En calles cerradas, con los bafles conectados y las luces girando de un lado a otro, un hombre en la consola domina el micrófono, elige las canciones, manda saludos e invita a la gente a bailar, así es la vida de “el sonidero”, personaje que surgió en los años 50. El colectivo Musas Sonideras busca reivindicar el papel de la mujer dentro de este movimiento.
Este fenómeno de la cultura popular ha sido representado mayoritariamente por hombres; sin embargo, las mujeres han estado presentes desde sus orígenes con personajes como Sonido La Socia, La Dama y Lupita, ‘la Cigarrita’.
“Sonido La Socia tendría una trayectoria de 54 años, sin embargo, falleció en 1986. Sale en una portada de un disco de acetato con Sonido La Changa, El Rolas y La Sonora Matancera. Fue invisibilizada por mucho tiempo hasta que apareció ‘la Cigarrita’, representando al barrio bravo de Tepito y, entonces, dijeron ‘aquí la primera fue La Socia’”, asegura Marisol Mendoza, fundadora del proyecto Musas Sonideras.
Este colectivo reúne a sonideras de México y Estados Unidos y bajo el lema de “hasta que la sororidad se haga costumbre” busca reivindicar el papel de la mujer en este movimiento y hacer del baile del barrio una cultura.
“Conozco 64 mujeres sonideras entre México y Estados Unidos, la mitad son Musas Sonideras y están entre San Diego, Texas, Chicago, Los Ángeles, Tijuana, Puebla, Toluca, Iztapalapa, Iztacalco y Azcapotzalco; estamos regadas, una en cada espacio, pero haciendo bastante ruido, poniendo a la gente a bailar, a gozar, haciéndoles saber que las mujeres también tenemos alma de sonideras”, cuenta la fundadora.
Mendoza reconoce que fue gracias a “las benditas redes sociales” que se han unido. Empezaron a localizarse, a mandarse solicitudes, a preguntar de dónde eran , qué estaban haciendo, cuánto tiempo llevaban gestionando o tocando música sonidera y en quiénes se inspiraban.
Desde entonces pertenecen a distintos colectivos y gestionan proyectos culturales. Musas Sonideras se ha abierto espacio en recintos como el Centro Cultural Los Pinos, en museos como el Soumaya, el Chopo y el Ex Teresa Arte Actual, y en universidades como la UAM Iztapalapa.
“Es importante que el sonidero esté vinculado con espacios culturales, en museos, en lugares donde otro tipo de gente, otros tipos de generaciones están asistiendo. No sólo somos del barrio, también podemos salir de él”, menciona Marisol.
De acuerdo con Sol Nava, mejor conocida como ‘Sol Salsita’ y miembro de este colectivo, la mayor aportación de las Musas son los bailes de paz, libres de violencia.
“Creo que la diferencia que estamos poniendo las Musas Sonideras es que estamos haciendo bailes de paz, sin violencia, ya que todos los eventos que hemos tenido en salones, en las calles o en eventos culturales, han quedado con saldo blanco”, indica Sol.
‘Sol Salsita’ afirma que ella y sus compañeras sí se han enfrentado como mujeres al machismo, la cosificación y la misoginia.
“Hay muchos varones que se quieren pasar de listos, te van a pedir el saludo y se acercan mucho, hemos recibido comentarios de que mejor nos vayamos a lavar los trastes o cuando sales de noche en un evento, a las 2:00 o 3:00 de la mañana, te enfrentas a que te roben o te asalten”, platica la sonidera.
El reconocimiento a las sonideras
Madre, comerciante y feminista, Marisol Mendoza es hija de uno de los sonideros más consolidados de la Ciudad de México; sin embargo, sólo tiene un año de experiencia en las consolas “microfoneando”, como dice ella.
“Vengo de cuna sonidera, mi papá tiene una trayectoria de 45 años, él es Sonido Duende; mi hermano lleva una trayectoria de 25 años en el micrófono, y yo llevo un año, tengo poquito, pero llevo gestionando 13 años. Mi papá era popular en la colonia porque sacaba los aparatos para las fiestas del vecino, la posada, mi cumpleaños y las mañanitas. Mi abuelita se llamaba Guadalupe, entonces, el 11 de diciembre en la madrugada, el callejón ya estaba lleno de bafles para tocarle las mañanitas a mi abuelita”, recuerda Marisol.
Desde su puesto de papas, ubicado en la salida de la estación del Metro Popotla, Mendoza relata que creció entre bafles, cables y bocinas; su madre tejía carpetitas que colocaba en los cajones que construía su papá o en los roperos donde se guardaba el equipo de sonido. En las “Tropipapas”, como es conocido el local por el gremio, entre semana se monta el tornamesa, se sacan los discos de acetato y se trasmiten salsas, cumbias, montunos y vallenatos.
“Por una parte fui inspirada por mi familia, pero cuando conocí mujeres me inspiraron más ellas. Me gusta ser la hija de el ‘Duende’, pero me gusta más ser reconocida por mi trabajo, desde hace un año ya me reconocen como Marisol Mendoza o la Musa Mayor, llego a los bailes y me mandan mi saludo. Han sido muchos años y no ha sido fácil”, dice.
El barrio también educa
El sonidero no comienza en la fiesta, sino en la selección musical y para ello, en el barrio bravo de Tepito, hay una amplia oferta de puestos que se dedican a curar los viniles para tener la mejor oferta de cumbias, salsas y montunas.
“Estos puestos donde compramos los sonideros es música selecta, música que te educa el oído y aprendes a escuchar lo que hay detrás de una canción, no sólo es tocarla, la música se compra, se vende, se baila, se escucha y se disfruta. Es piratería de la fina”, expresa Marisol.
Entre los puestos más populares de la calle de Matamoros se encuentran Discos Alex, Pachito del Barrio y Discos El Esponjando, quienes ofrecen la recopilación de sonideros consolidados como Ariel Pérez, Sonido La Changa y El Cóndor, entre otros.
A pesar de que existen cerca de 64 mujeres sonideras, en ninguno de los tres puestos hay un disco con su nombre.
“La culpa de que no haya aquí un disco de las Musas es de Marisol, le he pedido el logo de sus chicas y no me los ha enviado”, acusa Francisco, mejor conocido como ‘Paquito del Barrio’, un vendedor de discos para sonideros que se dedica a este oficio desde hace 25 años.
Para Elizabeth Medina, sonidera desde hace 25 años, quien está en cabina es una especie de terapeuta.
‘Sol Salsita’ coincide con ‘Ely’ y resalta que quien toma un micrófono tiene una responsabilidad más allá de la música. “Debes de cuidar mucho lo que dices y lo que haces en la cabina, es muy importante tener ciertos valores para no dar un mal mensaje”, asegura.