Nahui Olin, una vida dedicada al arte, la liberación sexual y el amor
Era la hija de un renombrado general pero su arte y su actitud transgresora le ganaron su propio nombre: Nahu Olin. Una mujer que no adivinaría la desdicha que la vida le tenía preparada y
Carmen Mondragón nació en una familia acaudalada en 1913 en Tacubaya, Ciudad de México. Su padre Manuel Mondragón y su madre, Mercedes Valesca, la criaron con los lujos y pompa típicos de la burguesía. Desde pequeña aprendió a tocar el piano y a escribir, gracias a su madre. Con apenas cuatro años junto con su familia se mudó a París donde vivieron durante ocho años.
Indigo StaffEra la hija de un renombrado general pero su arte y su actitud transgresora le ganaron su propio nombre: Nahu Olin. Una mujer que no adivinaría la desdicha que la vida le tenía preparada y
Carmen Mondragón nació en una familia acaudalada en 1913 en Tacubaya, Ciudad de México. Su padre Manuel Mondragón y su madre, Mercedes Valesca, la criaron con los lujos y pompa típicos de la burguesía. Desde pequeña aprendió a tocar el piano y a escribir, gracias a su madre. Con apenas cuatro años junto con su familia se mudó a París donde vivieron durante ocho años.
A los veinte, Carmen se casó con el entonces cadete Manuel Rodríguez Lozano quien más tarde se convertiría en pintor. Antes de descubrir su homosexualidad, él y Carmen vivieron en París y se hicieron amigos de artistas como el muralista Diego Rivera y Pablo Picasso. De su unión nació un bebé que murió con apenas días de nacido, a manos de su madre en un ataque de locura, según el testimonio de Rodríguez. Esto nunca se confirmó.
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Una vez de regreso en México, Carmen conoció a Gerardo Murillo Cornado, el Dr. Atl. Entre ambos artistas se entabló un especial romance que entre muchas cosas, inspiró a la peculiar mujer a autodenominarse Nahui Olin que en náhuatl significaría “el cuarto movimiento del Sol” de escribirse con doble ele.
Dr. Atl y Nahui Olin vivieron en un ex convento de La Merced. Su relación, maniática y explosiva desbordaba genialidad. Los excéntricos amantes hicieron lo que toda pareja demasiado pasional hace: destruirse. El amor no fue suficiente contra los celos y las discusiones.
A Nahui Olin le gustaba posar desnuda para enaltecer su libertad y la capacidad de las mujeres a vivir a su gusto, cosa que no satisfacía al Doctor Atl. Para ella la denudez era una manera de enfrentar los tabúes; varios fotógrafos y pintores la plasmaron en sus obras, entre ellos Edward Weston, Antonio Garduño y Juan Ocón.
Olin dedicó su juventud a ser la encarnación de la liberación femenina: vestía faldas cortas, llevaba el pelo corto y vivía su sexualidad sin tapujos. Su lucha por la liberación de la mujer fue acompañada por Antonieta Rivas Mercado, Frida Kahlo y Lupe Marín, entre otras.
Durante su vida se dedicó a la pintura, sus obras se clasifican dentro del arte naif por sus detalles espontáneos y sus temas. Hizo varios autorretratos y en sus pinturas resaltaba el erotismo.
Actualmente se considera a Nahui Olin un baluarte del feminismo mexicano. Una de sus influencias más importantes fue Mary Wollstonecraft, esta filosofía inglesa en sus obras planteó ideas feministas como la noción de que las mujeres no son inferiores por naturaleza a los hombres pero que debido a la falta de educación, pareciera que es así. Su obra Vindicación de los derechos de la mujer fue en gran parte la base del feminismo moderno.
Nahui Olin, ca. 1922
Atl colors/fresco
Gerardo Murillo (Dr. Atl) pic.twitter.com/cs0HxNEtVb— @deCultura_Mx (@deCultura_mx) 29 de marzo de 2017
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Sus desnudos revelan a una Olin disruptiva, inteligente y con clase. La hija de Mondragón posó para Hollywood y su imagen se publicó en postales, y otras se publicaron en la revista para caballeros, Ovaciones.
En el libro Nahui Olin, La mujer del Sol, su sobrina, Beatriz Pesado comparte una frase de la pintora: “Me retraté desnuda porque tenía un cuerpo tan bello que no iba a negarle a la humanidad su derecho a contemplar esta obra”.
Luego de separarse del Dr. Atl, sus inquietantes y encantadores ojos verdes cautivaron a Eugenio Agacino, un marino originario de España con quien que mantuvo un amor más dulce hasta que falleció intoxicado en Cuba en 1924.
Este fue un duro golpe para la artista que luego de perder a su amado a los 54 años se recluyó con sus gatos y se limitó a dar clases de pintura durante 40 años antes de fallecer. Continuó escribiendo algunos poemas pero sólo por placer personal.