Órganos ‘de probeta’

Todo indica que el siglo 21 hubiera sido el mejor momento para que el Doctor Víctor Frankenstein realizara sus experimentos y creara al nuevo Prometeo, como bien lo concibió la escritora de la novela gótica Mary Shelley, en 1818.

Y es que en la actualidad, los laboratorios ya comenzaron a cultivar partes del cuerpo humano que son denominadas organoides (organoids, en inglés), las cuales podrían ser utilizadas como trasplantes en un futuro no muy lejano.

Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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Todo indica que el siglo 21 hubiera sido el mejor momento para que el Doctor Víctor Frankenstein realizara sus experimentos y creara al nuevo Prometeo, como bien lo concibió la escritora de la novela gótica Mary Shelley, en 1818.

Y es que en la actualidad, los laboratorios ya comenzaron a cultivar partes del cuerpo humano que son denominadas organoides (organoids, en inglés), las cuales podrían ser utilizadas como trasplantes en un futuro no muy lejano.

Esta técnica realizada a puerta cerrada empezó a desarrollarse hace poco más de un lustro, cuando un grupo de especialistas liderados por Yoshiki Sasai demostró que las células madre pueden ser inducidas a “pelotas” de células neutrales que se auto-organizan en capas distintas.

Sin todavía llegar a desarrollarse un órgano en forma, los organoides permiten que las células en crecimiento emulen el tejido en proporción y respondan tal como reaccionaría una de las partes del cuerpo originales.

La prueba de fuego

Aunque los organoides se cultivan a partir de células madre, lo cierto es que son obtenidos de los órganos ya existentes, por lo que toman las características genéticas de quien se le tomó la muestra. Por ello, al administrarles drogas o fármacos a los tejidos in vitro, éstos responderían al igual que el órgano de la persona donante.

Distintos laboratorios en el mundo se encuentran desarrollando al menos 10 tipos distintos de organoides, entre los que se encuentran el cerebral, de pulmón, de tiroides, de riñón, gástrico, testicular, entre otros.

Aún no se sabe si con estos organoides se podría crear un órgano completo para usarse en un cuerpo, sin embargo los experimentos a los que son sujetos se han vuelto imprescindibles para desarrollar tácticas de prevención, y formular curas contra enfermedades que actualmente aquejan a la sociedad mundial.

Por ejemplo en Yokohama, Japón, se encuentran trabajando en organoides de hígado debido a su amplia capacidad proteica, la velocidad con la que se regenera y el crecimiento que presenta un hígado común.

Estos organoides podrían llegar a ser los primeros en utilizarse en un trasplante real, según reportó Geoffrey Carr en su artículo “The year of the organoid”, en The Economist.

Y como el hígado se encarga de procesar los medicamentos cuando entran al torrente sanguíneo, las pruebas ejecutadas en animales regularmente varían acorde al hígado humano. Al usar el organoide se podrán tener resultados más precisos según sea la respuesta humana.

 

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