Por primera vez, en casi una década, hubo dos mujeres premiadas en categorías científicas en la entrega del Premio Nobel. Carlos Gustavo de Suecia entregó, en Estocolmo, el galardón a la tercera laureada de la historia en Física (Donna Strickland) y a la quinta en Química (Frances Arnold), en una ceremonia en la que no hubo ganador de Literatura.
Strickland, galardonada por sus “invenciones en el campo de la física láser”, rindió un homenaje a las dos mujeres que recibieron el premio antes que ella, Marie Curie y Maria GoeppertMayer y dijo sentirse “humilde por estar en su compañía”.
Entre risas, la laureada recordó que cuando Cyndi Lauper cantaba “Girls Just Wanna Have Fun”, ella tenía que esperar a salir del trabajo para divertirse; sin embargo, se entretenía con la ciencia.
Por su parte, Arnold contó la historia de la manzana de Newton desde el punto de vista de la evolución: “Érase una vez que las manzanas iban en todas direcciones, arriba, abajo, de lado y sólo algunas caían al suelo y germinaban, por ello a través de millones de años de evolución sólo quedaron las que caían”.
La nobel premiada por realizar la evolución dirigida de enzimas indicó que con ella “en nuestras manos” se pueden explorar caminos para crear nuevas fuentes de energía, curar enfermedades, “hacernos más jóvenes y guapos”, pero también advirtió de que es posible hacer un mal uso de ella. Por lo que brindó “por la evolución y para que la usemos bien”.
William Nordhaus, premiado por sus análisis que incluyen el cambio climático en el crecimiento económico, pidió a la actual generación que dé pasos para hacer más lento el calentamiento global y preservar así este “planeta maravilloso”.
El nobel de Medicina Tasuku Honjo que vestía el quimono tradicional japonés explicó cómo funciona la inmunoterapia, una nueva arma contra el cáncer, y animó a que más científicos investiguen para mejorarla y para que esté disponible para todos.
La música estuvo a cargo de la cantante y pianista sueca Anna von Hausswolff y coreografías a cargo del Real Ballet Sueco.
Los arreglos florales evocaban la valentía, representada por grandes anturios en tonos carmesí, rosa y violeta, junto a delicadas rosas y peonías arropadas por detalles de hojas verdes y doradas. Todos fueron donados por la localidad italiana de Sanremo, como cada año desde 1986, fecha en que murió Alfred Nobel, creador de estos premios.