Investigadores de diversos institutos, entre ellos de Johns Hopkins Medicine, documentaron la existencia de la célula X, una célula inmunitaria, híbrida rebelde, que podría jugar un papel clave en la aparición de la diabetes tipo 1.
“La célula que hemos identificado es un híbrido de las dos piezas fundamentales del sistema inmunitario adaptativo, los linfocitos B y T”, señala AbdelRahim A. Hamad, profesor titular de patología en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
Además, agrega que sus descubrimientos no sólo corroboran que la célula X existe, sino también que hay prueba indiscutible de que es uno de los catalizadores de la respuesta autoinmunitaria considerada la causa de la diabetes tipo 1.
Esta enfermedad, conocida también como diabetes juvenil o insulinodependiente, es un trastorno crónico que implica la destrucción de las células beta del páncreas que son las que producen insulina, la hormona que regula la concentración de azúcar en la sangre de una persona. Aunque la mayoría de los expertos piensan que se trata de un trastorno autoinmunitario —en el cual el sistema inmunitario identifica erróneamente a las células beta normales sanas como un peligro y las elimina— el mecanismo subyacente a nivel celular ha sido difícil de determinar.
El doctor Hamad y sus colegas creen que tal vez sean los primeros que lo han logrado. “La singularidad de la entidad que hemos descubierto es que puede actuar como una célula B así como una célula T. Esto probablemente acentúa la respuesta autoinmunitaria, puesto que un linfocito está realizando simultáneamente a las funciones que normalmente requieren las acciones conjuntas de dos”, indica el médico.
En lo que respecta a la diabetes tipo 1, los científicos han creído por mucho tiempo que, de alguna forma, el sistema inmunitario se confunde e identifica a la insulina como objetivo de ataque. A consecuencia de ello, las fuerzas de defensa celulares mal informadas les hacen la guerra a las células beta del páncreas que producen esta hormona, lo cual reduce drásticamente la cantidad disponible y trae aparejadas las concentraciones altas de azúcar en la sangre típicas de la diabetes.
El siguiente paso para su equipo, según Hamad, será estudiar más a fondo esa probable conexión con el fin de confirmarla y definirla más ampliamente. Afirma que dicho conocimiento podría ser conducente al desarrollo de métodos para detectar sistemáticamente a los individuos en riesgo de padecer de diabetes tipo 1.
“Puede que hayamos dado los primeros pasos hacia el descubrimiento de nuevas estrategias para curar la diabetes tipo 1. Quizá algún día también podríamos descubrir qué linfocitos están implicados en la patología de otros trastornos como la esclerosis múltiple o la artritis reumatoide”, dice Hamad.