Por un mundo eco-foodie
La mayor parte de los millennials son foodies. Inclusive las personas que no son millennials se identifican como un amante de la gastronomía, la cocina y los lugares como restaurantes y cafés. Y prueba de ello son las millones de fotos, reviews y demás publicaciones en redes sociales como Instagram y Facebook.
Pero si a eso se le agrega que hay una tendencia en ascenso, en la que los foodies no solamente son apasionados de la comida, sino también evitan dañar al medio ambiente, se da lugar a los eco-foodies.
María Alesandra PámanesLa mayor parte de los millennials son foodies. Inclusive las personas que no son millennials se identifican como un amante de la gastronomía, la cocina y los lugares como restaurantes y cafés. Y prueba de ello son las millones de fotos, reviews y demás publicaciones en redes sociales como Instagram y Facebook.
Pero si a eso se le agrega que hay una tendencia en ascenso, en la que los foodies no solamente son apasionados de la comida, sino también evitan dañar al medio ambiente, se da lugar a los eco-foodies.
Los primeros eco-foodies se inclinaron por la comida orgánica, pero ahora optan por comer alimentos locales, frescos y de la estación. Su dieta incluye alimentos no procesados, naturales y geográficamente más fáciles de conseguir (algunos los cultivan en sus hogares y jardines verticales).
Esto ayuda –en menor o mayor escala– a reducir la huella de carbono porque no se recorren distancias al supermercado, por ejemplo, y fomenta el consumo de los productos propios de la región.
Y es que si se toma en cuenta la cantidad de desperdicio de comida –y lo que ello repercute al medio ambiente– lo cierto es que ser eco-foodie sí podría marcar la diferencia, pues esto es un problema a nivel global.
De acuerdo a un reporte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) publicado en 2011, alrededor de 1.6 mil millones de toneladas de comida fueron desperdiciadas en 2007.
En comparación, se produjeron 6 mil millones de toneladas de comida ese año –a nivel mundial–, es decir que se desperdició más de un cuarto de la comida.
“Un aspecto de la cuestión de los desechos de alimentos que tal vez ha recibido menos atención es su contribución a las emisiones globales de gases de efecto invernadero”, dice Chelsea Harvey de The Washington Post. En el informe de la FAO se publicó que en 2007, “la huella de carbono mundial de toda esta comida desperdiciada fue de aproximadamente 3.3 mil millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono – que es un 7 por ciento de todas las emisiones globales”.
Harvey agrega que, en perspectiva, “esto es más carbono del que emiten la mayoría de los países en un año (…)”.
Y de acuerdo a una publicación en la revista científica British Medical Journal, tres expertos en política alimentaria y salud pública establecieron que “el impacto medioambiental de producir alimentos es enorme, por lo que los residuos contribuyen innecesariamente al cambio climático, pérdida de la biodiversidad, la carga de nitrógeno y fósforo, y el uso de las tierras agrícolas escasos y limitados recursos de agua dulce”.
Comiendo por el planeta
Los eco-foodies no solo producen la menor cantidad de desechos alimenticios, también procuran que no se generen residuos, por el cuidado del medio ambiente. Para ello, separan la basura en casa, eligen productos frescos como los que vienen en empaques envasados, compran comida a granel, así como productos que venden en paquetes familiares. A su vez, compran y consumen los que están hechos de material reciclado o reutilizable.