Músculo, puro músculo

Detrás de una gran musculatura, hay una gran fuerza. Un estudio publicado en la revista científica Proceedings indica que, contrario a lo que se creía, la fuerza que hace que los músculos se flexionen, provoca que se tensionen los filamentos y abran una malla conformada por células alineadas.

Se pensaba que en lugar de una “malla”, había largas cuerdas de células.

Este proceso genera “una fuerza en múltiples direcciones, y no solo de arriba hacia abajo”, explica la BBC sobre esta investigación a cargo de la Universidad de Washington.

María Alesandra Pámanes María Alesandra Pámanes Publicado el
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Este hallazgo ayudará a entender mejor al corazón, pues el músculo rodea las cámaras que se rodean de sangre

Detrás de una gran musculatura, hay una gran fuerza. Un estudio publicado en la revista científica Proceedings indica que, contrario a lo que se creía, la fuerza que hace que los músculos se flexionen, provoca que se tensionen los filamentos y abran una malla conformada por células alineadas.

Se pensaba que en lugar de una “malla”, había largas cuerdas de células.

Este proceso genera “una fuerza en múltiples direcciones, y no solo de arriba hacia abajo”, explica la BBC sobre esta investigación a cargo de la Universidad de Washington.

Este tipo de fuerza multidireccional no solamente aplica para bíceps o tríceps, sino a todos los músculos del cuerpo, incluso el corazón.

Thomas Daniel, uno de los investigadores del estudio, subraya que “este aspecto de generación de la fuerza muscular ha pasado desapercibido durante décadas y es ahora que se está convirtiendo en una característica fundamental para nuestra comprensión de aspectos normales y patológicos del músculo”.

Este descubrimiento abre la posibilidad de estudiar y entender mejor el trabajo del corazón, “debido a que el músculo rodea las cámaras que se llenan de sangre”. También podría ayudar a medir “las fuerzas que se generan en varias direcciones durante la contracción muscular”, pues se permite “un análisis más preciso y realista de cómo se genera la presión para expulsar la sangre del corazón”, dice Michael Regnier, otro de los autores de la investigación. 

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