Aunque están por cumplirse cinco años de la muerte del escritor colombiano Gabriel García Márquez, México y el resto del continente Latinoamericano aún recuerdan, en especial hoy, día en el que cumpliría 92 años, las letras que con su pluma plasmó durante toda su carrera como literato y periodista.
“Gabriel García Márquez fue quizás el autor más influyente e importante, el más leído, que pudimos tener en América Latina”, comenta Francisco Carrillo, maestro del Colegio de Filosofía y Letras de la Universidad del Claustro de Sor Juana, a Reporte Índigo.
Para el catedrático, antes de que García Márquez comenzara a publicar sus escritos, la cultura de América Latina era menos conocida a nivel internacional, y a partir de su figura, el continente alcanzó una resonancia que no existía o no había sido escuchada con anterioridad. “A través de él, el mundo comenzó a percibir una narrativa exótica, sorprendente, nueva”, detalla el también originario de España.
García Márquez, quien nació en Aracataca, al norte de Colombia, es para el profesor de periodismo de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, Salvador Mendiola, uno de los escritores latinoamericanos decisivos del siglo XX y que, incluso, consiguió que leyera la gente que antes no lo hacía, una característica que, según el también poeta, comparte con Miguel de Cervantes Saavedra.
El colombiano no estudió periodismo, sino Derecho; sin embargo, en su libro Vivir para Contarla (2002), narra que su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder a este campo, cuando lo invitó a colaborar en el diario El Universal, en Colombia. García Márquez tenía apenas 21 años.
Después de su paso por ese medio, en 1950 viajó a Barranquilla para trabajar en El Heraldo, donde realizaba una columna que se llamaba “La Jirafa”, la cual firmaba con el seudónimo de “Septimus”. Cuatro años más tarde, llegó a Bogotá para escribir en El Espectador.
En ese entonces, ya tenía La Hojarasca publicada, el libro en el que nació uno de los elementos por el que sería recordado de por vida: Macondo, un pueblo que recreó en otras cuatro obras más, Cien años de soledad (1982), Los funerales de Mamá Grande (1962), La mala hora (1962) y El coronel no tiene quien le escriba (1961).
El catedrático de la UNAM destaca que en el periodismo lo que el escritor colombiano aportó fue su estilo de escribir, fluido, brillante, capaz de atrapar al lector y de darle información al mismo tiempo.
Admite que sus reportajes no sólo los escribía como reportero, sino como un escritor de literatura, haciendo que éstos no perdieran vigencia de un día para otro, sino que fueran lecturas para toda la vida.
La educación para García Márquez
Gabriel García Márquez fue un promotor de la educación, tanto en la literatura como en el periodismo, e incluso en el cine. Francisco Carrillo destaca que el escritor fue impulsor de la escuela de periodismo, que lleva su nombre, ofrecía becas en toda Latinoamérica para los jóvenes que, como él, querían aprender y crecer en los medios de comunicación, transmitiendo historias.
Actualmente, en su país natal, Colombia, miles de estudiantes de universidades públicas y privadas han salido a marchar, desde el año pasado, cuando cambió el gobierno, solicitando mayor inversión en educación superior para así aliviar el déficit del sector y recuperar la infraestructura de muchas de las sedes.
“Él era al fin y al cabo muy de izquierda, fue un verdadero exiliado de Colombia, y creo que en este momento estaría, con la debida discreción de ser quien era, en contra del gobierno y la nueva forma de educación, porque la perspectiva de don Gabriel era más populista”, confiesa Salvador Mendiola.
La Revolución cubana fue el principal movimiento de izquierda que provocó la caída de Fulgencio Batista, y la llegada del líder del ejército guerrillero, Fidel Castro, un personaje que fue amigo cercano de García Márquez.
Las bases que protagonizaba Castro en su movimiento opositor se fundamentaban en la idea común de que sólo una educación de calidad podría acabar con la grave situación de pobreza, ignorancia y subdesarrollo que sufría el país.
“García Márquez escribía de lo político, algo muy típico de la literatura latinoamericana del siglo XX, la vinculación con la política y los movimientos de izquierda”, admite Carrillo.
Tomando en cuenta que el colombiano fue un hombre que sabía de literatura, periodismo, política izquierdista, que fue uno de los participantes del Boom Latinoamericano, y que en 1982 ganó el Premio Nobel de Literatura, ¿podría haber alguien más como él?
“No, yo traté con muchos, incluso yo quise ser como él, pero era único, tanto en sus anécdotas como en su vida y en su prosa, realmente se construyó una personalidad única. Sólo puede haber, o imitadores de Gabriel García Márquez o gente que nos tenemos que alejar de él, porque es tan poderoso y afecta tanto como el Sol, que nos funde si nos le acercamos”, responde Mendiola.
Para Francisco Carrillo sí ha habido un periodista como García Márquez, y ese fue Roberto Bolaño, un escritor con una biografía similar, que también supo combinar la literatura con la consciencia política.
Carrillo concluye que García Márquez siempre fue un hombre comprometido con sus oficios. Fue alguien que, de aún estar vivo, seguiría escribiendo y estudiando sobre los hechos que retumban en pantallas de televisión.
Sus imperdibles
Tanto Mendiola como Carrillo coinciden en que los dos libros imperdibles que todo lector de García Márquez debe conocer y estudiar son Cien Años de Soledad y Crónica de una muerte anunciada. Para el maestro de la UNAM, el primer texto es el que volvió eterno al colombiano, “ahí está la cumbia, las canciones, los poemas; esa es su obra maestra”.
Mientras que Crónica de una muerte anunciada, para ambos profesores, es la publicación que todo periodista debe tener a la mano, porque utiliza la crónica, el diodismo, el humor trágico y la calidad del relato.