Las secuelas del trauma del tiroteo que dejó como saldo 26 personas muertas, incluidos 20 niños, no se han hecho esperar.
Un niño de seis años que logró escapar del salón de clase que fue sede de la masacre, por ejemplo, hoy ve en el timbre de la puerta una amenaza, pues teme que pueda tratarse del autor de los hechos, Adam Lanza, el “hombre malo que viene por él”.
También está el caso de otro niño sobreviviente, quien tras haber vivido quizá la peor pesadilla de su vida encerrado en el sanitario de la escuela Sandy Hook, escuchando los disparos, hoy teme ir solo al sanitario de su casa.
Y es que de acuerdo a psiquiatras, el “ser testigo de violencia letal rompe el sentido de seguridad de un niño (…), dejando atrás una serie de retos emocionales y sociales que no son fáciles de resolver”, menciona un artículo de The New York Times.
Pero si bien los síntomas de estrés postraumático –pesadillas, ansiedad y hasta abuso de sustancias– pueden llegar a instalarse en el estado psíquico de las víctimas, no significa el fin.
Una vez más, la evidencia científica demuestra que la resiliencia o la capacidad de hacer frente a la adversidad y sobreponernos a situaciones límites, está del lado de la especie humana, independientemente del sexo y la edad.
“La mayoría de los niños, incluso de esta edad, son resilientes”, dijo para The New York Times la doctora Glenn Saxe, presidente de Psiquiatría Infantil y Adolescente del NYU Langone Medical Center.