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Las redes sociales cambiaron de manera significativa la dinámica de las relaciones amorosas. Publicar información en ellas implica que la pareja tenga acceso a datos que de otra manera serían difíciles de conocer, o que no necesariamente se compartirían.
La mayor parte de los usuarios de estas plataformas admite que, con mayor o menor frecuencia, accede a las páginas de personas que conoce, entre ellos el objeto de su afecto.
Las consecuencias que puede tener esta actividad son conocidas por los que se han visto en cualquier lado del espectro: quienes monitorean o quienes son monitoreados.
Las razones por las que se hace esta labor de “espionaje” no habían sido estudiadas debidamente, quizá por pensar que eran demasiado evidentes y porque es fácil reducirlas a la conclusión de que se trata de inseguridad.
Sin embargo, un estudio de la Universidad del Estado de Ohio sugiere que los celos no son un factor determinante en la necesidad de observar los perfiles de la pareja.
De acuerdo a la investigación, lo que decide quién lo hace y quién no es el tipo de apego que tiene la persona.
Es decir, la manera en la que se percibe el propio rol –y el de otras personas– en una relación.
Este se desarrolla desde la infancia, y se manifiesta en todas las interacciones.
Tras estudiar a un grupo de estudiantes universitarios, los científicos llegaron a la conclusión de que los tipos de apego preocupado y temeroso –en los que se teme no ser suficiente para el otro y salir lastimado, respectivamente– son más propensos a monitorear la actividad de su compañero.
Quienes entraban en las otras dos clasificaciones, apego seguro –que reconoce su valor y el del otro en la relación– y apego desdeñoso –que se considera por encima de la otra persona–, no sentían la necesidad de hacerlo con la misma frecuencia.
En los casos de los jóvenes con los últimos dos tipos de apego, la incertidumbre sobre su relación, o incluso la desconfianza en su pareja, no provocó que quisieran supervisar lo que sucedía en sus perfiles. Aquellos pertenecientes a los primeros dos grupos lo hacían a pesar de sentirse seguros de la persona con la que están.
Y después, ¿qué?
El fin de la relación no necesariamente marca el de la “vigilancia”. La mayor parte de los jóvenes que participaron en el estudio reportaron seguir al pendiente de sus parejas anteriores a través de sus redes sociales.
De hecho, una investigación de la Universidad del Oeste en Canadá, revela que el 88 por ciento de las personas lo hace.
El 70 por ciento declaró haber usado la cuenta de alguien más para supervisar los movimientos de su antiguo compañero, y el 74 que había investigado, también, a la nueva –o la potencial– pareja de éste.
Tres de cada 10 revelaron haber alterado su comportamiento en redes sociales para provocarle celos a su antiguo amor. Y 52 por ciento que se sintió celoso por fotografías compartidas por él en las redes sociales.
Esta misma investigación profundiza en el tema para evaluar el efecto de Facebook en los sentimientos después de una ruptura. Los resultados fueron poco sorprendentes.
“El nivel de estrés variaba según la cantidad de monitoreo que hicieras”, explica Veronika Lukacks, autora del reporte, quien además destaca que “ eliminar a la expareja como contacto fue muy efectivo para disminuir la gravedad del problema”.
En el estudio, 48 por ciento de los sujetos declaró seguir siendo “amigo” de sus antiguos novios en la red social.
Otro consejo de Lukacks es cambiar nuestra contraseña después de una ruptura, especialmente si se había compartido con el otro miembro de la relación terminada. La mayor parte de los participantes del estudio confesaron haber entrado a la cuenta de su ex sin permiso, o mencionaron que sospechaban que él o ella lo había hecho.
Amor precipitado
El comienzo de las relaciones no se escapa de las manos de Facebook y otras redes sociales que han replanteado antiguas reglas. “Esperar tres días para llamar” y “Hacerse a la difícil” es mucho más complicado cuando se puede estar conectado durante 24 horas.
Algunos estudios señalan que tanta posibilidad de contacto sin la necesidad de verse físicamente, puede crear una intimidad falsa. Hablar a través de un chat o de plataformas como Whatsapp provoca un intercambio de datos excesivo, que con frecuencia es innecesario y puede crear vicios que afectan la relación en el futuro.
Se puede saber todo sobre la otra persona en tiempo récord, pero en realidad no se le conoce.
Y es que se comienza una relación basada en la cantidad de información y no en la calidad de la convivencia. Hace unos años, formalizarla hubiera llevado meses, ahora es cuestión de semanas para sentir que la otra persona es el “alma gemela”.
Además, la naturaleza de Facebook “convierte a las personas en parejas entrometidas”, porque “toda esa información es completamente innecesaria pero nadie puede evitar estar al pendiente” cuando está saliendo con alguien.
¿Otro problema? Después de conocer todos los gustos del crush potencial, quien busca la información modelará su propio comportamiento para agradarle.