La búsqueda del ser humano de plasmar sus sentires e ideas en algo tangible lo lleva a desarrollar su creatividad infinita y a explorar las posibilidades estéticas para elaborar los llamados “libros de artista”, piezas con una larga historia que se remontan a la prehistoria, cuando se utilizaron los huesos tallados como un nuevo campo de expresión artística, o en el antiguo Egipto con los papiros, asimismo, los códices bizantinos, todos precursores del concepto actual del libro de artista.
A finales del siglo XIX y principios de XX, se inscribe una extensa tradición vinculada con el embellecimiento de los tomos, herencia de las decoraciones que realizaron los monjes en la Edad Media, quienes implementaron letras y bordes decorados.
El libro de artista y el libro-objeto, conforme al paso de los siglos y movimientos estéticos, se fueron adaptando a las necesidades e inquietudes de sus creadores. Fue hasta mediados del siglo XX cuando el libro se utilizó como un objeto formal o, incluso, subversivo, convirtiéndose en una práctica autónoma que experimenta con nuevos formatos y materiales de la expresión plástica: la pintura, la escultura y la obra gráfica.
Su auge inició durante la época de los años 60, a través de la publicación de Twenty-six gasolina stations, de Edward Ruscha, en el cual se concibe al libro como obra de arte sin texto, en su lugar, se aprecian fotográficas en blanco y negro. Fue un momento crucial, pues se rompió con el concepto del libro donde lo más importante es, generalmente, el texto.
Su historia en México
La artista Elsa Madrigal, quien por años se ha expresado a través del libro-objeto, relata que, en México, durante los años 60 y 70, poetas y artistas publicaron, de manera independiente, fuera de las galerías para llevar el arte a más personas, de una forma más accesible y barata.
El editor Raúl Renal en Los otros libros expone que, entre 1976 y 1983, se ubica la Edad de Oro de estas publicaciones, en la cual aparecen autores independientes como Magaly Lara, Carmen Boullosa, Felipe Ehrenberg, Gabriel Macotela y Santiago Rebolledo; fue una época donde hubo una proliferación de nuevos poetas, cuando la imprenta estuvo al alcance de cualquier bolsillo y se utilizó el mimeógrafo.
De acuerdo con Madrigal, en México, con el antecedente del movimiento estudiantil del 68, se utilizaron la máquina de escribir y el mimeógrafo para realizar circulares, boletines, volantes y periódicos. Se buscaba que las publicaciones llegaran a las masas, incluso, como intercambio entre los propios artistas con el surgimiento del arte-correo.
“Sí ha cambiado con el tiempo, siento que a pesar de que ya hay otro tipo de ediciones independientes, ya está más al alcance utilizar programas de diseño, es más fácil imprimir. También se está utilizando la técnica de risografía, sin embargo, los artistas han hecho obra que no necesariamente tiene un medio de reproducción, sino que por su dificultad técnica resulta ser única”, relata Elsa Madrigal.
Puede ser un objeto estéticamente bello o con un buen diseño, sin embargo, la clave está que en el libro de artista o libro alternativo, están hecho por una sola persona, quien concibe todo el proyecto, decide la temática y cómo lo aborda.
Camino al origen son los libros
El libro-objeto se vuelve transitable porque no solamente basta con sentarse y hojearlo, muchas veces se necesita el cuerpo entero para pasar las páginas y recorrerlos. Es el ejemplo de la obra de Elsa Madrigal quien, en la ENAP, hoy Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, durante el Seminario de Libro Alternativo, dirigido por el doctor Gabriel Manzano, en los años 90, realizó un libro-cuna y un libro-acordeón titulado Girones, el cual, desplegado mide 6 metros y se puede considerar como un libro híbrido, pues respeta el formato de libro, pero su medio de reproducción es un grabado.
“Dentro de mi obra hay una inquietud por el tiempo y su representación, ir al pasado. Retomo dibujos infantiles propios y los mezclo con dibujos actuales y lo que creo es un tiempo en el que se conjugan el pasado y el presente con un dibujo más gestual con uno más minucioso, retomo canciones infantiles, rondas, fotografías familiares y las mezclo con metamorfosis” explica la artista.
Para ella, el contacto con los libros se hizo de forma natural, pues su padre, maestro de Literatura, tenía una vasta biblioteca. Así de pequeña creaba sus libros, dibujos y teatrines: “poder tocarlos, ver las ilustraciones, ver los distintos tipos de papel y tenerles ese respeto y esa sensación matérica que nos dan los libros”, expresa.
A través de su paso por la Facultad y de hacer libros con una técnica de encuadernación más depurada, poco a poco, fue trazando su camino. Después de un periodo largo sin poder desarrollar su quehacer artístico, en 2013 lo retomó y formó parte del proyecto “Ciudad portátil”, en el cual utilizó la técnica de pop up o ingeniería en papel y la confección de libros para hacer una pieza más refinada en el acabado; así también aprendió nuevas técnicas como el kirigami: el arte del recorte de papel. Gracias a ello, la artista se ha dedicado a realizar sus últimos trabajos con esta técnica.
Actualmente, trabaja en un proyecto inspirado en los lugares más emblemáticos de la Ciudad de México, así como el libro Ciudad espejo, el cual es una interpretación del Zócalo capitalino, su antes y después de la pandemia; de esta manera, hace una especie de dos libros en uno, en donde se contraponen las multitudes y el vacío, así como la sensación de ver e interactuar con el espacio sin gente, algo casi inédito.
“Como artista, casi siempre trabajo en el taller encerrada, sin embargo, necesitamos el intercambio de reflexiones con otros artistas, rozarse y verse físicamente y, la pandemia, me sirvió para hacer otro libro, que es una especie de diario de los objetos cotidianos de mi casa. Esto me hizo regresar a los orígenes, utilizar la tinta china y un pincel con papel para dibujar y retratar los objetos que tenía olvidados”, dice.
Registro
Últimamente, Elsa Madrigal ha tenido la inquietud de que algunos de sus libros no se puedan tocar, a pesar de que ella es de la idea que las piezas están hechas para el contacto humano, pues así pueden tener su propia vida y se van transformando conforme al tacto, por lo que está planeando trabajar junto con personas que hagan videos, se haga un registro y la gente pueda ver su contenido, tener esa experiencia visual y así poder realizar una exposición virtual.