Fritzia Irízar muestra con su trabajo la resistencia física y conceptual del material al diluirlo, desgastarlo, deshacerlo, disolverlo o injertarlo, para darle nuevas corporalidades. ¿En función de qué otorgamos valor a ciertos materiales? ¿Qué permanencia tiene la valía y cuál es su relación con la historia? La artista se cuestiona esa en la exposición Mazatlanica.
En la muestra, que se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), el material “precioso” sirve de hilo conductor para reunir una serie de obras en las que la artista aborda críticamente lo preciado.
“La exposición es una revisión de los últimos trabajos de Fritzia Irízar, quien es una artista emergente de Sinaloa, y se centra mucho en su trabajo más reciente en torno a la perla, también hay algunas piezas anteriores que dialogan y se complementen”, explica Virginia Roy, curadora de la exposición.
Irízar ha trabajado y ha dialogado sobre dos conceptos que ha ido ondeando en toda su producción: lo material y la valía. Por un lado, la noción de la materialidad como algo precioso que tiene la capacidad de resistencia, de durabilidad, como el oro, las perlas o los diamantes; y por otro lado, en cómo se atribuye el valor socialmente, cuál es la complejidad y lo efímero.
Además de los materiales preciosos, Fritzia también trabajó con dinero, el cual rompió y deshizo, como una forma de desgastar, injertar y tergiversar toda la materialidad para hablar sobre la cuestión del valor.
A través de la muestra Mazatlanica, Fritzia sumerge al público en esa transformación y fascinación del material precioso y convierte al espectador en un pescador que extrae y captura sentido.
La artista de Culiacán insiste en una práctica artística crítica, ya que su trabajo, si bien se ha relacionado con la creación de espacios en su comunidad como lo fue Cuadrante Creativo, no renuncia a la experiencia estética que producen sus delicados y sutiles objetos.
“En un tiempo de crisis y de transición como el que vivimos, tanto en el ámbito mundial como en el nacional, el trabajo de Irízar pone en cuestión los paradigmas de nuestra experiencia sensible. Si bien se ha insistido en el sujeto como forma privilegiada de lo vivo, la artista parte del objeto para cuestionar las jerarquías y buscar poéticas de la existencia más allá de la supremacía de lo humano”, dice la curadora Helena Chávez.
Arte para recorrer en Mazatlanica
La producción Mazatlanica de Fritzia Irízar explora el espacio entre el objeto en sí mismo y la creación de deseo: esa fisura abstracta, dice ella, en el que reside el concepto de valor.
“Irízar realizó estos injertos en colaboración con biólogos especializados que siguieron los protocolos de cultivo regulados. Estas esculturas revelan las capas de nácar que se formaron durante cuatro años sobre el objeto injertado en el mar”, señala Roy.
Paralelamente al injerto de las ostras, la artista injertó una perla dentro de una persona. La acción de poner esta pieza debajo de la piel genera la negación del valor de la misma cuando se esconde. Lo que buscaba con ello era problematizar el valor del objeto en su premisa de posesión y ostentación.
“Ella está pensando en cómo esa tensión, esa agresión, esa incomodidad se crea dentro de las conchas. ¿Por qué en las ostras y no en los humanos? Entonces, trabajó con un voluntario y le injertó una perla, hay un video que muestra el paralelismo entre lo que sería la inclusión de un cuerpo extraño para preguntarse ¿dónde queda el valor de la perla, se suma al ser humano o desaparece?”, se cuestiona la curadora.
Roy comenta que el concepto de animal joya es algo que también va permeando la exposición Mazatlanica, ya que Fritzia es de Sinaloa, pero vive en Mérida y estaba muy impactada con El makech, un tipo de escarabajo que se decora con ciertas piedras preciosas.
Virgina considera que al hablar de valor es necesario retomar el valor patrimonial o preguntarse cuál es la historia de ese valor, por lo que en otra de las piezas se rescata una tradición japonesa ancestral: las mujeres ama, un grupo capaz de sumergirse en aguas frías sin equipo de buceo para recolectar perlas.
Actualmente, la última generación de ellas vive en un pequeño pueblo de Toba, Japón, y mantiene esta práctica ancestral de más de 2000 años. Con la explosión de la industria a principios de siglo XX y el cultivo en granjas, la cultura perlera japonesa transformó su legado histórico y posicionó a las ama como una tradición en peligro de extinción. El video muestra a miembros que contienen la respiración durante tantos segundos como pueden.
En la muestra, que se presenta en el MUAC, el material “precioso” sirve de hilo conductor para reunir una serie de obras de Fritzia Irízar
Otra de las piezas parte de una leyenda en la que según Plinio el Viejo, Cleopatra y Marco Antonio hicieron una apuesta sobre quién podría servir la cena más cara. Cleopatra desintegró públicamente una perla natural en vinagre, se bebió el coctel y ganó la apuesta. La pieza de Irízar recrea el acto en presencia de un notario, quien testifica que la perla, proveniente de Bahrein, el mismo lugar que la de Cleopatra, se desintegra en vinagre y se bebe.
Quien bebió la mezcla lloró al enfocar sus pensamientos en la desintegración de los valores y la explotación ocurrida durante siglos en la industria perlera.
Como un caminito de curiosidades, la exposición cuenta también con un archivo artístico que permite hacer un recorrido en el que se enlazan el mundo prehispánico, la conquista y la industrialización del país para mostrar sus distintas representaciones.