las calles.
“Fui con el doctor, le dije que quería probar con el Adderall. No hubo procedimientos de diagnóstico. Los médicos ceden muy fácil. No pensé que podría haber un riesgo más adelante”, expresó para The New York Times el estudiante de 24 años Steven Roderick, respecto a su fácil acceso al Adderall y su “complicada dependencia” al fármaco.
Pero el potencial abuso y la dependencia que genera el fármaco –clasificado por la Agencia del Medicamento de Estados Unidos, como una droga de la Lista II, junto con la cocaína– pueden traer consecuencias fatales en personas sanas, como sucedió en el caso del joven atleta y prestigiado alumno Richard Fee, cuyo uso indebido lo llevó a desarrollar una fuerte adicción que culminó en suicidio en 2011.
“Solo procrastinaba, esperaba hasta el último minuto y luego se tomaba la pastilla para estudiar para los exámenes; llegó a un punto donde decía que no podría terminar nada si no tomaba el Adderall”, citó el diario estadounidense a Ryan Sykes, amigo de Fee.
Desafortunadamente, la evidencia de la creciente adicción de Fee al Adderall, junto con una serie de efectos adversos como psicosis, pensamientos suicidas, cambios de humor, conductas violentas que derivaron en hospitalización psiquiátrica y síntomas de depresión y ansiedad que empeoraban con el paso del tiempo, no bastó para impedir que los psiquiatras continuaran con la prescripción del fármaco y, peor aún, con el aumento de la dosis.
Aún así, lo cierto es que quien tiene la última palabra a la hora de tomar la decisión de consumir o no un estimulante fuera del ámbito clínico para maximizar, por ejemplo, su desempeño intelectual, mantenerse despierto, o incluso simplemente para “ponerse a tiro” en la vida cotidiana, es uno mismo y no el médico.
Para el psicólogo cognitivo británico de la Universidad de Sheffield, Tom Stafford, “el mejor potenciador cognitivo simplemente podría ser el mejor uso de la capacidad natural del cerebro para adaptarse. Con el tiempo podemos mejorar lo que sea que practiquemos y podemos practicar casi cualquier cosa”, escribe en un blog a propósito de su libro “The Rough Guide Book of Brain Training”.
El también escritor científico menciona que al practicar distintas actividades mentales, podemos mejorar nuestras habilidades cognitivas sin necesidad de recurrir al consumo de drogas.
Mejor aún, “los efectos pueden ser de larga duración, los efectos secundarios son positivos y no vamos a tener que poner dinero en los bolsillos de una compañía farmacéutica”.
Dopaje
Además del Adderall, estos son otras dos smart drugs que forman parte de la epidemia de dopaje cerebral entre adultos jóvenes, particularmente en personas de entre los 18 y 30 años de edad.
-Metilfenidato (Ritalin):
Al igual que el Adderall (sales mixtas de anfetaminas), esta droga estimulante comúnmente se prescribe a pacientes con TDAH y puede generar adicción de consumirse de manera inadecuada o en altas dosis. Mejora la memoria a corto plazo en personas sanas; aumenta los niveles de los neurotransmisores dopamina y noradrenalina en el cerebro, claves en los procesos cognitivos de concentración y memoria. Disponible en línea sin receta médica y ampliamente “traficada” de manera ilegal entre estudiantes universitarios estadounidenses.
-Modafinilo (Provigil):
Estimulante del sistema nervioso central, comercializado como “agente promotor de la vigilia no anfetamínico”; utilizado para tratar la narcolepsia. En EU, el modafinilo está aprobado como tratamiento para el desorden de sueño por turnos de trabajo y los militares estadounidenses lo consumen para combatir la fatiga y poder mantenerse despiertos en estado de alerta. Se estima que el modafinilo se utiliza “fuera de etiqueta” (no aprobado por la FDA ni por su fabricante) por personas sanas el 90 por ciento del tiempo.
Métodos menos invasivos
Para sacarle la vuelta al consumo de fármacos que potencien nuestras habilidades cognitivas, qué mejor que algunos métodos cuyos efectos secundarios tienen una carga positiva en la salud:
-Deporte
Un cúmulo de estudios científicos coinciden con el hallazgo de que la actividad física, sea entrenamiento aeróbico o de resistencia, supone un tónico para el cerebro, mejorando sustancialmente la capacidad de memoria. De hecho, se ha demostrado que la práctica de ejercicio físico aumenta el tamaño del hipocampo, una región cerebral implicada en la memoria y el aprendizaje.
-Cafeína:
No es novedad la evidencia de que la cafeína mejora la vigilancia, aumenta la capacidad de atención y eleva el rendimiento y que incluso modifica el estado de ánimo. Cabe aclarar que si bien sí se ha demostrado que esta bebida alimenta la memoria, la evidencia apunta a que este beneficio lo obtienen quienes verdaderamente se encuentran física y mentalmente agotados.
-Cacao:
Se ha demostrado que los compuestos químicos con propiedades antioxidantes presentes en el cacao, los flavonoides, además de mejorar la circulación sanguínea e influir de forma positiva en el estado de ánimo, aumentan la capacidad cognitiva de quien los consume.
Pastilleros
al por mayor
Documental de la BBC: bit.ly/pillpopp
El mundo de
las smart drugs
Visto bajo otra perspectiva: bit.ly/notsmartdrugs