Con glaciares derretidos, subidas en los niveles del mar, números que confirman el aumento de la temperatura de la superficie de la Tierra, entre otras consecuencias por el cambio climático, sería absurdo que aún dudáramos de la dimensión del problema del calentamiento global y la clara influencia de la actividad humana sobre el mismo.
Ya lo afirmó el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, en inglés) de las Naciones Unidas presentado en 2013, en el que científicos pudieron aseverar, con 95 por ciento de certeza, que el cambio climático es obra del hombre.
Y la evidencia parece indicar que las acciones que podemos tomar para reducir nuestra huella ecológica en la Tierra, como el reciclaje, el ahorro energético en casa o el cuidado del agua, no son suficientes.
Pero quizá podríamos optar por otra alternativa que realmente pueda hacer la diferencia en la protección del medio ambiente: disminuir la ingesta de carne.
Un estudio publicado en julio de este año en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) reveló que la producción ganadera, además de impactar en el aire, la calidad del agua y la salud del océano a escala regional y mundial, produce alrededor de una quinta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
De hecho, un reporte difundido en 2006 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, en inglés) informó que el sector ganadero, una de las principales causas de la degradación del suelo y los recursos hídricos, genera más gases de efecto invernadero –18 por ciento– que el sector del transporte.
Y produce 65 por ciento del óxido nitroso relacionado con la actividad humana –la mayor parte del gas procede del estiércol–, que tiene 296 veces el Potencial de Calentamiento Global (GWP, en inglés) del CO2.
Aunque otro informe de 2009 del WorldWatch Institute indicó que el ganado y sus subproductos son responsables de al menos 32 mil 564 millones de toneladas de CO2 al año, equivalente a 51 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero anuales en todo el mundo.
El informe de la FAO señaló que la producción ganadera también contribuye 37 por ciento de todo el metano producido por la actividad humana, que es 23 veces más nocivo para el calentamiento global que el CO2.
La mayor parte de este gas se origina en el proceso digestivo de los animales y en el manejo del estiércol en la explotación ganadera.
La alimentación de las vacas, que liberan el metano el óxido nitroso a través de eructos o flatulencias, genera el mayor impacto sobre el cambio climático.
De acuerdo a un estudio encabezado por Gidon Eshel, del departamento de física de Bard College, en Nueva York, y cuyos resultados fueron publicados este año en PNAS, la producción de carne de vacuno requiere 28 veces más tierra, 11 veces más agua y causa cinco veces más gases de efecto invernadero que otras categorías de ganado.