La muerte de una mascota puede desencadenar en los niños una sensación de dolor profundo y prolongado, lo que los llevaría a padecer problemas de salud mental, según un nuevo estudio realizado por investigadores de Massachusetts General Hospital.
De acuerdo con los expertos, el fuerte apego emocional de los jóvenes a las mascotas podría resultar en una angustia psicológica cuantificable que puede servir como indicador de depresión en niños y adolescentes durante un período de hasta tres años o más después de la pérdida.
“Una de las primeras pérdidas importantes que un niño encontrará probablemente sea la muerte de una mascota, y el impacto puede ser traumático, especialmente cuando esa mascota se siente como un miembro de la familia”, explica Katherine Crawford, autora principal del estudio.
Los vínculos que los niños forman con las mascotas, afirma el estudio, pueden parecer relaciones humanas seguras en términos de proporcionar afecto, protección y tranquilidad.
Si bien el aumento de la empatía, la autoestima y la competencia social que suelen derivarse de esta interacción es claramente beneficiosa, el inconveniente es la exposición de los niños a la muerte de una mascota que, según el estudio de Mass General, se produce en el 63 por ciento de los casos durante sus primeros siete años de vida.
Si bien existen estudios previos que se han centrado en la relación entre mascotas y personas, este es el primero en examinar las respuestas de salud mental en los niños.
“Observamos que la asociación entre la exposición a la muerte de una mascota y los síntomas psicopatológicos en la infancia se produjo independientemente del estatus socioeconómico del niño o de las dificultades que ya había tenido en su juventud”, dice Erin Dunn, del Centro de Medicina Genómica y el Departamento de Psiquiatría de Mass General.
Los investigadores también aprendieron que la relación entre la muerte de la mascota y el aumento de la psicopatología era más pronunciada en los niños varones que en las niñas, un hallazgo que les sorprendió en comparación con investigaciones anteriores, y que la fuerza de la asociación era independiente de cuándo ocurrió la muerte.
Para los investigadores, es importante que los padres y los pediatras reconozcan y tomen en serio las reacciones psicológicas a corto y largo plazo de los niños ante la muerte de una mascota.
“Los adultos deben prestar atención si esos sentimientos son más profundos y significativos y si duran más de lo que se podría haber esperado. Pueden ser signos de un duelo complicado y tener a alguien con quien hablar de forma comprensiva o terapéutica puede ser extremadamente útil para un niño que está de duelo”, señala Crawford.