Vello púbico que sale del bikini, selfies de mujeres con sobrepeso, en topless, madres amamantando a sus bebés… aparentemente todo contenido publicado en redes sociales –especialmente en Instagram– que aluda a la naturaleza del cuerpo femenino, sin cumplir con los cánones de belleza actuales, debe ser censurado.
El caso más reciente el de la poeta paquistaní Rupi Kaur, quien publicó una imagen en Instagram en la que aparece acostada en su cama. La sábana y su pantalón muestran manchas de sangre que evidencian que la joven tiene la menstruación. Esto llevó a la red social a retirar la imagen, dado a que violaba las políticas de la empresa.
Kaur retó a Instagram al publicar la imagen por segunda vez, aunque la misma volvió a ser eliminada. Pero tras una campaña que generó polémica en la Red –en un post publicado en Facebook, por ejemplo, Kaur comparó a Instagram con las culturas que oprimen a la mujer cuando está en su periodo–, la compañía se vio obligada a rectificar su error y permitir a la artista a subir su contenido de nueva cuenta.
“No me voy a disculpar por no alimentar el ego y el orgullo de una sociedad misógina que puede mostrar mi cuerpo en ropa interior pero rechazará una pequeña mancha”, escribió Kaur en su cuenta de Tumblr.
Es particularmente Instagram el que ha desatado la mayor controversia en línea dada la frecuencia con la que retira imágenes cuyo contenido rivaliza con esas fotografías de mujeres que suelen ser “objetivadas” y “pornificadas”, como argumentó Kaur en Tumblr.
Pero quizá lo que más reprueban las internautas es la postura que, tras la polémica, toma la compañía para justificar su forma de proceder ante la difusión de cierto contenido.
En otras ocasiones en que Instagram ha enfrentado escándalos y debates por censura, ésta red declaró que “se ha esforzado por encontrar un buen equilibrio entre permitir a las personas expresarse de manera creativa y mantener Instagram un lugar divertido y seguro”.
En la Web, nadie perdona. Y como dice la columnista Jessica Valenti en The Guardian, “las compañías tecnológicas están comenzando a comprender que si quieren poner el poder de las imágenes en las manos de sus usuarios, tienen que estar de acuerdo con que las mujeres se muestren plenamente humanas-no solo reflejar imágenes de lo que la cultura pop quiere que seamos”.