El momento cuando se apagan las luces e inicia la cuenta regresiva para que comience una película, esa sensación al estar en una sala y dejarse llevar a través de una historia hasta el final, son momentos importantes para la cineasta y documentalista mexicana Melissa Elizondo.
“Al ver películas de pequeña, era una sensación tan grande que suspiraba y sentía que me habían marcado profundamente, que algo dentro de mí me había hecho ver la vida de otra forma y que también algo de mí se reflejaba en esos personajes que habían resonado en mi interior; eso me hacía sentirme menos sola”, comparte la cineasta a Reporte Índigo.
Su unión con el séptimo arte es grande e íntima, pues muchas de las películas que ha realizado han surgido gracias a la herencia y experiencias vividas por su madre, quien creció en un Tlalpujahua de Rayón, en Michoacán; ella le contaba sobre su infancia, de su familia y lo que representaba vivir en el campo, temas que aborda en sus películas.
Es el caso de Los hilos que nos tejen, donde narra la vida de un niño en un pueblo ñuu savi en la Sierra Mixe de Oaxaca; El Sembrador, la cual relata el trabajo de un maestro rural tzotzil en la comunidad tzetzal Monte de los Olivos, Chiapas, y Remover el corazón, que se sitúa en una comunidad originaria del pueblo de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco.
“Yo ya no crecí de esa manera, soy del Estado de México, pero cuando hago estas historias siento que encuentro parte de lo que me contaba mi madre, esa sabiduría también es una búsqueda de ella. Esta conexión es sumamente valiosa, junto con las personas que han construido las películas, que nos abren sus hogares, vidas y corazón” comparte Elizondo.
Al iniciar su carrera, la cineasta desconocía los procesos de difusión y distribución que puede causar una película, ahora busca encontrar un diálogo más profundo con las personas que cuentan sus historias, expresen su sentir y tengan objetivos en común.
“Hay implícitamente un mensaje con un compromiso social, trato que las películas que hagamos tengan eso, pero ahora estoy en una etapa donde también estoy buscando conocer más acerca de herramientas que puedan acompañar a la cinta y generen más impacto social porque, y concuerdo con la cineasta Maite Alberdi, ‘a veces con la película es muy poco’, creo se debe tejer en conjunto con las personas que nos confían sus historias, para que la película pueda abonar más a sus necesidades”, detalla.
Ser mujer cineasta para Melissa Elizondo
Así como la documentalista ha logrado compartir los temas que le apasionan como el campo y la educación digna y humana, también se alegra que cada vez más mujeres decidan ser directoras y se dediquen al séptimo arte.
“Es doloroso saber de dónde surge este movimiento feminista, de todo el sufrimiento que se ha vivido durante tanto tiempo, pero ahorita para mí ha sido muy valioso e importante, no era algo que tuve presente toda mi vida. Puedo decir que simplemente lo que hago, así como muchas compañeras, es una constante lucha para abrirnos espacios”, piensa.
Cuando entró, al entonces llamado Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), no tenía la intención de dirigir, ella quería ser productora y guionista; la mayoría de sus referentes del cine eran realizados por hombres.
“Cuando recién ingresé tuve la oportunidad de ver trabajos, tesis de compañeras que estaban más avanzadas, tengo muy presente ver el trabajo de Susana Bernal y Astrid Rondero, incluso, de estar en el rodaje de la tesis de Alicia Segovia, ver sus trabajos, resonaban dentro de mí, había un reflejo con sus obras y también era una inspiración, no sólo su trabajo, sino ellas contando sus historias; ese fue mi paso para decir que quería dirigir” narra.
Ahora, afortunadamente, se pueden ver más cineastas que se abren, que comparten sus películas y que están llegando a las personas, películas que marcan profundamente momentos de la mujer en la cinematografía, como es el caso del trabajo de la cineasta Olivia Luengas y la guionista Fernanda Valadez.
Para Melissa es muy emocionante encontrar más cine hecho por las mujeres y, así, tejer redes juntas, exigir más lugares en el medio, marcar a las futuras generaciones y dejar de compartir miradas patriarcales que proliferan en la industria hegemónica del cine, además buscar deconstruir el discurso y mensajes machistas y misóginos, historias que, poco a poco, se tienen cambiar.
Feminicidios en Edomex
El movimiento de las mujeres feministas la inspiró para realizar un nuevo documental coral que hablará de lo que significa habitar un cuerpo de mujer en el Estado de México, zona con los más altos niveles de feminicidio y donde, desgraciadamente, se ha normalizado la violencia de género.
“Vivir en un lugar donde a cuadras de tu casa encuentran el cuerpo de una compañera y donde están constantemente estos rituales para sobrevivir ante esa violencia. Todas ya lo vivimos de manera directa, nos están matando a todas, pero sí creo que en las periferias se vive una violencia más profunda y latente. Es, incluso, una cuestión de clases sociales resaltar diferencias en los sectores más vulnerables y acompañar y acuerpar en ese sentido a las compañeras que viven en esos sectores”, resalta.
El rodaje está planeado hacerse hacia a finales de este año, sin embargo, dependerá de los procesos de vacunación contra el COVID-19 para poderse acerca de una manera más respetuosa y ética a las compañeras, porque muchas de ellas viven con personas mayores y en zonas de alto nivel de contagio.
“Considero que es un genocidio lo que se vive con los feminicidios, debemos detenernos y ver cuál ha sido el producto de toda esta ola de violencia, son muchas cuestiones, pero una de ellas, la que más debemos militar, es en la educación y el cine también es una herramienta educativa; entonces, desmontar estos discursos y compartir otro tipo de mensajes es sumamente urgente, pero falta que los hombres también empiecen a cuestionarse y a reconstruirse en todo lo que comparten y hacen”, concluye Melissa Elizondo.