En México se utilizan plaguicidas altamente peligrosos tanto para las personas, como para el medio ambiente.
De acuerdo a la Red de Acción sobre Plaguicidas y sus Alternativas en México (RAPAM), la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) autoriza el comercio de 42 plaguicidas en cientos de fórmulas que están clasificadas como potenciales carcinógenos para el ser humano por la Agencia Internacional de Investigación contra el Cáncer (IARC, por su siglas en inglés) y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), entre otras instancias internacionales.
Además, dichos plaguicidas son recomendados para uso agrícola por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), “lo que plantea un perfil de peligrosidad muy alto e inaceptable”, señala un comunicado.
Un total de 85 ingredientes activos de plaguicidas se recomiendan para uso agrícola en el país, aunque su uso no está autorizado en la Unión Europea, dados sus efectos nocivos en el medio ambiente y en la salud de las personas “o porque las empresas transnacionales decidieron retirarlos por no invertir en las pruebas exigidas para mantenerlos en el mercado europeo”.
Aún así, su venta continúa en otras latitudes donde las exigencias sanitarias y ambientales son más laxas, como en México.
Fernando Bejarano, director de la RAPAM, advirtió que urge una política de sustitución paulatina de plaguicidas altamente peligrosos en el país que fomente alternativas agroecológicas para reducir riesgos a la salud y el medio ambiente en cumplimiento del Convenio sobre el Enfoque Estratégico de Sustancias Químicas a Nivel Internacional (SAICM, en inglés).
Entre los ejemplos de pesticidas altamente peligrosos autorizados en México está el herbicida atrazina, con 32 registros comerciales en el país, incluida la compañía suiza Syngenta, y el cual está prohibido en Europa “por el riesgo de contaminación de mantos acuíferos subterráneos” detalla la RAPAM.
También está el insecticida carbofuran de alta toxicidad aguda,“considerado un perturbador endocrino y de alta toxicidad para las abejas”.
Argumentó que es un error que el gobierno federal esté apostando por el uso de cultivos transgénicos tolerantes a herbicidas e insecticidas tóxicos para la salud y el medioambiente, “fortaleciendo el control transnacional sobre las semillas”, como el maíz transgénico liberty link de Bayer, que es tolerante al glusifanato de amonio.
El glufosinato, prohibido en Brasil y Sri Lanka, causa daño en el ADN y el metabolismo de especies como las lombrices de tierra, anfibios, peces y mamíferos pequeños. Además, las personas expuestas a este tóxico herbicida, particularmente los agricultores, pueden presentar asma, úlceras en la garganta y arritmias cardiacas. Incluso tienen más riesgo de desarrollar diabetes, arterosclerosis y malformaciones congénitas, en el caso de las mujeres que se exponen al glifosato durante el embarazo.
“No hay un riesgo aceptable si se puede evitar”, apuntó Bejarano.