Desde hace al menos unas semanas, el corto promocional de “El crimen del cácaro Gumaro”, protagonizado por Andrés Bustamente, actor principal de dicha película, anunciaba un nuevo éxito para el cine mexicano en el mismo rango de “Nosotros los Nobles”, “No se aceptan devoluciones” y “Cásese quien pueda”.
Títulos que refieren, por supuesto, a la reciente racha de éxitos rompe récords que estas producciones han conseguido, tanto entre el público nacional como extranjero, así como en la respectiva taquilla.
La promesa hecha por el “Güiri Güiri”, alter ego cómico de Bustamante, obviamente llenó las salas este fin de semana durante su estreno en el país, marcando otro índice exitoso para el cine nacional contemporáneo.
La larga y exitosa carrera en televisión del versátil “Güiri Güiri” apuntala sin duda su debut en cine, fuera de sus participaciones como actor de doblaje para cintas como “Monsters Inc.” (2001), “Mi villano favorito” (2010), y sus respectivas secuelas.
Así, “El crimen del cácaro Gumaro” se colocó en la séptima mejor apertura de todos los tiempos del cine nacional, según El Economista, superando algunos de los títulos norteamericanos con los que se disputó la taquilla en el pasado fin de semana.
Sin embargo, habrá que ver si la densa mezcla de parodia y sátira de personajes y películas mexicanas funciona a lo largo de los siguientes días, pues estamos ante una comedia de ampulosas ambiciones y trazo grueso, que pudiera no ser tan simpática como prometía.
La historia está escrita por el propio Bustamante en coautoría con su guionista de cabecera, Armando Vega Gil, y por el también director Emilio Portes, quien se ha centrado en la comedia de humor negro desde su debut en 2008 con “Conozca la cabeza de Juan Pérez”.
En este su tercer largometraje, Portes remarca su estilo y discurso para situar, desde el título, un ácido plan referencial que abarca las deformidades político-sociales de un pueblo reflejado en la cinematografía que le es propia.
Así, el inicio del filme reproduce la primera secuencia de “Amores perros”, precisamente la cinta que abrió la nueva era del cine mexicano contemporáneo, para introducirnos en el planteamiento de la historia.
A la muerte de Don Toribio, cácaro del pueblo de Guémez (Armando Manzano) y padre de Archimboldo (Alejandro Calva) y Gumaro (Carlos Corona), los hermanos se enfrascan en una mortal rivalidad por resucitar (o dejar caer) el preciado y único cine del pueblo, el “Linterna Mújica”.
El árbitro legal pero desleal del conflicto es el alcalde del pueblo, Don Cuino Meléndez De La Popocha (Bustamante), quien a lo largo de las peripecias “culturales” (como la fundación de un festival de cine) y “contraculturales” (como la competencia desleal de la piratería) de los hermanos, trabaja por su agenda propia.
El personaje de Don Cuino, inserto en la atmósfera de “La ley de Herodes”, es por cierto quizá el único personaje que alcanza el rango de homenaje para su referencia, porque el resto de las alusiones se van distorsionando incluso en su propio contexto de parodia.
Pero además, algunos comentarios picarescos y críticos del cineasta, como el personaje del cura pederasta, llevan a la película a rebasar el rango típicamente familiar del público del “Güiri Güiri”, lo que no está de más como advertencia.
Habría que tomar en cuenta la mezcla tan disímbola de estilos cómicos de Portes y Bustamante, pues en ausencia de la clásica comedia física del comediante televisivo, lo que su público encontrará es la muy personal y estridente estética del director.
En compensación, si acaso compensar se incluyera entre las intenciones de la cinta, el público encontrará algunas de las obsesiones del cineasta convertidas en caricatura con cierto nivel de efectos especiales: los ovnis y los zombies, aunque al final aterricen en el mismo y desolador comentario social, por ejemplo, el de la migración.