Nunca seremos parte: cine queer e independiente hecho en México
La película hecha con bajos recursos y rodada en Jalisco, muestra la historia de una adolescente, que duda de su orientación sexual, pero además crece con una madre que se revela como lesbiana, situación cada vez más común en la realidad del país y el resto del mundo
Hidalgo NeiraEmi es una adolescente que está en búsqueda de su propia identidad, de querer encontrar quién es, y en este momento de su vida, decide alejarse de su madre, acercarse a su abuela de ese lado sanguíneo y visitar a su padre, porque tal vez así logre encontrar respuestas que le definan.
La realidad, es que Emi, no termina de entender, porqué su madre se declaró como lesbiana una vez que ya es adulta, decidió casarse por segunda ocasión y toda su familia la señala como desertora de la familia, entonces Emi duda: ¿acaso yo también soy gay?
Con esta premisa es que transcurre, Nunca seremos parte, opera prima de Amelia Eloisa, que se ha presentado en varios festivales de México, y ahora le toca la oportunidad en Cuórum Morelia, donde su coproductora Yezin Carrillo, platica con Reporte Indigo.
El título de la película es una referencia a que la cineasta novel, pensó que tal vez, ella como lesbiana, no tendría un espacio en la sociedad, esto lo mantuvo presente durante muchos años, incluso en su adolescencia, por eso ella puso en esta ficción su historia personal, a través de Emi y ahora, se rompe esa maldición, porque se ha encontrado a ella misma, con más gente y personas que son incluyentes.
“Es una declaración, pero que se busca que se rompa (el título), de demostrar que sí somos parte, que sí estamos en la sociedad y es una postura de encontrar a otras personas, que se sientan como en la película y que están buscando su camino y que poco a poco lo encuentren, que sepan que crecer en una familia homoparental femenina y lesbiana no es una cosa del otro mundo, es un camino que recorren muchos adolescentes”, comenta Carrillo.
Nunca seremos parte inició su grabación, justo en febrero del 2020, cuando iniciaba el cerco sanitario, la productora comenta, que decidieron seguir adelante, porque no se tenían los recursos como para aplazar el proyecto, mismo que es de un bajo presupuesto.
“Pues sí, teníamos que hacer la película, no había otra manera, no teníamos una bolsa mágica con presupuesto extra para sortear esta contingencia que no estaba ni planeada ni como proyectada, es un cambio de vida total que todos estamos experimentando, la vida no es la misma”, agrega la realizadora.
Para poder asegurar la producción, se limitaron a solo estar en contacto el grupo reducido de actores principales y de personal de rodaje, aunque hubo momentos, en los que si tuvieron que utilizar a extras o talento que solo aparecería a cuadro, pero esto lo hicieron con las mayores medidas, y sin obligarlos a participar.
“Amelia hizo un excelente trabajo como directora, porque esas ausencias no existen en la película final. Si hubo un momento en el que me preocupé muchísimo, cuando nos movimos de la ciudad de Guadalajara, y nos cambiamos de locación a la costa y cuando estábamos ahí, pues la vida es distinta, la gente sigue saliendo y haciendo cosas, y hay una escena donde la protagonista se ve en un camión y se ve el mar, y es un camión que nos permitieron usar, después de ser usado por pasajeros”, narra Carrillo.
Nunca seremos parte continuará su ruta en más festivales, al menos hasta mayo del 2023, todavía queda por definir, si tendrá un estreno comercial, o si pasará directo a una plataforma de streaming.
La deuda de la comprensión
Día a día, se ganan batallas en contra de la discriminación o las fobias LGBT+ en el mundo y México, pero ¿qué está pendiente todavía en la actualidad en el país azteca? Carrillo observa, que la sociedad necesita ser más comprensiva y aceptar a las personas, como sea que decidan serlo.
“Tenemos la deuda pendiente de la comprensión y del entendimiento, mientras más comprendamos que somos seres humanos buscando su camino, más vamos a ser comprensivos con los demás, y nos vamos a permitir que haya espacios para todos. Ahora con el lenguaje inclusivo, me doy cuenta que es para todos muy fácil que si tenemos un amigo que se llama Juan y quiere que le digamos John, pues le decimos John, creo que esa consideración debería existir para todas las personas”.