El 20 de julio de 1969 la humanidad hizo historia cuando el comandante Neil Armstrong y el piloto Edwin F. Aldrin fueron los primeros humanos en llegar a la Luna, durante la misión Apolo 11, una hazaña inédita, la cual ha permitido develar poco a poco los secretos de este satélite natural.
Desde entonces, se han hecho alrededor de seis misiones a la Luna con el fin de continuar la exploración de la superficie lunar. En 2009, la NASA descubrió una cadena de pozos y cuevas y este año se dio a conocer que estos pozos son térmicamente estables.
Gustavo Medina Tanco, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM (ICN), explica que son como unos cenotes, los cuales se formaron debido a derramamientos de lava que al correr por la superficie de la Luna, se convirtieron en una especie de canales.
“La parte de arriba de la lava se enfría más rápido, porque está en contacto con el espacio, irradia calor y se endurece, por lo que se forman unos techos de varios metros de espesor, pero abajo la lava sigue su flujo. Lo que se publicó es que en algunos lugares el techo de estos tubos colapsó, formando esta especie de cenotes”, explica Medina Tanco.
A diferencia de la temperatura habitual de la Luna, la cual durante el día es de 127ºC y por las noches a menos de 173ºC, se descubrió que por una serie de fenómenos de equilibrio térmico, en las áreas donde no llegan los rayos del Sol se mantiene constante, alrededor de 18ºC, una temperatura ideal para la vida humana.
Si bien, el también docente de la UNAM, explica que vivir en este satélite es casi imposible, pues es un terreno muy árido, en donde, al no tener campo magnético ni atmósfera, la radiación llega directamente, estos tubos podrían ser una opción para habitarla.
“Se vuelve un habilitador, porque automáticamente se tendría la temperatura regulada, durante el día y la noche, estaríamos protegidos contra micrometeoritos y la radiación”, abunda.
Una nueva oportunidad de pisar la Luna
La humanidad una vez más quiere poner los pies sobre la Luna, ahora a través del programa Artemis, liderado por la agencia espacial estadounidense, el cual tiene como misión construir una estación orbital y una base lunar permanente, ver un posible uso de recursos del satélite y preparar el futuro envío de humanos a Marte en la década de 2030.
Además de que esto significaría la llegada de la primera mujer y la primera persona no blanca a la superficie lunar. Sin embargo, por algunas fallas del cohete, Artemis aún no ha podido despegar de la Tierra.
“Viene como parte de todo un gran movimiento para volver a llevar al hombre a la Luna y sobre todo para quedarse, ver a la Luna no sólo de forma científica, sino socioeconómicamente directo a la actividad terrestre”, detalla.
No obstante, México también ha puesto la mirada en el satélite natural. La misión es realizada por parte de la UNAM y del Laboratorio de Instrumentación Espacial, donde Medina Junco también es el responsable.
El proyecto Colmena está conformado por cinco pequeños robots que serán colocados en la superficie lunar en 2023, los cuales serán instalados en la nave Peregrine, de la empresa estadounidense Astrobotic.
De acuerdo con Gustavo Medina, la misión se realizará con el fin de contribuir al conocimiento de ese satélite natural y crear estructuras como un panel solar. Por ahora, Artemis y Colmena son proyectos independientes, pero el investigador indica que el siguiente paso será tratar de coordinarse y hacer sinergias.
“Nadie lo ha hecho en el mundo nosotros lo estamos haciendo; vamos a hacer varias misiones a la Luna, por ahora, estamos terminando de construir los microrobots que se van a lanzar a finales de este año”, afirma.
Posteriormente, trabajarán en una segunda misión que pretenden lanzar hacia fines de 2024 con una nueva generación de microrobots; otra en 2027, así hasta el año 2030.
La importancia del helio-3
Gustavo Medina cree que la Luna podría tener metales para la construcción de reactores nucleares y hacer nueva tecnología que ayude a la Tierra.
“En este momento, el helio-3 no tiene gran relevancia económica, no lo tenemos en la Tierra, pero si en unos 40 años logramos hacer un reactor de energía de fusión nuclear, podrían producir mucha energía, como para la fabricación de más cohetes”, explica.
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