A la gran mayoría le ha pasado. Levantarse por la noche y lo primero que se hace es abrir el refrigerador o la alacena, según sea el antojo. Los llamados snacks de media noche son altamente adictivos, ya que a esa hora no se siente satisfacción tras devorarse un paquete de galletas o una rebanada de pastel.
Investigadores de la Brigham Young University midieron la respuesta del cerebro de un grupo de participantes ante imágenes altas y bajas en calorías, durante distintas horas del día. Todo a través de escáneres de resonancia magnética.
Y es que comer en las madrugadas no se trata de un simple “mal hábito”, esa deficiencia para controlar el apetito a esa hora del día está directamente relacionada con la actividad cerebral.
Los resultados del estudio mostraron que “las imágenes de los alimentos, especialmente de alimentos ricos en calorías, pueden generar picos en la actividad cerebral, pero esas respuestas neuronales son más bajas en la noche”. Ante la falta de estímulo y satisfacción, las personas tienden a seguir comiendo durante las tardes y noches.
Travis Masterson, autor principal del estudio, indica que “podríamos consumir excesivamente por la noche porque la comida no nos resulta tan provechosa, al menos visualmente, en ese momento del día. No resulta igual de satisfactorio comer por la noche, de manera que comemos más para intentar quedar satisfechos”, de acuerdo a una publicación en el diario español ABC.
Por ello, “más allá de nuestro nivel de hambre o de cómo de saciados podamos sentirnos, nuestro cerebro no experimenta la misma sensación de provecho por la mañana y por la noche”, añade el artículo mencionado.
Este estudio preliminar fue publicado recientemente en la revista científica Brain Imaging and Behaviour.