El doctor Antonio Lazcano lleva más de 30 años pensando en las polimerasas, en específico en su evolución. Estas enzimas son capaces de replicar o transcribir ácidos nucleicos, que resultan cruciales en la división celular y en la transcripción del material genético.
Además, desde hace 50 años, la comunidad científica ha estado muy atraída por el RNA, por lo que era muy natural para el biólogo y miembro de El Colegio Nacional conjuntar los temas, así que ha publicado, desde 1988 a la fecha, varios artículos sobre las polimerasas.
Hace cinco años llegó Rodrigo Jácome al laboratorio del doctor Lazcano, en la Facultad de Ciencias de la UNAM, para hacer su doctorado. El biólogo le propuso que estudiaran la evolución de las polimerasas, por lo que desarrollaron un método matemático para comparar sus estructuras.
“De hecho, déjeme decirle que yo estoy muy conmovido porque los alumnos hicieron a un lado sus proyectos de tesis, sus reportes, para dedicarse de tiempo completo al problema del coronavirus”, platica Lazcano, en entrevista con Reporte Índigo.
Al comenzar a comparar la estructura de las polimerasas del virus de la hepatitis C con la del SARS-CoV-2, se dieron cuenta que empataban los sitios funcionales de una manera espléndida.
Por lo que decidieron analizar el sofosbuvir, medicamento que se utiliza para tratar ciertos tipos de hepatitis C y que pertenece a una clase de antivirales llamados inhibidores de polimerasas de nucleótidos. Este se utiliza en México y ya está aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos.
“El sofosbuvir llega al hígado, las enzimas lo hidrolizan y es una molécula que se incorpora al ciclo activo de las polimerasas que llega a replicar el RNA del virus, ya sea de la hepatitis C o, según nuestra propuesta, del SARS-CoV-2”, dice.
El medicamento impide la replicación del virus y, de acuerdo con estudios preliminares, se liga a ciertos aminoácidos del ciclo activo, deteniendo la propagación del virus en el organismo humano.
La investigación, publicada en Scientific Reports por José Alberto Campillo-Balderas, Samuel Ponce de León y Arturo Becerra, además de Lazcano y Jácome, asegura que, como hasta la fecha no existe un antiviral para el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2 y el desarrollo de una vacuna puede llevar varios meses o incluso años, el uso del sofosbuvir podría convertirse en una opción viable.
El camino para publicar
Antonio Lazcano asegura que lo más tardado fue la publicación, aunque entiende que es normal en estos momentos, porque la competencia esta durísima. Se está colaborando mucho, indica.
“Nosotros mandamos a finales de enero el artículo a Science y nos dijo que no; entonces, lo mandamos a Nature y no nos respondieron durante 12 días, estábamos medio consternados y luego resultó que la editora a la que se lo habíamos enviado se había enfermado de COVID-19, afortunadamente la libró muy bien”, comenta el investigador de la UNAM.
Quien sustituyó a la editora, al darse cuenta de todo el trabajo atrasado, les recomendó mandarlo a Scientific Reports, que pertenece a Nature. Lo enviaron y ahí les fue muy bien, porque los tres revisores dijeron que el artículo estaba muy bien; solo les sugirieron algunos cambios.
Uno de los cambios que les pidieron fue que primero se hiciera un ensayo in vitro y luego uno in vivo con células en el laboratorio, ya que ellos directamente proponían que se probara con pacientes.
Cuando estaban trabajando en la segunda versión, la que se publicó, un colega egipcio sacó una idea muy parecida, pero usando un método distinto; el de los investigadores de la UNAM es evolutivo y el de él fue un enfoque más de computo. Entonces, lo pudieron incluir rápidamente.
“Mandamos el trabajo y, claro, las revistas están saturadas, por lo que cuando se publicó ya había otros trabajos que estaban en prensa o que habían sido enviados, esos ya no los pudimos citar, pero en todas las charlas y seminarios que hemos dado la gente de laboratorio, siempre lo citamos porque realmente es maravilloso que tantos grupos lleguen a la misma concusión. En este momento somos cinco grupos, eso valida la hipótesis de una forma interesante”, apunta el biólogo mexicano.
“Esa había comenzado en agosto como tesis de licenciatura, pero cuando vimos lo interesante que es el asunto, el laboratorio completo le entró y vamos a enviar un trabajo con toda la gente, donde ahora vemos la enzima que mantiene la integridad del genoma y que hasta ahora nadie ha considerado como un blanco terapéutico”, explica Lazcano.
Acciones, no promesas
El equipo de investigadores publicó el artículo en la modalidad de Open Access para que estuviera disponible para todo el mundo. Ahora, hay varios grupos de colegas médicos, gente de Guadalajara, de la UAM Xochimilco y los institutos de salud que ya están planeando hacer los ensayos.
“Hay gente que nos ha criticado y que nos ha dicho que la molécula cuesta tanto y que seguro el laboratorio que la produce nos ha de estar dando una lana, pero no, para nada, las envidias y las malas interpretaciones son muy complicadas en la ciencia”, opina Lazcano.
El miembro de El Colegio Nacional considera que lo que podría pasar si este compuesto u otros tienen éxito es que seguramente por caros que sean, los laboratorios en una mezcla de altruismo y de visión comercial, van a llegar a la conclusión de que lo que realmente conviene es bajar los costos de producción, para que los medicamentos sean accesibles a todo mundo
“Lo que nosotros hacemos es investigación, en lugar de hacer promesas fallidas como la de los ventiladores del Conacyt. Tan sencillo, nos pusimos a trabajar y ciertamente es una demostración de la importancia que tiene apoyar a las universidades públicas, porque ninguno de los que estamos en el laboratorio podría haber pagado un laboratorio como el que tenemos, sino fuera al amparo de la Universidad Nacional”, enfatiza el investigador.
De todo este camino, dice Lazcano, lo que más le sorprende es la diversidad de enfoques científicos con los que uno puede abordar cualquier problema, porque enriquece a todos.
“Me produce un gozo intelectual, pero también un gozo estético en la ciencia, cuando uno ve las estructuras moleculares o la preservación de la información evolutiva, aunque pasen miles de millones de años. Cuando uno ve el gozo de estar comprendiendo algo, creo que eso es absolutamente inigualable, considero que es la misma sensación que tiene una chelista cuando después de estar ensayando produce una melodía de una forma impecable”, afirma el biólogo.