Odiseo Bichir exorciza a los demonios protagonizando ‘Espíritu Burlón’

Protagonizada por Odiseo Bichir, la obra Espíritu Burlón desenmascara, a través del humor, lo absurdo de las relaciones humanas y de cómo se desenvuelven los hombres y las mujeres frente a situaciones límite
Karina Corona Karina Corona Publicado el
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Cuando una obra teatral trasciende su propio tiempo se vuelve universal, como es el caso de Espíritu Burlón, pieza que fue estrenada en 1941. Desde entonces no ha dejado de presentarse en diversos escenarios, permitiendo que las nuevas generaciones la aborden y vean con nuevos ojos. 

Hace algunos años fue montada por Alejandro Bichir en México, ahora es protagonizada por su hijo Odiseo junto al elenco conformado por: Haydeé Boetto, María Inés Pintado, Brenda De Arrigunaga y Gibrán Valencia, bajo la dirección de Juan José Tagle. 

“Es importante en el significado que tiene la obra que conocí a través de la mirada de mi padre. Hacerla, por fin, me emociona, que se pueda llevar a cabo cuando parecía muy lejano, es un momento muy importante para todos nosotros que vivimos para y por el teatro”, platica Odiseo Bichir para Reporte Índigo. 

La crítica desde el privilegio 

Para Odiseo, además del contexto de la pandemia, es trascendente que esta obra vuelva a los escenarios, pues se podrán brindar nuevas lecturas, las cuales están permeadas por la relación entre los seres humanos. 

Espíritu Burlón habla, en particular, sobre el matrimonio formado por Ruth y Carlos, quienes viven los lujos, comodidades y las glorias del éxito brindados por las novelas de Carlos. Sin embargo, son seres que “se sienten por encima de todos”. 

“Me parece muy oportuno mostrar al espectador nuestras conductas con respecto a la lucha de poderes y de sexos. Estas actitudes prepotentes, agresivas, muy negativas, disfrazadas de intelectualidad, astucia; incluso, en estos círculos de universos culturales, donde pareciera que tuvieran sensibilidad para tratar a sus congéneres y no la tienen, son abusivos”, opina Bichir. 

Si bien, la pieza fue escrita hace ya más de 80 años por el dramaturgo Noël Coward, para el equipo era indispensable abordarla con mucho respeto, compartiendo su preocupación sobre la falta de respeto hacia las mujeres, sus necesidades y luchas. 

Además, de dejar plasmada la conciencia que se requiere para disfrutar de una comunicación entre iguales, donde ellas tengan las mismas oportunidades en todos los sentidos. 

“La preocupación principal era tener una voz y un lugar donde expresar que también nos duele que se repitan estas conductas que son tan destructivas”, expresa. 

Para poder realizarla en el Teatro Independencia San Jerónimo, optaron por desarrollarla bajo un tono de comedia de circunstancias, donde, a partir de una mofa, se desatan las terribles consecuencias de lo invocado. 

Se reúnen todos los fantasmas que no han sido resueltos, no solamente del espíritu burlón, sino todos los problemas que los personajes no han resuelto. 

“No tenemos la respuesta, no sabemos hacia dónde podría ser la solución, pero nos agrada este compromiso teatral que corresponde a un juego escénico, de esta serie de interacciones entre los personajes que permiten observarnos a nosotros mismos, sin un juicio moral. No es un debate ante la ley, sino de cara a nosotros mismos, a ver si nos cae un poco el 20”, comparte. 

Para el histrión, en la pieza teatral quedan expuestas vicisitudes inquietantes que han causado mucho dolor como el machismo, por ello la necesidad de expresarlo en una comedia y, así, desnudar y exhibir de manera directa y sin tapujos los vicios y hábitos terribles de conducta, así como las dinámicas tóxicas que no son saludables. 

Y aunque hace unos años la obra abordaba otras problemáticas, añade Bichir, no se reflexionaba sobre el elemento destructivo del varón “que da sermones, se erige como una autoridad, es el amo, el jefe, el patrón y queda siempre muy bien parado porque es dicharachero, bromista, juguetón, ocurrente que se le puede llegar a perdonar porque no tiene abuela”, opina. 

Esta clase de conductas machistas que han dañado a la sociedad y que, tristemente, la sociedad está acostumbrada a heredarla. E, incluso, señala el actor, se han vuelto tan normales que se exceptúan. 

“Estas maneras de tratarnos que hasta nos parece chistoso, te vuelves el alma de la fiesta porque están cabuleando, albureando y bulleando a tus congéneres, y si eres eres varón se te perdonan muchas cosas porque estabas chispa. Hoy sabemos que es puro veneno darle cuerda a estas conductas del jefe de la casa, el patrón de la hacienda, presidente de la organización”. 

“Los hemos retratado en tantas comedias, estamos acostumbrados que se sale con la suya. Enmascarándose y disfrazándose detrás de una autoridad moral, intelectual,  espiritual, cultural, director del museo, de la orquesta y se pierden las fronteras de lo que es sano para todos”, expone. 

La reflexión desde la comedia 

Mezclado entre el mundo de lo desconocido, de los fantasmas y la nostalgia del tiempo, Espíritu burlón da un énfasis para argumentar sobre los tiempos actuales, el papel y los roles de género que se han marcado por tanto tiempo. 

Además, recalca Odiseo Bichir, se convierte en una gran ocasión para aprovechar para decir que un personaje como Carlos hoy no tiene lugar. 

“Es un elemento peligroso cada vez que ponemos a un varón en un puesto de mando, de control de autoridad, no es que sea propio del hombre, pero sí es muy común y ya estamos muy desprestigiados, muy echados a perder, muy malcriados desde casa; pero lo que el autor quiere mostrar es que concibe la idea de un personaje que pasa de largo por todos lados y provoca un desgarriate”, reflexiona. 

Llegar en estos momentos a personificar a Carlos, le ha permitido a Odiseo convivir con la diferencia de opiniones, a trabajar en equipo y llegar a acuerdos. Y, así como con el teatro, a tomarlo con seriedad y profesionalismo. 

“Quienes nos sintamos identificados en aspectos tan negativos como los que porta Carlos, podamos tener una oportunidad de reaccionar, de poner freno y acordarnos que así nos vemos haciendo el ridículo. Mi interés es serle fiel al espíritu de este personaje y no a hacerme el lindo, no soy la figura que tendrá que llevarse los aplausos, como Molière con El médico a palos, tengo que terminar como piñata y eso está muy bien para que se exorcice este demonio”, puntualiza. 

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