Tal parece que quienes se habían llevado más de 100 piezas del Museo de Antropología eran ladrones profesionales. Fue el “robo del Siglo”. Unos verdaderos ladrones de guante blanco.
“Deseguro están relacionados con los recientes robos a museos en Europa”, consideraron los policías capitalinos.
Y no, no eran profesionales, ni tampoco se habían dedicado al robo de piezas antiguas en otros museos. Eran dos universitarios. Estudiaban a los animales en la Facultad de Veterinaria de la UNAM.
Y no, no estaban interesados en conocer la historia de la cultura Maya o en adentrarse a la escultura Mexica, o mucho menos estudiar las piezas encontradas en Monte Albán de Oaxaca.
¿Cuántos vigilantes hay? No hay alarma eléctrica, toma fotografías, haz un croquis, ¿Qué día, a qué hora? Todo se fue respondiendo con cada visita, como si de ladrones profesionales se tratase.
Y no, no eran profesionales, solo estudiaban veterinaria.
La madrugada del 25 de diciembre fue la que se marcó en su calendario. Y así, abordo de su Volkswagen llegaron al recinto. A las afueras de Reforma, y Chapultepec, ni un ánima…nada.
Después de saltar las vallas metálicas, por el ducto de ventilación las esculturas de Tláloc y Quetzalcóatl vieron pasar a los dos jóvenes provenientes de Satélite.
Los guardias a una gota de la borrachera más épica de su vida. Veían hablar a las esculturas, reían con ellas, toda una “noche en el museo”. Los futuros veterinarios, y ahora “ladrones profesionales”, tuvieron el lugar a modo.
Y no, no eran profesionales, sólo se llevaron las cuatro maletas a su Volkswagen y de ahí a su clóset en su casa de Satélite.
La tarde del 25 de diciembre de 1985, cuando las autoridades reportaron el robo, todos pensaron: “Deseguro eran profesionales”. Lo llamaron EL ROBO DEL SIGLO.
Y no, Carlos Perches y Ramón Sardina no pasaban los 20 años y estudiaban veterinaria.
Cuando las piezas fueron recuperadas y los culpables hallados, Gabriel García Márquez exclamó: “Voy a escribir una novela de este caso”.
Y no, ya no la escribió.
MEJORES ROBOS DE GUANTE BLANCO
La infiltración a museos, falsificación de obras y los robos sin violencia son tipificados como robos de guante blanco, efectuados, principalmente, por ladrones profesionales.
1- El robo de la Mona Lisa
Trabajó por muchos años para el Museo Louvre de Francia. Siempre le atrajo una sola pintura de todo el recinto: La Mona Lisa de Leonardo Da Vinci.
Tras ser despedido, Vicenzo Peruggia visitó el museo, como cualquier otro visitante, pero permaneció escondido en los baños del mismo. Cuando todos se fueron y los guardias descansaban, fue hasta la obra de la mujer sonriente y se la llevó a casa.
2- Robar como un topo
Albert Spaggiari trabajó más de medio año en la creación de un plan que lo ayudara a acceder a uno de los bancos más grandes de Francia.
Al final, logró dar con la cámara, hizo un hoyo y accedió. 60 millones de francos directos a su bolsillo lo llevaron a la fama como uno de los grandes ladrones en 1976.
3- ¿Llaves, quién las necesita?
160 cajas de seguridad albergaban más de 100 millones de dólares en joyas, por lo que Leonardo Notarbartolo encontró un reto: utilizó su habilidad para desactivar alarmas y descifrar la contraseña de las cajas a base de una ganzúa.
El italiano consiguió abrir casi 130 cajas, lo que le bastó para ser uno de los ladrones más famosos de la historia.