Más allá de las prohibiciones: Marina Garcés invita a una reflexión radical sobre la juventud y la tecnología
La filósofa española Marina Garcés aboga por el papel crucial de la filosofía como herramienta para analizar y proponer soluciones. Además, examina la relación ambivalente con las nuevas tecnologías y cuestiona enfoques prohibicionistas, proponiendo una reflexión más profunda sobre hábitos y formas de vida
Karina CoronaLa filósofa Marina Garcés, cuya perspectiva trasciende la crítica convencional, afirma que “el filosofar es un acto subversivo”. En una entrevista con Reporte Índigo, expone su preocupación por el trato que reciben las nuevas generaciones en el presente.
Desde su mirada, estas generaciones enfrentan una guerra multifacética que amenaza su porvenir. En este contexto, Garcés sostiene que la filosofía se convierte en una herramienta vital para analizar, cuestionar y proponer soluciones a los desafíos.
“Las nuevas generaciones están siendo muy maltratadas, en cada país y cada contexto, de formas diversas. Hay una guerra contra la juventud en una especie de imperio del no futuro, donde todo es: no habrá trabajo, no habrá agua, tiempo, ni casa o vida, lo que puede derivar en la violencia más extrema, como la violencia inmobiliaria, farmacológica y tóxica, entre otras formas que condenan a la sociedad a la muerte de los propios jóvenes”, detalla la también ensayista catalana.
Marina Garcés expresa su inquietud acerca de la dirección que toma la sociedad contemporánea, preguntándose “cómo se puede esperar un futuro positivo al inocular muerte en las perspectivas de los jóvenes“.
Para ella, esta es una de las batallas más urgentes y significativas que se deben librar en la actualidad. También aborda la relación ambivalente con las nuevas tecnologías y los imaginarios que se transmiten a través de ellas. Expone cómo la interpretación ingenua de estas herramientas como puertas a más libertad ha llevado a una mezcla de comodidad e ingenuidad.
“Ha habido una mezcla de comodidad y de ingenuidad con las nuevas tecnologías, porque han sido interpretadas muy ingenua y cómodamente como una libertad de comunicación, sexual, estética y más libertad ideológica. Hay parte de verdad, pero al mismo tiempo, hay un giro perverso de todo eso que podría ser un acceso a más información o más comunicación y estamos atrapados en esto”, sostiene la filósofa.
Frente a enfoques prohibicionistas adoptados por algunos países, como Francia y China, Garcés cuestiona si la prohibición es la única respuesta. Sugiere una reflexión profunda sobre hábitos y formas de vida, abogando por enfrentarse directamente a las elecciones y valores de la sociedad en relación con la tecnología.
La filósofa aboga por una reflexión más profunda y radical, yendo más allá de simples prohibiciones. Invita a la sociedad a enfrentarse directamente a sus elecciones y valores, preguntándose qué quieren hacer de sus vidas y hasta dónde están dispuestos a llegar con las tecnologías.
“No sé si la prohibición es la única respuesta. Ya hemos creado hábitos y formas de vida, quizá de lo que se trata es cuestionarlas. ¿Para qué queremos seducirnos tanto a través de las tecnologías? Las prohibiciones tampoco detienen el flujo, y eso en México lo sabéis muy bien con el narco; no hay nada más fácil que hackear un teléfono o una red de Internet.
“Hay que ser más radical que con simples prohibiciones, hay que ponernos cara a cara y preguntarnos qué queremos hacer de nuestras vidas, hasta dónde queremos llegar con todo esto y qué valoramos de lo que podemos vivir”, piensa.
En una reciente invitación de Guillermo García, responsable de actividades del MUAC, Marina Garcés compartió sus reflexiones en un seminario de dos semanas en el campus expandido del MUAC. Esta iniciativa, que surgió tras meses de coordinación, busca trascender los límites del espacio académico convencional, trabajo en el que Garcés se ha centrado en los últimos años.
El trabajo de Marina Garcés relaciona el pensamiento filosófico y la práctica docente con el activismo y la intervención crítica en la arena pública. Su compromiso con el aprendizaje supera el espacio de las aulas para proponer lugares de compromiso político en las calles y las plazas.
Garcés observa cambios en la presencia pública de la filosofía en los últimos años. Aunque el sistema educativo tiende a reducir las horas dedicadas a la filosofía en favor de enfoques más aplicados, la demanda social por el pensamiento reflexivo ha crecido. La incertidumbre actual y el malestar social generan una búsqueda de voces que estimulen el pensamiento, no solo para seguir filósofos, sino para reflexionar y dialogar sobre los desafíos contemporáneos.
“La presencia pública de la filosofía está cambiando desde hace unos años; se vive una paradoja. Por un lado, el sistema educativo, sobre todo, las leyes educativas, dedican menos horas para la filosofía práctica, basada en proyectos muy concretos, que van relegando a los momentos más reflexivos y teóricos de conocimiento, con referencias a obras clásicas.
“En cambio, pienso que hay una demanda social muy clara de pensamiento, ya no solo de filosofía, sino de realmente encontrar voces con quién pensar”, reflexiona Garcés.
En cuanto al papel de la filosofía en la educación, Garcés aboga por entenderla como un proceso de aprendizaje colectivo y dialógico desde la infancia. Propone integrar la filosofía no sólo como un repertorio de autores y libros, sino como una herramienta para aprender a pensar con otros, fomentando la reflexión, el debate y la crítica.
La filosofía, agrega, debería ser un eje continuo en todos los niveles educativos, trascendiendo la especialización y formando sociedades de individuos pensantes, críticos y dialogantes. Garcés destaca la importancia de cuestionar las estructuras actuales de vida, abriendo preguntas sobre cómo vivimos juntos en un mundo cada vez más privatizado y digitalizado.
“Hay programas en todo el mundo que empezaron desde hace décadas a situar la filosofía como un eje continuo en la educación primaria, secundaria, que continúe de forma híbrida con otras disciplinas académicas. Necesitamos sociedades de personas pensantes, críticas, dialogantes, discutidoras y que puedan tener argumentos y criterios para relacionarse después cada cual con su ámbito de conocimiento, con sus formas de vida y con la capacidad de bien común”, concluye.
El papel de la filosofía contemporánea
De acuerdo con Marina Garcés la filosofía cuestiona dónde y cómo vive la sociedad en espacios vitales cada vez más privatizados, pues la estructura de las vidas, desde el hogar hasta el trabajo y las calles, está orientada hacia la circulación, el consumo y la comunicación digital, limitando otras formas de coexistencia.
“La responsabilidad recae en la educación, los medios de comunicación, las organizaciones barriales y las expresiones culturales para desafiar la tendencia hacia burbujas cerradas y promover encuentros significativos. Desafiar estas estructuras de poder puede ser un acto subversivo.
“La filosofía, al poner la pregunta en el centro, invita a pensar más allá de las formas establecidas y a cuestionar las narrativas predefinidas. Las personas pueden desafiar estas estructuras al resistir la naturalización de las burbujas cerradas”, opina Garcés.