En abril de 2013, aludimos en este espacio a evidencia científica del efecto adictivo que tiene la combinación de la sal, el azúcar y la grasa en el cerebro al momento de que estos ingredientes entran en contacto con los receptores del gusto que tenemos en la lengua. Por alguna razón hay quienes no pueden dejar de comer “solo una” papa frita.
Ahora, un estudio realizado por investigadores del Centro para la Investigación del Cerebro de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, revela que la boca cuenta con un sentido adicional al del tacto y gusto, que es clave para “detectar” la presencia de carbohidratos al entrar en contacto con la lengua.
Dicho sentido activa áreas del cerebro que son independientes a las regiones cerebrales que identifican el sabor dulce.
Esto también podría explicar por qué los atletas responden de manera inmediata a los carbohidratos, al igual que algunos aspectos de los trastornos alimenticios, como comer sin control, señalaron los investigadores en la revista científica Appetite, donde fueron publicados los resultados, reportó Reuters.
“La boca es un órgano sensorial que es más capaz de lo que actualmente apreciamos, puede diferenciar los hidratos de carbono de los endulzantes artificiales cuando ambos saben igual”, dijo el doctor Nicholas Gant, Director del Laboratorio de Ejercicio, Nutrición y Metabolismo de la Universidad de Auckland y uno de los autores del estudio.
“Los carbohidratos son un estímulo extremadamente poderoso que tiene efectos profundos e inmediatos en el cerebro y en el sistema que lo controla”, agregó Nicholas.
Y concluyó que se está haciendo evidente que el cerebro sabe mucho más acerca de los alimentos que ingerimos que solo nuestra percepción del gusto.
Para el estudio, se analizó la actividad cerebral de 10 participantes mediante imágenes de resonancia magnética funcional mientras probaban enjuagues bucales dulces con y sin carbohidratos, y una tercera sustancia neutra.