Pedro Lasch, llega al Laboratorio de Arte Alameda
Conocido por proyectos de arte comprometido donde la participación del público construye la obra Pedro Lasch es también un artista de galería y esta exposición muestra sus dos vertientes
Pablo AbundizEntre líneas, así se debe de leer el trabajo de Pedro Lash, artista visual criado en la Ciudad de México cuya obra es atravesada por un fenómeno cercano a nuestro país: la migración. Ese acto de cruzar líneas imaginarias en un mapa, que cada vez se hace más común y más peligroso, es fundamental para participar en la construcción de sentido de las piezas de Larsch.
Para difundir su obra, el Laboratorio Arte Alameda presenta una retrospectiva de media carrera en donde convergen la veta de un artista comprometido con las comunidades con las de un artista plástico cuyas piezas podrían colgar en los muros de museos o coleccionistas.
El lugar ideal para llevar a cabo esta muestra es el Laboratorio de Arte Alameda. Ocupada por cafés y puestos ambulantes, la calle Doctor Mora, delimita el inicio o el fin del jardín público más antiguo del continente, la Alameda Central. En el número 7 de esa calle, un exconvento guarda en su interior un sitio para proyectos artísticos y pedagógicos que priorizan el entrecruce de saberes y técnicas que dan paso al arte. La arquitectura del lugar, una fachada neoclásica con un interior que se respira aún más antiguo, dan paso a exposiciones que usan el espacio como un comentario en sí mismo.
“Quiero agradecer a todo el equipo de Arte Alameda, muchas veces la gente piensa que el sueño de un artista es exponer en el MOMA o en el Guggenheim, pero para mí es este edificio […] Es un honor, estoy muy orgulloso de la exposición y espero que se disfrute y se aproveche Arte Alameda como un espacio, con su historia y su arquitectura”, comentó el artista previo al inicio de un recorrido a medios.
Esa interacción con el espacio es lo que abre la muestra. Una vez que se atraviesa la primera pintura, un lienzo donde el rojo de la URSS y McDonalds se revelan unidos, una maqueta ocupa la primera sala.
Un trabajo en el que el desplazamiento, uno de los ejes temáticos de la retrospectiva, se exhibe claramente es “Una propuesta escultórica para el Zócalo”, una iniciativa de intervención pública pensada en los años 90 para trasladar los andamios que sirvieron para la restauración de la Catedral Metropolitana hacia la Plaza de la Constitución, y con ello hacer un desplazamiento simbólico del edificio que llevara a una nueva lectura de la obra original.
Más de la exposición
La segunda sala, dividida de la primera solo por un muro falso, se encuentra dominada por un mapa que ocupa todo un muro de lo que alguna vez fue una alta capilla. El trazo representa la geografía del continente, sin capitales o líneas que lo dividan, con dos anotaciones, “LATINo/a”, que cruza el territorio de los Estados Unidos, y “AMÉRICA” que atraviesa el cono sur.
“Siento que la migración de todo tipo transforma al individuo, a las colectividades y a las naciones, pero también es importante irnos fuera de los esquemas sociales que impone la sociedad. Yo crecí con amigos zapotecos y mixtecos, hasta que crecí y la ciudad nos lo hizo muy difícil, cuando llegué a Nueva York yo era mesero pero en la cocina trabajaba gente de Tlapa, Guerrero, nos hicimos amigos y me convertí en parte del movimiento de indocumentados en Estados Unidos. Ahí fue donde en 2003 se genera esta idea, donde la palabra ‘latino/a” migra hacia el norte y la pregunta es ¿Qué sucede cuando eso pasa?”, cuestiona Lasch con su obra.
Flanqueando al mural se encuentran banderines Zapatistas, también ideados en Estados Unidos, y una serie de reproducciones en papel del mismo mapa. Estas piezas forman parte del mismo cuestionamiento que plantea Lasch, pero atravesados por las diferentes vidas que han experimentado la migración.
El artista entrega dos mapas de papel, que al doblarse no es más grande que una hoja esquela, a personas que tienen pensado cruzar la frontera con la condición que al llegar a su destino envíen uno de ellos de vuelta. Los diferentes tonos de blanco, la tinta corrida y las manchas que se hunden en el papel vociferan las distintas experiencias que se viven al migrar.
Tanto el mural como las piezas que lo revisten se enmarcan en el segundo eje temático, el arte como herramienta, pero representa también una de las ideas que Lucía Sanromán, curadora de la exposición, y el artista plantearon al momento de realizar pensar en la muestra: ser un punto intermedio entre una exposición temática y el caos. Y es que si bien Pedro Lasch es conocido por proyectos de arte pedagógicos y experimentales, ha impartido talleres en tres continentes, esta exhibición parte de su trabajo plástico y pictórico, sin embargo su labor es un constante ir y venir entre el trabajo de estudio y el involucramiento comunitario.
Muestra de ello es el tercer eje de la muestra, ficción, representado por “Miembros fantasmas”, una serie de pinturas en las que se imaginan las Torres Gemelas reconstruidas en varios lugares de conflicto. Esta provocación no es gratuita, Pedro Lasch era un migrante más que trabajaba en la ciudad de Nueva York.
“Yo vi la segunda torre caer, fue la experiencia más traumática de mi vida y tarde muchos años en sanar, pero casi inmediatamente no sólo estaba yo enfurecido por el ataque y la falta de humanidad al atacar a civiles, también estaba yo enfurecido en contra de artistas y arquitectos que querían hacer algo con las ruinas; pero también me enfureció la respuesta imperialista de Estados Unidos, finalmente el mundo tenía empatía con ellos y en vez de aprovechar eso y generar paz, el gobierno de Bush se lanzó a invadir Afganistán”, apunta Lasch.
La exposición termina en el segundo piso del recinto con el cuarto eje temático, el juego, perfecto para subrayar las intenciones pedagógicas del Laboratorio. Ahí se exhibe parte del trabajo colectivo llevado a cabo por Lasch con una museografía que invita a interactuar con las instalaciones del recinto a la vez que se plantean los cuestionamientos que hace el artista en su obra comunitaria.