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Ante la poca tolerancia que se manifiesta en redes sociales, con argumentos, opiniones y críticas que rivalizan entre sí, pareciera que “explotar” de coraje, verse tentado por las ganas de “trollear” o hacer bullying a otros usuarios ya es como una regla.
Lo mismo se puede observar cada día en las calles, donde desfilan insultos, gestos obscenos y accidentes viales protagonizados por conductores agresivos al volante.
Y es que vivir enojado es fácil. Como dijo la investigadora Carole Tavris, autora del libro “Anger: the misunderstood emotion”, “las tensiones de la vida urbanas son muy estimulantes: la frustración, el ruido, las multitudes, el alcohol y el deporte no generan ira por instinto, causan excitación física que, cuando se asocia con una provocación psicológica, puede convertirse en el sentimiento de ira”.
De hecho, apunta Travis, “la mayoría de nosotros no nos percatamos de qué tan seguido nos vemos agitados por los estímulos ambientales de nuestras vidas”.
Y ese es precisamente el problema. De acuerdo a una investigación encabezada por el Dr. Murray Mittleman, director de la Unidad de Investigación en Epidemiología Cardiovascular de la la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, los ataques de ira aumentan el riesgo de sufrir un ataque cardiaco o un accidente cerebrovascular (ACV) en las dos horas inmediatamente después del episodio.
En el estudio, cuyos resultados fueron publicados en European Heart Journal, se encontró que en el periodo de dos horas tras una explosión de ira, el riesgo de una persona de sufrir un ataque cardíaco –infarto de miocardio– o un síndrome coronario agudo era casi cinco veces mayor y su riesgo de ACV aumentó más de tres veces.
Su probabilidad de sufrir un trastorno del ritmo cardiaco conocido como arritmia ventricular también fue mayor.
“Aunque el riesgo de sufrir un incidente cardiovascular agudo con un solo estallido de ira es relativamente bajo, el riesgo puede acumularse para las personas que experimentan episodios de enojo frecuentes”, advirtió en un comunicado Elizabeth Mostofsky, instructora del Departamento de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y una de las investigadoras del estudio.
Por ejemplo, explicó Mostofsky, para una persona que solo experimenta un ataque de ira al mes y que no tiene factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares, el riesgo adicional de sufrir alguno de estos dos incidentes es pequeño.
“Pero una persona con múltiples factores de riesgo o antecedentes de ataque cardiaco o ACV y que se enoja con frecuencia, tiene un mayor riesgo adicional absoluto acumulado a lo largo del tiempo”, subrayó.
Los investigadores señalaron que existen varios mecanismos posibles que vinculan los arrebatos de ira con problemas cardiovasculares.
“Se ha demostrado que el estrés psicológico aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la resistencia vascular”, escribieron.
Y “los cambios en el flujo sanguíneo pueden causar coágulos en la sangre y estimular las respuestas inflamatorias”, añadieron los expertos.
Para llegar a estos resultados, se analizaron los hallazgos de nueve estudios que fueron realizados entre 1966 y 2013. Dichas investigaciones incluyeron 4 mil 546 casos de ataque cardiaco, 462 casos de síndrome coronario agudo, más de 800 casos de ACV y 306 casos de trastornos del ritmo cardiaco o arritmia.
Mittleman enfatizó que “es importante reconocer que las explosiones de ira están asociados con un mayor riesgo de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y arritmias”.
Por ende, “si los médicos preguntan a los pacientes sobre sus niveles habituales de ira y encuentran que los mismos son relativamente altos, deberían considerar sugerir una intervención psicosocial o farmacológica”, dijo.
Desahogarse ‘de oquis’
¿Quién no ha escuchado la teoría de que hay que “sacar del sistema” los sentimientos de ira para liberar la tensión que traemos dentro y sentirnos mejor?
Se trata de la llamada “teoría de catarsis”, que desde hace décadas se ha popularizado gracias a los libros de autoayuda de psicología pop.
La teoría “sostiene desahogar la propia ira producirá una mejora positiva en nuestro estado psicológico”, explicó el psicólogo Brad Bushman, investigador en agresión humana y especialista en el manejo de la ira, en un artículo publicado en la revista científica Personality and Social Psychology Bulletin.
Esta teoría sugiere que “actuar de forma agresiva o incluso observar la agresión es una manera efectiva de purgar la ira y los sentimientos agresivos”.
Pero esta teoría no se ha visto más que contradecida por estudios científicos a lo largo de los últimos 50 años, que coinciden en que al descargar o desahogar la ira a través de actividades agresivas solo empeora la misma y acentúa las conductas hostiles de los afectados.
Un experimento realizado por Bushman demostró que aquellos que golpearon un saco de boxeo mientras pensaban en aquella persona que los había provocado fueron los que resultaron más iracundos y agresivos.
“Desahogarse para descargar la ira es como usar gasolina para prender fuego: solo alimenta la llama”, afirmó el especialista, quien concluye que el peor consejo que se le puede dar a las personas es imaginarse la cara de quien los provocó en una almohada o en un saco de arena mientras golpean estos objetos.
“Si lo siguen, ese consejo solo hará que las personas estén más enojadas y más agresivas”, agregó Bushman.
O como dijo a Reuters el Dr. James O’Keefe, cardiólogo del Hospital Saint Luke en Kansas City, “contrario al mito urbano de que es mejor expresar la ira”, hacer esto “tiene un impacto negativo en tu sistema y nada tiene de catártico realmente. “La ira no sirve a ningún propósito más que carcomer la salud a corto y largo plazo de tu corazón y vasos sanguíneos”.